¿Qué tuvieron en común la gestión de Enrique Mosconi al frente de YPF (1922-1930) y las gestiones de los Contraalmirantes Pedro Iraolagoitía y Oscar A. Quihillalt y del Vicealmirante Carlos Castro Madero entre 1950-1983 al frente de la CNEA? Mientras que el objetivo y las acciones contribuyentes se orientaron a implementar una política independiente y eficiente en el manejo del petróleo como condición necesaria para el desarrollo de las industrias nacionales, en el segundo caso se buscó generar la capacidad de decisión propia en materia de investigación, desarrollo, producción y usos de la energía nuclear. ¿Qué más tuvieron en común? Pese a las coyunturas contrastantes, la clave del modelo de desarrollo industrial que impulsaron se ubicó esencialmente en el tipo de pensamiento estratégico que digirió ambos procesos. Dentro de este marco, ¿Cuál era el rol que dicho pensamiento le otorgaba a la educación y a la formación profesional? Instituciones que transmitieran conocimiento teórico-práctico, pero además que funcionasen como centro de investigación y desarrollo asociados a la estructura productiva. La visión abarcaba desde la educación secundaria, con eje en las escuelas técnicas/industriales, a la universidad. La sinergia resultante (pese a no pocas adversidades) fue el resultado de definir las necesidades nacionales prioritarias, por un lado, e identificar las claves tecnológicas del sector, por el otro.   

El valor diferencial de ambos procesos se explica por un esfuerzo destinado a constituir organizaciones que sean generadoras de capacidades tecno-productivas estratégicas, así como infraestructuras de Investigación y Desarrollo articuladas a ellas. Esto demandó mecanismos para favorecer la transferencia de los resultados a la producción. La orgánica no se antepuso a los desafíos derivados de las metas establecidas, sino que lo que ordenó el accionar fueron hitos concebidos a partir de pautas donde el desarrollo tecnológico operó como principio rector, incorporándose a productos y servicios. Para eso fue decisivo el estímulo a la complementación intersectorial y una política que no separó la educación y la ciencia de la tecnología y la producción.

Pese a la ‘globalización’, la ‘incertidumbre’ y que la asignación de recursos en Defensa supuestamente rivaliza con agendas siempre ‘más urgentes’, financiar las inversiones a través de procesos sistémicos de modernización relativos a la obtención y gestión de los medios puede ser un camino alternativo para explorar bajo determinados parámetros. Esto significa concretamente partir de que la industria de defensa integra la industria nacional. Es decir, debe tomarse en consideración como una de sus ramas y no transitar un recorrido paralelo o al margen de esta. Construir lazos en el tejido industrial debería ser una meta permanente.

Es llamativo que, a un año del centenario de la creación de YPF y a 71 años de la conformación de la CNEA, los rasgos fundamentales del modelo de desarrollo que instrumentaron sigan vigentes. En el siglo XXI, las características que suelen remarcarse como definitorias para el crecimiento económico y el bienestar social son el conocimiento y los avances tecnológicos. El conflicto y la guerra como fenómenos político-sociales no escapan a estas circunstancias.

Ahora bien, la expresión Know how cuyo significado es “saber hacer” ha sido y es utilizada para referirse a la tecnología. Sin embargo, disponer del conjunto de conocimientos específicos que la constituye permite la elaboración de las instrucciones necesarias para la producción de bienes y de servicios. La simple posesión de esas instrucciones, que son expresiones materiales e incompletas de los conocimientos (plantas, diseños, especificaciones, normas, manuales) y la capacidad de emplearlas, no supone que automáticamente el usuario se haya vuelto detentor de los conocimientos que permitirán su generación, o sea, de la tecnología. De esto se deriva la necesidad de considerar que las instrucciones constituyen el saber cómo hacer (know how o técnica) y no por qué hacer (know why o tecnología).

De acuerdo con esta lógica, una estrategia sistémica demanda la conformación de núcleos profesionales enfocados en el dominio de las tecnologías transversales clave. Si la disponibilidad de recursos económicos es una condición necesaria, la planificación como la implementación de acciones consistentes que multipliquen sus alcances depende en buena medida de disponer de los profesionales para intervenir. Desde la perspectiva de un país, las personas son su activo más esencial.

Entre el conjunto de tareas a realizar hay dos aportes centrales. Por un lado, evaluar las características del entorno estratégico de la época a fin de colaborar con los diagnósticos del nivel estratégico nacional y exponer fundamentos técnicos para la selección de las alternativas disponibles. Por el otro, gestionar los planes y programas enlazando las dinámicas estratégico-militares con las geopolíticas.

Lo que intento argumentar es la complejidad que diferencia al perfil necesario en estos asuntos implica desafíos que merecen ser abordados en profundidad. Personas con la capacidad de integrar su saber técnico-profesional con variables geopolíticas. Nuevamente la educación y la formación constituyen pilares esenciales. Por cierto, cuando una decisión en el campo de la defensa no se adopta en forma aislada sino en función de una estrategia que contemple los diversos ambientes operacionales, la elección de tecnologías a ser importadas y en qué condiciones, así como la elección de tecnologías a ser desarrolladas localmente, cómo y dónde conforman un continuo que extiende sus alcances y beneficios más allá de lo previsto inicialmente. Se asuma en forma explícita o no, adquirir en el extranjero un Sistema de Armas es una decisión de alta política lo mismo que su empleo (No una atribución “natural” de los civiles, los políticos o de los militares). Por eso, cuando el general Douglas MacArthur planteó utilizar armamento nuclear, la administración Truman descartó la idea.

En todo caso, el punto es que toda elección tendrá su impacto, incluso el desarrollo propio. Por cierto, las derivaciones no necesariamente ocurrirán en esta misma esfera. En el marco del relacionamiento entre países, la separación entre asuntos estratégicos y negocios sucede mientras no se traspasen ciertos límites.      

