El 2 de abril de 1982, las Fuerzas Armadas argentinas llevaron a cabo una operación militar conjunta para restablecer el pleno ejercicio de nuestra soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur.

La Operación “Rosario”, tal como fue denominado el desembarco anfibio para recuperar nuestros archipiélagos australes, fue planificada y ejecutada en forma impecable, logrando la rendición de las tropas inglesas sin causarles heridos ni muertos pese a su fuerte resistencia y la abrumadora superioridad combativa de las tropas argentinas.

Sin entrar en las consideraciones geopolíticas y los intereses mezquinos de las autoridades de la dictadura militar que gobernaba la República Argentina y la dura crisis económica y política que sufría el gobierno conservador de Margaret Tacher, el presente análisis pretende destacar algunos aspectos relativos al equipamiento, capacidades, organización y adiestramiento de las Fuerzas Armadas argentinas para cumplir un mejor desempeño en el conflicto de 1982.

Resulta difícil de comprender que, tras haber sufrido la pérdida de 649 heroicos compatriotas y el pleno ejercicio de nuestra soberanía sobre aquellas islas australes, ni las autoridades militares de la dictadura ni los presidentes civiles elegidos democráticamente desde 1983 hasta el presente hayan tomado en serio la Política de Defensa Nacional (PDN), entendiendo a ésta no sólo como la necesidad de contar con Fuerzas Armadas suficientemente equipadas y adiestradas para custodiar el territorio, mar y espacio aéreo del octavo país más grande del mundo, sino también la preparación del conjunto de las capacidades científico-tecnológicas, industriales, de transporte y movilización de reservas en caso de conflicto bélico.

En ese orden, a continuación describiremos algunas de las lecciones “aprendidas” durante la Guerra de Malvinas y que aún hoy, 40 años más tarde y con 649 muertos, siguen sin aplicarse por desinterés, desidia y falta de visión estratégica de la dirigencia política argentina.

Veamos algunos ejemplos concretos:

1: Inteligencia, Vigilancia y Reconocimiento (ISR) y Aeronaves de Patrulla Marítima (MPA)

En 1982 la Fuerza Aérea Argentina (FAA) y la Armada de la República Argentina (ARA) contaban con medios obsoletos, inapropiados e insuficientes para brindar alerta temprana y control de los buques, submarinos y aeronaves propias y del enemigo en la inmensidad de nuestro mar y espacio aéreo.

Los Boeing B-707 de la FAA eran aviones civiles para transporte de personal y carga, no tenían radares ni sensores específicos para ISR y MPA como sistemas SIGINT, FLIR, MAE, MAD, sonoboyas, etc. La ARA tenía apenas dos Neptune que fueron dados de baja en medio del conflicto por su antigüedad y permanentes fallas del radar, lo cual impidió monitorear el movimiento de la flota (buques y submarinos) y Patrullas Aéreas de Combate (PAC) británicas, lo que habría reducido las pérdidas de vidas y medios y aumentado la eficacia de los ataques propios sobre los medios y tropas británicas.

El lector recordará que los B-707 tenían que acercarse hasta los buques de guerra ingleses para que -con sus propios ojos y cámaras comerciales- los tripulantes tomaran fotos de los buques, la posición y composición de la flota inglesa. Esto era en extremo arriesgado para los tripulantes de los aviones argentinos, que no sólo fueron interceptados por los aviones Sea Harrier de los portaaviones ingleses sino que también hasta debieron evadir los misiles antiaéreos que les lanzaron los destructores británicos.

Por otra parte, destacamos el rol clave del Neptune en la exitosa detección del Destructor HMS “Sheffield” y el guiado de la escuadrilla de cazas “Super Etendard” armados con misiles antibuque AM-39 “Exocet” del Comando de la Aviación Naval Argentina (CANA), que hundieron ese navío inglés.

Hoy, en 2022, ni la FAA ni la ARA cuentan con satélites de observación (por instrumentos ópticos y/o radar), ni aviones, ni drones de alcance estratégico para contar con las capacidades esenciales de ISR y MPA, que son tan útiles en tiempos de guerra como también en época de paz, ya que su flexibilidad operativa permite emplearlos en la vigilancia y control del tráfico aéreo y marítimo, pesca ilegal, búsqueda y rescate (SAR), etc.

