Etiopía se encuentra en la región oriental de África, por debajo del Sahel. Se trata de una nación cristiana, rodeada de países musulmanes. Como otros países de la región, es muy fuerte la división étnica que existe fronteras adentro (una situación similar a la de Somalia con sus clanes, pero que en Etiopía la distribución etnia – región es muy marcada). Etiopía cuenta con 11 regiones federales, donde en cada una habita una etnia predominante. Es importante tener en cuenta que cada región cuenta con una gran autonomía. De hecho, la constitución[1] etíope de 1994 se basa en el concepto de “federalismo étnico” para definir la autonomía de sus regiones.

Ilustración 1: Regiones federales a partir de 1994

Desde 1991 hasta 2018, el país estuvo gobernado por una coalición: El Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF) mayoritariamente y el Frente democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (EPRDF[2]) (Le Gouriellec, 2022).

Durante este lapso de tiempo, Etiopía tuvo dos acciones militares. Con Eritrea (1998 a 2000). Este país era un antiguo estado etíope que tras dos años de guerra, obtuvo su independencia.

De 2006 a 2009 invadió Somalia, para debilitar y eliminar a la Unión de las Cortes Islámicas, que a partir de 2009 pasaría a transformarse en Al-Shabaab[3]. El temor de Etiopía era que la inestabilidad somalí se contagiara en sus propias fronteras, donde los islamistas radicales podrían entrar y llevar adelante atentados.

A partir de 2020, un conflicto ha llevado al país a una guerra civil, como la del año 1998: Esta vez en la Región del Tigray, que desde 1991 ha tenido bastante actuación en la vida política del país.

El origen del conflicto puede remontarse al 2018, cuando Abiy Ahmed fue elegido como primer ministro. Ahmed se convirtió en el primer oromo en llegar a la primera magistratura desde el fin de la dictadura comunista (Tebas, 2022).

Abiy Ahmed empezó su mandato trabajando sobre dos pilares de la sociedad etíope: Por un lado, mejorar la economía y la calidad de las instituciones democráticas. Por otro, terminar con el federalismo étnico del país. Esta fue una de las causas del conflicto de 2020. El hecho de que un mandatario no tigrino (oromo) quiera terminar con la autonomía de las regiones, fue muy mal acogido por el TPLF.

En la búsqueda de la centralización del poder, Ahmed disolvió la coalición EPRDF y creó un partido único (Partido de la Prosperidad). Además su gobierno se volvió autoritario, lo que debilitó muchísimo la relación con los estados federales. Pero la gota que rebalsó el vaso, fue el hecho de que Ahmed pospusiera las elecciones generales de agosto de 2020 para junio de 2021. Acto seguido, la región del Tigray celebró sus propias elecciones. En noviembre de 2020, bajo el pretexto de que hombres del TLPF intentaran robar artillería de las fuerzas especiales estacionadas en Tigray, comenzaron las acciones militares (Tebas, 2022).

Las actividades militares consistieron en eliminar el brazo armado del TPLF (Fuerzas de Defensas de Tigray, TDF) por parte del ejército etíope, con la colaboración de las fuerzas armadas de Eritrea. Rápidamente las fuerzas aliadas vencieron al TDF. Pero luego sobrevino una guerra de desgaste, ya que el TDF se retiró a las zonas montañosas al norte del país para reagruparse (Tebas, 2022).

Al día de hoy (6/06/2022), las hostilidades continúan. El TDF sigue llevando adelante atentados contra autoridades provisionales impuestas por el gobierno federal y combatiendo a las fuerzas regulares etíopes. El gobierno federal, ha realizado varios ataques aéreos durante el 2021, con una gran cantidad de bajas civiles.

Caracterización del conflicto

Esta guerra (civil), es un conflicto de tipo asimétrico. Estos se caracterizan por enfrentar a dos o más partes que no tienen las mismos recursos para el combate (militares, económicos, logísticos, etc.). Una de las partes está en inferioridad de condiciones en algún aspecto relevante del conflicto. Desde el fin de la Guerra Fría, el paradigma desarrollado a partir del concepto de Carl von Clausewitz de la guerra ya no es el predominante; puesto que se basa en una concepción europea de la guerra entre estados / naciones (Geiss, 2006).

Siguiendo la clasificación del General Vicente Rojo Lluch, el conflicto en cuestión se clasifica como una guerra política: “[…] Guerras nacionales con fines de defensa de la independencia o soberanía, guerras de secesión” […] (Rojo Lunch, citado en Castellanos, 2022).

Para la clasificación establecida por la Escuela Superior de Guerra del Ejército Argentino, el caso de estudio corresponde a la categoría guerra coactiva o sub-limitada de baja intensidad: “[…] Dentro de ella las opciones posibles son la guerrilla y la acción punitiva” […] (Escuela Superior de Guerra, citado en Castellanos, 2022).

