Por Farah Camila Nahir

Tras la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial, se generó un vacío de poder en Corea en el que las potencias decidieron intervenir. En Postdam negociaban el establecimiento de un régimen de administración conjunta entre la Unión Soviética y Estados Unidos. Sin embargo, más tarde se propuso dividir la península en dos áreas de influencia delimitadas a partir del paralelo 38.

A lo largo de la ocupación japonesa en la península se fue manifestando un sentimiento nacionalista pero siempre con distintas ideas sobre cómo debería ser el futuro de Corea. Estas condiciones internas impidieron el establecimiento de una unión de fuerzas políticas con una concepción común de unidad nacional, lo que sumado a la intervención extranjera, llevó a la división del país en dos polos opuestos.

Al norte del paralelo 38 la Unión Soviética apoyó, entrenó y financió al Partido Comunista y el Comité interno del pueblo. Mientras que al sur Estados Unidos instauró un gobierno militar conocido por sus siglas en inglés como USAMGIK y formó el Partido Democrático de Corea de carácter conservador.

La rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética no hizo más que acrecentar las hostilidades ya existentes entre las distintas facciones que coexistían a lo largo del territorio coreano y termino derivando en uno de los mayores conflictos regionales del siglo XX.

Ambas facciones tenían la certeza de que la reunificación de la península sólo podría lograrse por medios militares y por lo tanto durante los años previos a 1950 se registraron numerosos enfrentamientos fronterizos que buscaban propiciar la guerra. Sin embargo, era el Norte el que tenía más ánimos de iniciar la guerra ya que por un lado la Unión Soviética, si bien dudosa, nunca desaprobó los planes de guerra y sumado esto la Revolución China había triunfado y por lo tanto llevó al poder a un régimen amigo (Manríquez, 2010).

El 25 de junio de 1950, las tropas norcoreanas traspasaron el paralelo 38 en una operación llamada “plan de ataque preventivo”.  La reacción norteamericana no se hizo esperar y automáticamente convocó de emergencia al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Bajo la ONU se reunieron unas fuerzas mínimas ya que Estados Unidos se encargó del grueso del despliegue, de los costes y de comandar a todas las fuerzas. El gobierno norteamericano justificó ello como una “acción policial” para hacer valer las resoluciones de Naciones Unidas y no una declaración de guerra (Romero de la Rosa, 2016).

El primer año de la guerra con armamento convencional se estima que dejo un saldo de más de 1 millón de civiles surcoreanos y norcoreanos muertos o desaparecidos. En cuanto a fuerzas militares fueron alrededor de 400 mil del Ejército Popular de Corea del Norte, 227 del Ejercito de Corea (del Sur) y se oscila que entre 200 y 500 mil voluntarios chinos, 37 mil estadounidenses y 4 mil aliados de Naciones Unidas (Romero de la Rosa, 2016). Finalmente, tras un empate de fuerzas, el 27 de julio de 1953 se realizó la firma de un armisticio por parte de Naciones Unidas, Corea del Norte y China ya que el gobierno surcoreano se negó a firmarlo.

La guerra oficialmente todavía continúa en la península y tras 70 años el conflicto ha sabido traspasar las fronteras de los dos Estados en disputa para convertirse en un problema de agenda global. El desarrollo del programa nuclear norcoreano es una cuestión de seguridad que no sólo incumbe a Corea del Sur sino también a sus vecinos.

La crisis nuclear

Desde 1948, el gobierno de Kim Il Sung se caracterizó por una mezcla de reino confuciano basado en el modelo dinástico de la época de Choson, combinado con un Estado socialista totalitario. Para este gobierno, el periodo de dominación colonial japones generó un fuerte sentimiento nacionalista y, en consecuencia, el deseo de no ser dominado nunca más por otro país.

A mediados de los años 50 y como consecuencia del proceso de desestalinización, Kim Il Sung dio a conocer la ideología “Juche”. Según él, la idea central de Juche es la autosuficiencia y el orgullo nacional, donde Corea del Norte debe adaptar los principios marxistas leninistas a las condiciones nacionales, como expresa en su discurso: “No estamos comprometidos en la revolución de ningún otro país, sino únicamente en la revolución coreana”. En el artículo 3 de la constitución se esboza que Corea del Norte se guía siempre en la idea juche, entendida como una visión del mundo centrada en las personas, una ideología revolucionaria para lograr la independencia de las masas populares.