2: Aviones de Combate

En 1982 la FAA era la Fuerza Aérea más poderosa de Latinoamérica y contaba con casi 150 aviones de combate. Aproximadamente un tercio eran cazas supersónicos “Mirage” M-III, IAI M-V “Dagger” y “Nesher” (estos últimos transferidos por la Fuerza Aérea del Perú) y el resto subsónicos, teniendo unos 40 A-4B/C “Skyhawk”, una decena de bombarderos BAC MK-62 “Canberra” y unos 40 IA-58 “Pucará” de producción nacional operativos. Por su lado,

Si bien la cantidad de aeronaves de combate “puro” estaban en sintonía con la amplitud territorial y extensión de nuestras fronteras, los M-III y M-V carecían de sonda de reabastecimiento en vuelo (lo cual reducía su radio de acción y apenas les permitía llegar a Malvinas) mientras que los A-4B/C sí tenían esa capacidad pero no contaban con radares ni misiles para combate aire-aire ni antibuque.

El hecho de que tanto los “Dagger”, “Nesher” y “Skyhawk” tuvieran que lanzar bombas de caída libre sobre los buques británicos les exigía volar sobre los mismo, incrementando las chances de ser derribados, lo cual se tradujo en la gran cantidad de pilotos y aeronaves que perdió la FAA en Malvinas.

Por el lado de la Armada también se notó la diferencia abismal entre la capacidad de los A-4Q “Skyhawk” que usaron bombas y los más modernos “Super Etendard” que emplearon misiles AM-39 “Exocet” para hundir a los buques ingleses.

La lección aprendida en Malvinas es que tanto la FAA como la ARA deben tener pilotos de caza y ataque correctamente adiestrados para operar en forma específica y/o conjunta, y contar con aviones supersónicos equipados con radares y misiles aire-aire y antibuque que les permitan dominar el espacio aéreo y marítimo de jurisdicción e interés nacional.

Hoy, a 40 años del conflicto, ni la Fuerza Aérea ni la Armada Argentina cuentan con cazas supersónicos en servicio; los pilotos de la FAA siguen sin ser instruidos ni adiestrados en el ataque a blancos navales (buques); carecemos de misiles aire-aire de medio y largo alcance; el escaso remanente de AM-39 están vencidos pese a que CITEDEF posee la capacidad para fabricar los motores y componentes pirotécnicos necesarios para extender su vida útil.

3: Helicópteros

Al comenzar la Guerra de Malvinas las Fuerzas Armadas argentinas disponían de una escasa dotación de helicópteros para las reales necesidades que debían cumplir, no contaban con sistemas de visión nocturna ni IFF para (identificación amigo-enemigo) y solo los Alouette III de la Armada poseían capacidad de lanzar misiles (aire-superficie, de muy corto alcance).

Los británicos trajeron más de cien helicópteros -casi cuatro veces más que la que desplegaron las FFAA argentinas- de diversos modelos, la mayoría de uso común en sus tres fuerzas, con toda su logística para operar desde buques y en tierra, los cuales fueron intensamente utilizados, de día y de noche, en ataques con misiles y ametralladoras contra buques argentinos, con torpedos y bombas de profundidad contra el submarino ARA “San Luis”, trasladando tropas, municiones y piezas de artillería, etc.

En 1982 la FAA y el EA compartían en sus respectivas dotaciones varias decenas de los helicópteros UH-1H, SA-315B “Lama” y CH-47 “Chinook”. Además, la Fuerza Aérea poseía una veintena de Hughes 369/500 (fabricados en Argentina) y varios Bell 212; el Ejército contaba con una decena de SA-330 “Puma”; y la Armada disponía de una veintena de helicópteros de tres modelos diferentes, a saber: “Sea King”, “Sea Lynx” y “Alouette III”.

Cuarenta años después, las FFAA argentinas disponen de un tercio de la cantidad de helicópteros operativos en 1982, la mayoría de ellos fabricados hace más de 50 años, con prestaciones y tecnologías desfasadas para un conflicto bélico.