Más allá de todas las clasificaciones posibles, muchos de los elementos teóricos de un conflicto son comunes a todas las tipologías: Casus belli, estrategias, medios, fines, etc.).

 En el caso etíope, el casus belli fue la toma de piezas de artillería del gobierno federal por parte de las Fuerzas de Defensa de Tigray. El casus belli es el motivo aparente por el cual se empieza una guerra (Castellanos, 2022). Aparente porque es un punto de inflexión a partir del cual una de las partes decide atacar, habiendo (en la mayoría de los casos) muchos antecedentes previos que no justificarían (legal o éticamente) recurrir a una guerra.

En cuanto a las acciones, en el caso etíope se dieron de modo directo ya que se emplean medios militares. Pero en muchos casos el conflicto va escalando en intensidad y antes de llegar a los medios militares, se producen acciones en modo indirecto. Suelen ser acciones no militares (denominadas también de “soft power”).

El tipo de acciones que se van a llevar a delante, del tipo que sean, tienen que estar contempladas en la opción estratégica. Para elegirla, se deben estudiar a fondo las características de las poblaciones (propias y del adversario) teniendo en cuenta factores psicosociales como el nacionalismo, pertenencia étnica, cultura, religión, etc. Además, los mandos militares deben contar con la suficiente pericia para determinar los pros y contras de las acciones militares, calculando que las ganancias sean mayores que las pérdidas. (Castellanos, 2022). Muchas guerras en la historia se han perdido por subestimar o mal estimar estos factores previos.

Un factor importante es el de los terceros actores que pueden o no verse implicados en una acción militar. Es algo muy subjetivo el hecho de estimar si un tercer actor se unirá al propio bando o si será un adversario. Es un factor que puede hacer ganar o perder una guerra (casi) por sí solo.

Terceros actores implicados

  • Eritrea: Busca debilitar y/o deshacerse del TPLF, su enemigo histórico. Además, busca tener buenas relaciones con el actual gobierno etíope, por lo que sumarse a las acciones armadas contra el TPLF es una opción estratégica. (Tebas, 2022). También intenta contener al TPLF, por temor a que tome acciones terroristas de represalia en suelo eritreo.
  • Somalia: Si bien este país no tiene un interés particular por Tigray, depende mucho de la ayuda militar etíope. Por lo que el Gobierno Federal Somalí busca estar en buenos términos con su vecino (oponiéndose al bando tigrino, pero sin tomar ningún tipo de acción).
  • Unión Africana: Etiopía es unos de los estados fundadores de la organización. De hecho, la sede logística de la UA está en Addis-Abeba (Tebas, 2022). El hecho de que alguno de los países miembros presente una iniciativa de intervención en Etiopía, será políticamente mal visto. De hecho, varios países africanos dependen de las fuerzas de la UA para mantener el orden en sus territorios.
  • China: El país asiático tiene muchos intereses en la región, en materia económica y militar. El cuerno de África es parte del plan chino a largo plazo de la “nueva ruta de la seda”. Además, China cuenta con bases militares en Yibuti. Así, China necesita que exista estabilidad en la región (al menos en Etiopía, su socio comercial más importante de África oriental).

Consecuencias de una guerra asimétrica

Como en todas las guerras, la población civil (de ambos bandos) es la que lleva la peor parte. Una de las consecuencias más importantes de las guerras civiles (y en particular las étnicas) es la cantidad de personas desplazadas / refugiadas que producen. Por lo general, los flujos de personas desplazadas van hacia los Estados limítrofes, teniendo estos que encargarse de ellos.

En el caso de las guerras asimétricas, el bando en inferioridad de condiciones necesita compensar su falta de recursos para estar a la altura del enemigo (por lo general, un Estado). En palabras de Geiss (2006), “Frente a un enemigo de abrumadora superioridad tecnológica, la parte más débil carece, de entrada, de toda posibilidad de triunfar por las armas” (Geiss, 2006).

 Es por esto que se recurren a técnicas de guerra no convencionales como atentados terroristas, secuestros, robos, limpiezas étnicas, etc. Las víctimas de estas formas no convencionales de acciones son los civiles, principalmente.

La violencia sexual, por ejemplo, es una forma de acción convencional. Busca destruir la moral de un adversario. En el conflicto del Tigray, se han registrado casos de violaciones sexuales a mujeres y niñas por parte de soldados etíopes y eritreos, así como también de soldados de las Fuerzas de Defensa de Tigray.