Según algunos autores el término literalmente significaría ser subjetivo en lo que respecta a los asuntos coreanos, poniendo a Corea en primer lugar en todo. Por lo que podemos decir que el significado central es una combinación de autosuficiencia nacional y un fuerte nacionalismo coreano. A su vez, en escritos posteriores se esbozaron 3 principios de autoconfianza dentro de Juche: la independencia de lo extranjero, la autosuficiencia económica y sobre todo la independencia militar.  

Por otro lado, su sucesor, Kim Jong Il implementó la política de “Songun” enfocada en hacer de Corea del Norte un país fuerte y poderoso brindando seguridad nacional frente a las amenazas externas. Además,  buscaba cortejar al Ejército Popular de Corea y brindarles acceso prioritario a los escasos recursos del Estado, con el objetivo de lograr su apoyo frente al periodo turbulento de sucesión (Habib, 2011).

Desde un principio, Corea del Norte se vio motivada a desarrollar un aparato militar fuerte debido no sólo a la inseguridad frente a la amenaza de Estados Unidos y el establecimiento de sus fuerzas en el sur y en Japón sino también como una forma de legitimar el régimen, sobre todo luego de la caída de la Unión Soviética y frente a nuevo sistema internacional. En relación con esto último, el desarrollo de un programa nuclear sería lo necesario para brindarle mayor peso a nivel internacional y como una estrategia de disuasión.  

Si bien en 1985 se adhirió al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) no tenía permitido inspecciones en las instalaciones de Yongbyon para verificar el cumplimiento del tratado y garantizar que el desarrollo de energía sea únicamente para fines pacíficos (Sanchez, 2019).

Con la caída de la URSS y la muerte de Kim Il Sung, Corea del Norte entra en una situación económica delicada, la cual no impidió que se continue destinando recursos a la industria pesada. La implementación de la política de Songun significó que gran parte de lo que era recaudado por el Estado sería destinado al programa nuclear. Para esta altura, la comunidad internacional ya sospechaba que el régimen disponía de más plutonio que el declarado y por ello denegaba las inspecciones de la OIEA.

Estados Unidos, con el objetivo de frenar el programa nuclear de Corea del Norte, inició conversaciones en 1993. Si bien se logró un acuerdo en el que el régimen se comprometía a congelar y eventualmente a desmantelar su programa nuclear, las conversaciones terminaron beneficiándolo ya que recibió ayuda estadounidense para construir dos reactores nucleares de producción de energía y así solucionar su carencia de recursos energéticos.

Las tensiones que se creyeron atenuadas volvieron a escalar en 2003. Una nueva crisis se gestaba cuando el gobierno estadounidense hizo publico que Corea del Norte había admitido estar desarrollando un programa nuclear secreto de enriquecimiento de uranio en incumplimiento del TNP (Bustelo, 2003).

Tras la estrategia fallida de Clinton, la administración de Bush optó por una línea menos conciliadora, la implementación de una política de “hawk engagement” y la inclusión del régimen al listado de “Eje del Mal”.  Mientras, Corea del Norte exigía nuevas concesiones: que EE.UU. garantice que no habría ataques preventivos, el reconocimiento formal del régimen y un pacto de no agresión y tratado de paz con el país estadounidense (Avellaneda & Araya, 2009).

El endurecimiento de la relación, la suspensión de envió de petróleo y la poca negociación terminaron desencadenando el efecto opuesto si lo que se buscaba era un cambio de actitud del régimen. Para 2003, Pyonyang avisaba a la comunidad internacional el desarrollo de su programa a través de la salida del TNP y tres años más tarde realizó la primera prueba con misiles nucleares.

