Apenas unos diez a quince países -EE.UU., China, Rusia, Francia, etc.- de los más de 220 que hay en todo el mundo, poseen un Producto Bruto Interno (PBI) tan significativo que les permite tener Fuerzas Armadas (FFAA) integradas por personal adiestrado, además de una cantidad suficiente de los Sistemas de Armas (SdA) más modernos disponibles en la actualidad.

Para los neófitos en materia de Defensa, los Ejércitos se estructuran -a grandes rasgos- en Unidades Tácticas (UT), normalmente Regimientos o Batallones; tres a cuatro UT forman una Brigada o Gran Unidad de Combate (GUC) y, tres a cuatro Brigadas constituyen una División de Ejército o Gran Unidad de Batalla (GUB).

La Brigada es la mínima organización autónoma de combate que responde al concepto de “Sistema de Armas Combinados” y, además de Regimientos de Infantería o Caballería, está integrada por Unidades de Comunicaciones, Artillería, Ingenieros, Logística, etc.

Tomando como ejemplo al Ejército Argentino, un Regimiento tiene tres Compañías de 120 a 150 soldados cada una, por lo que una Unidad Táctica agrupa 400 efectivos; una Brigada tiene 1.500 a 2.000 uniformados y una División 4.500 a 7.000 soldados, aproximadamente.

Considerando sólo el aspecto cuantitativo de estos niveles de la organización militar de combate, se podría intuir -erróneamente- que una Brigada tendría tres a cinco veces mayor poder de fuego y maniobra que una Unidad Táctica; en tanto que una División debería tener diez a quince veces más capacidad que un Regimiento.

Sin embargo, el arte de la guerra no es una ciencia exacta y los aspectos cuantitativos no son, por sí solos, los únicos que determinan el resultado de un conflicto bélico.

En este sentido, generalmente, las Fuerzas Armadas tienden a potenciar su aspecto cualitativo, esencialmente priorizando la formación técnico-profesional de sus efectivos, su liderazgo y valores morales; así como su adiestramiento a nivel Específico (con otros elementos de la misma Fuerza), Conjunto (con otras FFAA nacionales) y Combinado (con unidades extranjeras); además de la tecnología y el alistamiento de sus sistemas de armas.

Integrando los conceptos de lo cualitativo y cuantitativo, resulta obvio que lo ideal es disponer de FFAA importantes en cantidad y calidad de recursos humanos y medios. Lamentablemente, salvo las principales potencias del globo, los demás Estados no tienen un PBI suficiente para tener Fuerzas Armadas -cuali y cuantitativamente- de vanguardia.

Por lo expuesto, en naciones en vías de desarrollo -como la Argentina- sería lógico que su Política de Defensa privilegie lo cualitativo por sobre lo cuantitativo. Entre las Unidades Tácticas que nuestro país debería priorizar por sus características cualitativas intrínsecas, se encuentran las siguientes: los Regimientos de Infantería Aerotransportada y de Asalto Aéreo; las Compañías de Comandos, Fuerzas Especiales, Buzos Tácticos e Ingenieros de Guerra QBN (Química, Bacteriológica y Nuclear); los Escuadrones de Helicópteros, de Aviones de Transporte y Cazabombarderos; las Unidades de Drones, de Defensa Antiaérea y Ciberdefensa; los Submarinos; entre otras.

Dado que en las últimas décadas los sucesivos gobiernos asignaron entre el 0,7 y 0,9% del PBI a la Defensa y que, encima, no hubo lineamiento político nacional ni estratégico militar conjunto que priorizara el alistamiento de las Unidades Tácticas citadas anteriormente; actualmente nuestro país carece de capacidades militares creíbles, ya que ni siquiera se privilegió el mantenimiento y fortalecimiento de las organizaciones cualitativas, pequeñas en cantidad de efectivos pero con el potencial necesario para producir un “Efecto Militar Estratégico” (EME) por sí mismas.

Con respecto al “Efecto Militar”, éste refiere al tipo de consecuencias que genera en el adversario una acción -efectiva y/o disuasiva- de las FFAA propias. En esa línea, el Efecto Militar puede tener implicancias tácticas o estratégicas, según sea el grado de impacto que produzca en la voluntad de lucha del enemigo. A modo de ilustración, un Efecto Militar Táctico (EMT) podría ser el rechazo de un ataque terrestre a un Regimiento, mientras que un Efecto Militar Estratégico (EME) sería la destrucción de un portaaviones enemigo.