4: Submarinos

Al comenzar el conflicto con el Reino Unido la Armada Argentina poseía cuatro submarinos, dos de los cuales eran de la Clase U-209 (muy modernos) y dos Clase “Guppy” en etapa de desprogramación por su nivel de obsolescencia.

Dada la importancia estratégica del arma submarina, años antes de 1982 la ARA había encargado a Alemania la construcción del Astillero “Domecq García” para fabricar y mantener en nuestro país seis submarinos oceánicos de la Clase TR-1700, además de iniciar los estudios de factibilidad para dotarlos de un reactor nuclear como sistema de propulsión.

Volviendo a Malvinas, la Armada Argentina desplegó el submarino ARA “San Luis” (Clase U-209, incorporado en 1974), el cual  atacó a la flota inglesa en tres ocasiones. Pese a que no logró hundir ningún buque enemigo por fallas en el sistema de control tiro de los torpedos, su sola presencia en las aguas malvinenses generó un gran desgaste operativo y logístico a los buques y helicópteros ingleses que buscaban destruir al submarino argentino.

Por su parte, los británicos desplegaron varios submarinos convencionales y nucleares en Malvinas y, el 2 de mayo, el HMS “Conqueror” atacó al Crucero ARA “General Belgrano”, pereciendo 323 de sus 1093 tripulantes (casi la mitad de las bajas argentinas). La gran amenaza que implicaban los submarinos ingleses  derivó en el inmediato repliegue de la Flota de Mar argentina a aguas costeras.

Los submarinos, convencionales y especialmente los nucleares, son Unidades Tácticas capaces de generar Efectos Militares Estratégicos, ya que pueden hundir buques enemigos, infiltrar tropas especiales para la marcación de playas, brindar cobertura antisubmarina, realizar misiones de inteligencia y sabotaje, sembrar minas navales, etc.

A cuatro décadas del conflicto y tras la trágica pérdida del ARA “San Juan” en noviembre de 2017, la Armada Argentina no tiene ningún submarino operativo. La falta de interés y responsabilidad, tanto de las autoridades políticas como militares, generó que no sólo no contemos con al menos un submarino en servicio sino que también se cancelara la construcción de los cuatro que se iban a fabricar en nuestro país, perdiendo no sólo una capacidad militar importantísima como lo es el Arma Submarina, sino también el know how de los profesionales/técnicos que los construyen, mantienen y operan.

5: Medios y adiestramiento para el combate nocturno

En Malvinas la mayoría de los combates entre unidades de infantería tuvo lugar durante la noche.

Los británicos contaban con una gran dotación de visores nocturnos y equipos de comunicaciones personales, radares de detección de personal, municiones trazadoras para sus infantes y bengalas disparadas desde morteros y piezas de artillería de campaña y embarcadas. Además, tenían un gran adiestramiento en combate nocturno.

Las tropas argentinas, tanto en 1982 como en la actualidad, tienen una exigua dotación de visores nocturnos (no alcanza para equipar al uno por ciento de los efectivos) y su adiestramiento es muy bajo a nivel específico y menos aún a nivel conjunto.

6:  Organización, cadena de mando y conjuntez

En Malvinas cada una de las Fuerzas Armadas argentinas llevó a cabo “su propia guerra”, es decir, salvo en la Operación “Rosario” y algunas otras excepciones, durante el resto del conflicto cada fuerza hizo lo mejor pudo sin coordinar con las otras, lo cual derivó en una menor capacidad de infringir daños al enemigo, bajas por el propio fuego, un mayor esfuerzo logístico y operativo, etc.

Mientras los británicos traían a sus mejores tropas para operar en Malvinas, como la III Brigada de Comandos, Paracaidistas y efectivos adiestrados en el Ártico, los altos mandos argentinos movilizaron la III Brigada de Infantería de Monte, adaptada a un clima y ambiente geográfico totalmente diferente al teatro de operaciones malvinense.