En 2017 nos adentrábamos en una tercera crisis nuclear. La llegada al poder de Kim Jong Un seis años antes vino acompañado de un discurso que enfatizaba en lo militar y en la amenaza directa tanto al sur como a su aliado Estados Unidos. Ese discurso fue llevado a la practica cuando se dio a conocer la existencia de programas de misiles balísticos intercontinentales capaces de llegar a casi todo el planeta sumado a la miniaturización de cabezas nucleares creadas para complementar dichos misiles. Con la prueba de este misil y la amenaza de un ataque nuclear contra EE.UU. las tensiones volvieron a aumentar.

En 2018 la situación que llevó a la crisis nuclear tomo un cambio de rumbo: de las tensiones a la negociación. “El encuentro que tuvieron los dos líderes coreanos – Kim Jong Un de y Moon Jae In – el 27 de abril de 2018 es histórico en el sentido de que es la primera vez que un líder norcoreano viaja a Corea del Sur desde finales de la Guerra de Corea en 1953” (Soto Rodríguez, 2018, p.14).

En la cumbre entre los líderes del norte y sur de Corea acordaron la firma de un futuro tratado de paz en la península además de nombrar la zona desmilitarizada en el paralelo 38° en una zona de paz, la disminución del armamento e impulsar nuevas conversaciones para lograr la desnuclearización de la península.

Ese mismo año, en Singapur se reunieron por primera vez Kim Jong Un y Donald Trump. El principal motivo de la cumbre fue aliviar las tensiones con vísperas al desarme. Por otro lado, se discutió sobre el compromiso de las partes para lograr una paz estable y duradera en la península coreana. Finalmente se firmó un documento que compromete a las partes a la desnuclearización de la península. Sin embargo, no se especificó ni cómo ni en qué tiempo se lograría tal objetivo.

De esta manera, Kim Jong Un “le mostró al mundo que ya no era el líder de un “reino ermitaño” y trajo a casa una victoria de propaganda estableciéndose como un líder de clase mundial a la par con un presidente estadounidense en funciones. También pudo persuadir a Trump para que suspendiera los ejercicios militares conjuntos entre Estados Unidos y Corea del Sur” (Shin & Moon, 2019, p. 36)

El actual accionar del régimen norcoreano estuvo enfocado en “el reconocimiento de igualdad estatal y soberana por el presidente Trump” (Soto Rodríguez, 2018, p. 16). A esta altura hay que considerar que Corea del Norte ha logrado un nivel alto de disuasión militar que le permitió cambiar la estrategia nacional. Gracias a la capacidad nuclear Kim Jong Un es ahora capaz de sentarse en la mesa de negociaciones con una posición más fuerte (Shin & Moon, 2019, p. 37). 

La cumbre de Hanoi en 2019 dejó en claro las demandas específicas del gobierno de Corea del Norte. Pyongyang ofreció desmantelar las instalaciones en Yonbyon bajo supervisión de Estados Unidos a cambio del levantamiento de cinco resoluciones del Consejo de Seguridad impuestas al régimen (Moon, 2019). Sin embargo, las peticiones no generaron ningún resultado por lo que Corea del Norte continuó con sus pruebas de misiles.

Al día de la fecha el régimen norcoreano lanzó un misil sin identificar hacia el mar de Japón y defendió en Naciones Unidas su derecho a probar y desarrollar armas como una forma de protegerse de sus enemigos. El “gobierno nipón consideró que el proyectil parece ser un misil balístico, y fuentes surcoreanas citadas por la agencia Yonhap indicaron que voló menos de 200 kilómetros, que alcanzó una altitud máxima de 60 kilómetros y que “muestra diferentes características que lo testado previamente por el Norte” (Braun, 2021).

Conclusiones

El programa nuclear es clave para mantenerse en el poder. El régimen considera una posible intervención de Estados Unidos para su colapso y por ello el desarrollo de las armas tiene como primer objetivo disuadir a Washington (Arteaga & Esteban, 2017). “Por consiguiente, cualquier acuerdo destinado a contener el desarrollo de dicho programa, debería incluir garantías de seguridad por parte de EE. UU. orientadas a evitar esa posible intervención (Arteaga & Esteban, 2017).