En el primer caso, contrarrestar el ataque a una Unidad Táctica de Infantería implica negar al enemigo la conquista de un determinado espacio físico en el terreno, pero eso -por sí solo- no tendría una incidencia estratégica que forzara la rendición del adversario. En cambio, el hundimiento de un portaaviones -ya sea mediante el uso de torpedos disparados desde un submarino o de misiles lanzados desde aviones- sí podría constituir un Efecto Militar Estratégico, tal como lo afirmó el Comandante de la Fuerza de Tareas británica que combatió en Malvinas[1].

En términos de recursos humanos y presupuestarios, un portaaviones está tripulado por 800 a 4.500 hombres y su construcción cuesta alrededor de 1.000 a 5.000 millones de dólares (sin contar las aeronaves embarcadas); en tanto que una Escuadrilla de cinco a diez cazabombarderos con misiles antibuque implica U$S 30 a 400 millones y 50 a 200 efectivos (entre pilotos y mecánicos).

A principios de 1982 la Argentina disponía de cinco aviones “Super Etendard” (SUE) y otros tantos misiles antibuque “Exocet”. Con estos medios, la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque de la Armada ejecutó tres misiones exitosas, en la primera de las cuales hundió al destructor HMS “Sheffield”, en la segunda al portacontenedores “Atlantic Conveyor” y, en la tercera, averió seriamente al portaaviones HMS “Invencible”, sin sufrir bajas humanas ni pérdidas de material.

Resultan evidentes las ventajas de tener Unidades pequeñas en número de efectivos pero con personal adiestrado y medios con armamento de última tecnología. La Armada Argentina arriesgó la vida de dos pilotos en cada misión mientras que la Marina Real tenía, en promedio, casi dos centenares de tripulantes en cada buque que operó en el conflicto del Atlántico Sur.

Se aprecia la gran desproporción entre la cantidad de tripulantes de los buques ingleses, la cantidad de bajas (muertos y heridos) y los costos (económicos y operativos) que implicó para Inglaterra la pérdida y avería de los buques citados precedentemente, en comparación con la exigua estructura de la Unidad Táctica de la Aviación Naval Argentina equipada con el binomio SUE y “Exocet”, la cual sólo arriesgó la vida de dos pilotos en cada misión y no sufrió ninguna baja humana ni pérdida de material por accidentes ni acción del enemigo. 

En aquel conflicto también se desplegó el moderno submarino ARA “San Luis”, incorporado en 1974 a la Armada Argentina, el cual tenía una tripulación de unos treinta hombres, bastante menos que los casi 250 tripulantes de un destructor como el HMS “Sheffield”. Durante la guerra de Malvinas el ARA “San Luis” atacó a la flota inglesa en diversas oportunidades, pero -debido a fallas en el sistema de control tiro y los torpedos- no logró hundir buques enemigos. Sin embargo, su sola presencia en el teatro de operaciones implicó un enorme esfuerzo, operativo y logístico, para la flota británica, que mantuvo en permanente alerta máxima a las tripulaciones de sus buques (con el estrés y desgaste que ello genera al personal), el empleo intensivo de helicópteros para tareas de detección y eventual ataque contra el submarino argentino, etc.

Por su lado, los británicos desplegaron submarinos convencionales y nucleares en Malvinas y, uno de estos últimos, el HMS “Conqueror”, hundió -el 2 de mayo de 1982- al Crucero ARA “General Belgrano”, causando la muerte de 323 tripulantes (casi la mitad de las bajas argentinas en toda la guerra) además de provocar el inmediato repliegue de todos los buques de la Armada Argentina a aguas costeras para evitar que fueran hundidos.

Como se aprecia, los submarinos son Unidades Tácticas navales capaces de generar Efectos Militares Estratégicos pues permiten atacar buques capitales del adversario, infiltrar/exfiltrar tropas especiales para la marcación de playas idóneas para ulteriores desembarcos anfibios, misiones de sabotaje y espionaje, sembrar minas navales, etc.