La conjuntez brilló por su eficacia en el bando inglés y estuvo ausente en el argentino. Hoy, a cuatro décadas de Malvinas, los ejercicios conjuntos son una excepción entre las Fuerzas Armadas argentinas, la lección duramente aprendida en el campo de combate no se aplica por falta de recursos. El Estado Mayor Conjunto (EMCO) sigue siendo una instancia de “coordinación” en vez de tener mayor jerarquía y que de éste dependan orgánicamente las tres Fuerzas Armadas.

7: Logística, movilización e industria nacional

El Reino Unido demostró la gran capacidad de movilizar una enorme flota al otro extremo del globo en muy poco tiempo, a saber: más de 100 buques, casi 200 aeronaves y más de 20.000 efectivos de la RAF, RN y Royal Army (RA).

También contaban con un importante número de C-130 “Hércules” y otras aeronaves que transportaron personal y medios entre Gran Bretaña, Isla de Ascensión y las Malvinas.

Los ingleses tenían los medios más modernos disponibles en el mercado mundial, muchos eran de diseño y producción local. Antes de la Guerra de Malvinas la Armada Argentina había adquirido destructores Tipo 42 y helicópteros Sea Lynx de fabricación británica, la Fuerza Aérea Argentina tenía bombarderos BAC “Canberra” y bombas de procedencia anglosajona, etc.

Además, tenían una gran homogeneidad en el equipamiento de sus Fuerzas Armadas, destacándose, por ejemplo, que las unidades aéreas de la Royal Air Force (RAF) y Royal Navy (RN) contaban con el mismo tipo de aviones y helicópteros (Harrier/Sea Harrier y Sea King). Aeronaves y pilotos de la RAF operaron sin problemas desde buques los buques mercantes y militares que envió el Reino Unido a Malvinas.

La Argentina, si bien contaba con una importante base industrial para la Defensa, aún no tenía el nivel para diseñar y fabricar sistemas de armas complejos como misiles antiaéreos, antibuque, helicópteros, torpedos, radares, sonares, gafas de visión nocturna, etc.

Cuarenta años después del conflicto, la industria de defensa argentina -tanto del sector público como privado- lucha por no desaparecer tras décadas de políticas pendulares (privatizar o estatizar), donde el Estado nacional no apoyó ni fomentó proyectos estratégicos a largo plazo con presupuestos plurianuales (por ejemplo: producción de submarinos, buques, aviones, helicópteros, misiles, drones, etc.) que apalanquen el desarrollo de PYMEs para fabricar sistemas de armas acordes a los desafíos del campo de batalla actual.

La Marina Mercante argentina apenas sobrevive como los Astilleros públicos y privados que no reciben la debida atención de las autoridades políticas, las cuales deberían fomentar la construcción de nuevos buques y que sus tripulaciones fueran locales, lo cual redundaría en una menor fuga de divisas por fletes que se abonan a las empresas navieras extranjeras y una mayor independencia y soberanía al contar con la capacidad propia para efectuar operaciones de comercio exterior (importación y exportación de mercaderías).

Los tendidos ferroviarios y la infraestructura aeroportuaria así como las medidas que se brindaban en las décadas de 1940 a 1970 para fomentar la aviación deportiva disminuyeron la capacidad de movilidad estratégica a una fracción de la disponible en 1982. El reciente anuncio de la inminente construcción de una Base Naval Integrada y un Polo Logístico Antártico en Ushuaia son buenas señales pero requieren ser acompañadas por un Plan Estratégico para recuperar pistas, hangares, muelles, talleres y arsenales, etc.

La falta de una ley de reservas militares tras la eliminación del Servicio Militar Obligatorio y las diversas iniciativas para que los Liceos Militares no brinden formación en el uso de armas genera un serio problema en caso de un conflicto bélico a gran escala.

Conclusiones

No caben dudas que las autoridades de facto que gobernaban la Argentina en 1982 fueron totalmente irresponsables al embarcar al país en una guerra para la cual no estaban preparadas, equipadas ni adiestradas sus Fuerzas Armadas.