El objetivo de la desnuclearización de la península no se logrará si Estados Unidos no presenta recursos que puedan ser considerados, tal como el retiro de tropas y armamento de Corea del Sur, ya que Corea del Norte no tendrá nada que negociar. De esta forma si bien las sanciones han tenido efecto alguno en empujar al régimen a las negociaciones es hora de encontrar una solución distinta. Pyongyang no considerará realmente la desnuclearización si Estados Unidos continúa con su política hostil y la amenaza contra el régimen.

Soto Rodríguez (2019, p. 21) considera que la reunificación de la península y que Corea del Norte abandone su programa nuclear podría darse en tres décadas cuando el entorno internacional sea más favorable para China. Sin embargo, el futuro es aún incierto.

Si bien uno de los principales objetivos de la comunidad internacional es el desmantelamiento de armas nucleares, el escenario actual demuestra que los avances son pocos y que éste sigue siendo un gran problema de seguridad internacional. Por un lado, Estados Unidos a lo largo del tiempo ha utilizado diferentes instrumentos desde la diplomacia hasta los económicos para evitar que Corea del Norte adquiera más armas nucleares. Corea del Sur ha optado por una política exterior basaba en dos pilares: brindar oportunidades al norte y una coexistencia pacífica.

Tratar con Corea del Norte se ha convertido en uno de los desafíos más difíciles de la política internacional actual. La cuestión no encontrará pronto una solución si ya se han intentado desde las amenazas y sanciones hasta la ayuda económica y cooperación con Corea del Norte. Todos los intentos del pasado cuando se creyó haber avanzado, rápidamente se desplomaron debido a la continuación de pruebas de misiles.

Frente a la postura de la nueva administración de Biden y el retorno de una política poco conciliadora, debemos preguntarnos ¿existe una nueva estrategia para lidiar con la amenaza norcoreana o ya se han agotado todos los recursos?

Referencias

Avellaneda, M. B., & Araya, M. E. (2009). Crisis nuclear con Corea del Norte. El Cid Editor.

Braun, A. (2021). Pionyang pone a prueba a Seúl lanzando otro misil. Agencia EFE: https://www.efe.com/efe/espana/mundo/corea-del-norte-lanza-un-misil-sin-identificar-hacia-el-mar-de-japon/10001-4639469

Bustelo Pablo (2003). Dilemas de la crisis nuclear con Corea del Norte. El País: https://elpais.com/diario/2003/01/16/opinion/1042671607_850215.html

Habib, B. (2011). North Korea’s nuclear weapons programme and the maintenance of theSongunsystem. The Pacific Review, 24(1), 43–64.

Manríquez, J. L. L. (Ed.). (2010). Historia mínima de Corea. El Colegio de Mexico AC.

Romero de la Rosa, A. (2016). La Guerra de Corea: el conflicto vivo de la Guerra Fría (Trabajo Fin de Grado). Universidad de Zaragoza.

Sánchez, M. D. C. A. (2019). Programa nuclear de Corea del Norte,¿ un riesgo real para la seguridad internacional?. InterNaciones, (16), 63-89.

Shin, G. W., & Moon, R. J. (2019). North Korea in 2018: Kim’s Summit Diplomacy. Asian Survey59(1), 35-43. Soto Rodríguez, M. (2018). La cuestión de Corea del Norte: implicaciones geopolíticas para la reunificación de la península coreana. Instituto Investigaciones Estratégicas de la Armada de México. Recuperado el 25 de octubre de 2019 de http://www.asociacioncolegiosdefensaiberoamericanos.org/acdibero/asset/34f4f37c-43c9-4b8e-9471-4c687fe1ccd2/Boleti%CC%81n+octubre

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2 COMENTARIOS

  1. Rusia y USA lo que más temen es la unión de ambas Coreas,no lo permitirán y mantendrán siempre está división actual,ha como de lugar

  2. Si nunca se unen Corea del Norte será siempre pobre, 683 euros renta per cápita contra 27.659 del Sur, los jóvenes del Sur conducen Hyundai cupe y manejan móviles Samsung, y en el norte esto es ciencia ficción.

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