Todas estas acciones son violaciones al Derecho Internacional Humanitario (DIH, Jus in bello) encargado de regular los comportamientos en la guerra. Son obligatorias para todas las partes, sin importar si se trata de Estados o no. Geiss (2006), menciona dos principales violaciones al DIH que suelen ocurrir en conflictos asimétricos: El principio de distinción (ser o no identificado como combatiente) y el principio de la proporcionalidad (las acciones defensivas deben ser acordes a las ofensivas).

El principio de distinción fue transgredido, principalmente, por las fuerzas de Defensa De Tigray, cuando ante la derrota contra el ejército etíope se retiraron al cordón montañoso en la frontera con Sudán del Sur. Luego de reagruparse, lanzaron ataques de tipo “hit and run[4]” en las ciudades tigrinas ocupadas por el ejército etíope.

El principio de proporcionalidad fue transgredido principalmente por el ejército etíope, cuando realizó varios ataques aéreos, causando miles de bajas civiles. Las fuerzas del Tigray no cuentan, ni por cerca, con este tipo de armamento; por lo que no podrían dar una respuesta acorde.

Mientras los beligerantes tengan intereses paralelos (si cumplir las normas para los dos bandos tiene resultados buenos y malos de manera simétrica), es probable que las partes respeten las normas jurídicas. Muchas veces ninguna de las dos partes quiere asumir el “rol del tonto”, cuando de buena fe se compromete a respetar las reglas pero sospecha que la otra parta no lo haga. Se produce un juego de tipo cooperativo[5] donde respetar las normas podría ser ventajoso o no.

Por otro lado, es muy difícil controlar el cumplimiento de las normas cuando una de las partes no es un Estado, ya que un grupo beligerante puede desaparecer o transformarse. Sus acciones y estatus podrían caer en un vacío legal con el paso del tiempo. Para estos casos fue creada la Corte Penal de Justicia, encargada de juzgar personas que hayan cometido delitos de lesa humanidad.

Sobre el cumplimiento del Derecho Internacional Humanitario (DIH)

Podría pensarse a priori que el cumplimiento del DIH es solo para los Estados, ya que serían los únicos actores del sistema internacional capaces de firmar un tratado. Según Melzer (2019), “el DIH es de cumplimiento obligatorio para todas las partes en un conflicto armado, incluidos los grupos armados no estatales”.

El DIH se aplica siempre que intervenga en el conflicto un Estado (al menos como una de las partes), vinculando también a la parte contrincante sea o no un Estado. El asunto es poder definir cuándo existe o no un conflicto, para que el DIH tenga efectos erga omnes. Al respecto, dice Melzer: “Existe un conflicto armado cuando se recurre a la fuerza armada o a la ocupación beligerante entre Estados (conflictos armados internacionales) o cuando ocurre una situación de violencia armada prolongada entre las autoridades gubernamentales y un grupo armado organizado o más, o entre esos grupos (conflictos armados no internacionales)”(Melzer & Kuster, 2019).

El Derecho de Guerra fue codificado en las Convenciones de Ginebra de 1949. Dicho instrumento establece que cuando haya una parte no estatal (habiendo una estatal), y esta esté al mando de un comando responsable; que ejerce un control sobre un territorio y que pueda llevar adelante operaciones militares, este actor estatal queda vinculado al cumplimiento del DIH (Meza-Lopehandía, 2017).

El DIH parece no ser exactamente claro sobre bajo que aspectos un actor no estatal puede verse vinculado por este. Pero al parecer, pareciera que el criterio común es la intensidad del control territorial ejercido, o más generalmente, la sustitución de las funciones que tradicionalmente ejerce el Estado. (Meza-Lopehandía, 2017).

En el caso del conflicto del Tigray y teniendo en cuenta lo anterior, el TPLF si está obligado al cumplimiento del DIH.

Bibliografía empleada


[1] En 1994 es aprobada una Constitución, tras tres años de reorganización a partir del fin de la dictadura comunista que vivió el país desde 1977. El país adopta el nombre de República Federal de Democrática de Etiopía y se divide el territorio en las actuales nueve regiones federales (Ediciones Océano de Chile S.A., 2008), 2008).

[2] Coalición étnica compuesta por 4 grupos /etnias: Tigray, Oromo, Ahmara y etnias sureñas.

[3] Si bien Al-Shabaab ya existía antes del 2006 como brazo armado de las Cortes Islámicas, gracias a la presencia militar etíope el grupo se radicalizó aún más. De hecho, en 2009 el ejército etíope se retiró debido a las cuantiosas bajas sufridas por los atentados terroristas de Al-Shabaab.

[4] Del inglés “golpear y correr”. Ataques rápidos que no necesitan de una gran cantidad de hombres ni armamento pesado.

[5] Enmarcado en la teoría de los juegos, donde ningún jugador posee estrategias dominantes. El juego citado también es conocido como dilema del prisionero.

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