Los errores cometidos a nivel político, diplomático y estratégico militar en nada opacan el heroísmo y coraje de los pilotos, marinos y soldados argentinos que, cuando la Patria los necesitó, no dudaron en arriesgar sus vidas para enfrentarse en un combate muy desigual contra la tercera potencia militar del mundo, apoyada por EE.UU., los demás países de la OTAN y otras naciones más afines con los intereses británicos que los legítimos derechos de soberanía que le corresponden a nuestro país sobre las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur.

La desinversión constante a la que han sido sometidas las Fuerzas Armadas argentinas ha derivado en una virtual incapacidad de que éstas puedan cumplir con la misión que les asigna la Constitución Nacional en cuanto a la defensa del vasto territorio nacional y la riqueza en recursos naturales que poseemos tanto en nuestra tierra como en el mar.

Durante la Guerra de Malvinas los argentinos perdimos 649 hombres. Son 649 héroes que suman más motivos para seguir exigiendo el reconocimiento de nuestra soberanía sobre los archipiélagos australes que usurpó el Reino Unido. Son 649 razones para que los políticos argentinos, gobierno y oposición, entiendan de una buena vez que la Defensa Nacional no se improvisa, no se organiza y prepara de la noche a la mañana, no es barata y si no se invierte en ella luego es tarde para llorar la pérdida de vidas de nuestros compatriotas.

Confiamos en que, más pronto que tarde, todos los partidos políticos argentinos se sienten a debatir y consensuar aquellos grandes lineamientos que deben mantenerse firmes en cuanto a la organización, equipamiento, despliegue, adiestramiento, presupuesto, tecnología y producción nacional para la Defensa de la República Argentina.

A cuarenta años de la Guerra de Malvinas, que esta causa, que nos identifica y cohesiona a todos los argentinos, nos sirva para reafirmar la voluntad de nuestra nación de afianzar la soberanía e integridad territorial desde La Quiaca en el norte hasta la Antártida en el sur, desde Mendoza en el oeste hasta el límite de nuestra Plataforma Continental en las aguas del Atlántico Sur al este.

¡Honor y Gloria a nuestros Caídos y Veteranos de la Guerra de Malvinas!

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5 COMENTARIOS

  1. Si señor! excelente nota. No están nuestros dirigentes a la altura de las circunstancias así que habrá que trabajar mucho para que nuestra sociedad genere lo que nos falta. ¡Gloria y honor a nuestros caídos y veteranos de la guerra de Malvinas!

  2. Me gustaría dejar constancia de que la Fuerza Aérea Argentina solamente desplazo dos helicópteros Bell 212 y CH-47 Chinook, los primeros trasladados dentro de un C-130 Hércules y los C-47 en vuelo directo desde la Base Río Gallegos. Regresando el día 9 de Junio, habiéndose disparado desde una fragata Inglesa misiles sea wolf, superficie/superficie y posteriormente seguidos por una escuadrilla de Sea Harrier. No pudiendo ser intersectados por los mismos.

  3. La sociedad y los políticos tienen que entender que no es posible en las actuales circunstancias que vive Argentina, lograr un desarrollo sostenido del país si no toman conciencia que una “pata” del mismo, necesariamente se encuentra en el poder disuasorio de Fuerzas Armadas debidamente equipadas y capacitadas. Un ejemplo claro se encuentra en la piratería pesquera existente en el Atlántico sur a la que hay que combatir y que hoy Argentina es completamente vulnerable.

    Por supuesto insisto, es imposible pensar en Fuerzas Armadas equipadas y capacitadas si la situación económica no lo permite, pero también insisto, las políticas generales de recuperación no pueden estar divorciadas de una política de Defensa que conlleve los mismos objetivos. Una cosa es complementaria de la otra.

    Y en este punto hay que hacer una aclaración y debería ser tomada como una premisa condicionante: para que el equipamiento militar sea el adecuado: los sistemas de armas “sensibles” que equipen las FFAA y de Seguridad no deben estar sometidos a ningún tipo de veto. Y en esto la ciencia, tecnología e industria nacional tienen un papel preponderante que cumplir.

    Por último, todos aquellos que participaron en la contienda, los que volvieron y los que quedaron, merecen nuestro eterno reconocimiento.

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