Enfocar la problemática de los equipos y armamentos agrupándolos en segmentos, es un ejercicio válido para emparejar requerimientos, soluciones tecnológicas transversales y los recursos humanos necesarios. Además, para organizar prioridades e identificar cuál es el canal de obtención más adecuado en virtud de los factores que se ponderen. Entre los múltiples interrogantes posibles de formularse, los que siguen apenas intentan aproximar la cuestión: ¿De quién/es nos defenderemos en las próximas décadas? Frente a las vulnerabilidades que tenemos ¿Podemos pensar en combinar una “estrategia digital” con una “analógica”? Dentro de la primera, ¿Dónde enforcarse?

  1. C4I – STAR (Comando, Control, Comunicación, Computación e Inteligencia – Vigilancia, Detección y Reconocimiento), Sensores y Guerra Electrónica.
  • Ciberdefensa: Machine Learning e Inteligencia Artificial aplicados a criptografía y criptoanálisis; funciones criptográficas aplicadas a la seguridad en entornos de red con funciones virtualizadas; aseguramiento de flujos de trabajo mediante tecnologías de blockchain; modelado de vectores de ciber-ataques incluyendo ataques a sistemas de toma decisiones basados en Machine Learning, Big Data y denegación distribuida de servicios (DDoS); protocolos para la interoperabilidad OLT- ONU/ONT agnósticos para redes ópticas pasivas de Banda Ancha – Gigabit (GPON).
  • Armas, Municiones y explosivos: Defensa Antiaérea, Armas de Energía Dirigida, nuevos materiales, materiales energéticos y pirotécnicos, micro y nanotecnología.
  • Equipamiento individual
  • QBNR (Químico, Bacteriológico, Nuclear, Radiológico).
  • Plataformas Militares: Tecnologías en Estructuras, Aviónica, Sensores, Actuadores y Sistema de propulsión, SNT (Sistemas No Tripulados), Plataformas Espaciales de Interés de la Defensa.

Tecnologías transversales: Materiales estratégicos, Blindajes/protecciones, Tecnologías Furtivas, Sistemas de Guiado y Control, Computadora de abordo, Inteligencia Artificial, sistemas de generación y de almacenamiento de Energía, Cargas Útiles, Comunicaciones, Estación de control, Sistemas de misión, Micro y nanotecnologías.

En el plano de las personas, ¿Cuántos físicos, ingenieros en Electrónica y Microelectrónica, en Sistemas, en Telecomunicaciones, Mecánicos, Químicos, en Materiales, Navales, Metalúrgicos y en Armamentos tiene Argentina? ¿Cuántos Matemáticos, estadísticos, Informáticos y científicos de la Computación? ¿Qué actividad están desarrollando y cómo aprovechamos sus capacidades? ¿Es posible interactuar con ellos desde el Sistema de Defensa?

Tal como he planteado en el comentario anterior, si el centro de gravedad principal de los intereses nacionales argentinos se encuentra en el Atlántico Sur, sería pertinente que tanto alguno de los sensores actualmente desplegados, así como los nuevos medios que se obtengan (mediante alguno de sus tres canales) se oriente a fortalecer las capacidades de Vigilancia y Control efectivo por debajo del Río Colorado. ¿Cómo alineamos los requerimientos, los recursos humanos y la estructura orgánica alrededor de Programas de Investigación y Desarrollo orientados a lograr soluciones tecnológicas de interés operacional, de carácter interdisciplinario e intersectorial? ¿Cómo integramos la razón de ser del Instituto de Investigaciones Científicas y Tecnológicas para la Defensa (Citedef) y de las Direcciones de Investigación y Desarrollo (DIGID) a este cometido? Entre las muchas opciones, el fomento de programas centrados en tecnologías transversales puede beneficiar a más de un usuario.

Asimismo, sería pertinente elaborar y poner en práctica una estrategia de gestión del conocimiento tecnológico de defensa que permita que los resultados de la investigación científica y el desarrollo tecnológico llevados a cabo en la jurisdicción sean utilizados en provecho de la Defensa Nacional, así como en aquellos casos en que presenten una aplicación dual, redunden en beneficio de la sociedad mediante su patentamiento o registro bajo otro derecho de propiedad intelectual o industrial, a fin de contribuir al progreso científico, tecnológico y productivo nacional.

Para finalizar, quisiera apelar a Jorge Sábato, quien expresó en una entrevista en el año 1972: “(…) Se ha podido arribar a algo tan contundente como un elemento combustible que funciona bien en un reactor de potencia, porque la ideología que ha servido de sustento a tantos años de trabajo ha sido una ideología correcta. ¡Una vez más se ha probado aquello de que para obtener sólidos resultados concretos nada mejor que disponer de un etéreo conjunto de ideas abstractas!

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Aureliano Da Ponte
Candidato a Doctor en Economía y Gestión de la Innovación (UCM-UAM-UPM). Magíster en Economía y gestión de la innovación (UCM-UAM-UPM); en Estrategia y Geopolítica (ESG-UNDEF); en Defensa Nacional (FADENA-UNDEF). Cursó la Maestría en Ciencia Política (UTDT). Lic. en RRII. Profesor de Factor Científico-Tecnológico y Profesor Adjunto de Defensa Nacional (ESG-FE-UNDEF).

2 COMENTARIOS

  1. La integración de la capacidad intelectual ; profesional; y técnica del país es evidente te excelente; aunque la dedicación de la industria a la defensa es una utopía; tanto como algunos empresarios ; la calidad de los políticos y en particular los gremios hacen de cualquier emprendimiento una mera utopia

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