En pleno siglo XXI también se podría plantear el tipo de Efecto Militar que podría lograr un típico Regimiento de Infantería -400 hombres equipados con fusiles FAL- versus el que podría tener una Unidad Táctica de Ciberdefensa compuesta por igual cantidad de soldados que, en vez armas de fuego, usarían sus conocimientos en informática y telecomunicaciones para -con sus notebooks y desde cualquier lugar- afectar al enemigo mediante ataques a sus sistemas de comando y control, destruir o negar el uso de sus infraestructuras críticas (red eléctrica, sistema financiero, etc.), etc.

El lector puede intuir, con justa razón, que una Unidad Táctica de Ciberdefensa, de igual dimensión -o incluso bastante menor- que un Regimiento de Infantería o Caballería puede lograr un Efecto Militar Estratégico, mientras que estos últimos -por más modernos que sean sus fusiles o tanques- difícilmente podrían, por sí solos, generar más que un Efecto Militar Táctico.

No obstante lo expuesto, es preciso tener presente que los Regimientos de Infantería y Caballería tienen su razón de ser, y los Ejércitos modernos necesitan disponer de un adecuado balance de las diversas Armas, Tropas Técnicas, Servicios de Apoyo, etc.

Las Fuerzas Armadas -de cualquier país- integran y complementan las capacidades específicas de las Unidades que tiene su Armada, Ejército y Fuerza Aérea, de manera tal que, en su conjunto, deben propender a un adecuado balance en cuanto a la cantidad y calidad del personal y medios.

Considerar que se puede prescindir de ciertos componentes de las FFAA basado en un enfoque economicista sería negar las lecciones de la historia y de la evolución tecnológica, que llevaron al desarrollo de las diversas especialidades técnico-militares y los sistemas de armas que hoy existen.

Mientras la Argentina siga disponiendo de un presupuesto tan insignificante para sus FFAA como el de las últimas décadas, sería conveniente que la Política de Defensa priorizara el reequipamiento y adiestramiento de las Unidades Tácticas capaces de lograr Efectos Militares Estratégicos.

[1] En su libro “One hundred days”, el Almirante Sandy Woodward reconoce que perder uno de los dos portaaviones pondría en serio riesgo la reconquista de las Malvinas y, en caso de perder ambos buques (el “Hermes” y el “Invencible”), no tendría posibilidad de lograr la rendición argentina.


por Magíster José Javier Díaz*
*El autor es Master europeo (EOI) y Magíster ITBA en Dirección Estratégica, trabaja como Consultor. Fue Oficial de la Armada; Asesor del Presidente de FAdeA y de los Ministros de Industria, Comercio, Minería y Tecnología de Córdoba; de Defensa y de Seguridad de la Nación.

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5 COMENTARIOS

  1. Hay un cambio notable, una nueva RAM. La Fuerza Aerea debe dejar de lado los pilotos de combate, seran reemplazados por inteligencia artificial. El Ejercito americano, usa drones especiales de combate para que ingresen primero antes del grupo tactico, Rusia fabrica drones en el fondo del lecho marino indetectables hoy, etc. Si no se modernizan, quedaran arcaicos.

  2. Creo que hay que ser realistas. Puede que nuestro país alcance, alguna vez, ciertas capacidades futuristas, pero estamos hoy muy lejos de eso. Adhiero a que no se pueden recortar capacidades teniendo en cuenta solo costos, dado que por ahorrar unos pesos le quitamos a las FFAA, y al país, los medios necesarios para afrontar amenazas que pueden poner en duda hasta la propia existencia del estado y la soberbia y existencia de nuestro país. Lamentablemente hay políticos argentinos que no entienden estas cosas. Ya durante la guerra de Vietnam Robert McNamara creyó que una guerra se podía manejar con estadísticas y planillas de cálculo manuales solamente, y así les fue.

  3. Hay una sola causa…voluntad politica…no quieren tener unas ff aa respetables…se recorta en todos lados menos en lo politico…los politicos son el problema

  4. Excelente explicación. Gracias. Yo agregaría que las capacidades militares también son una herramienta política para una Nación, que la industria militar genera empleo y desarrollo tecnológico que impacta también en la vida civil. Es necesario que los civiles también aprendamos y comprendamos la importancia de las cuestiones de Defensa sin prejuicios y sin miopía.

  5. La defensa Nacional es un aspecto demasiado importate como para dejarlo en manos de nuestros políticos, que se han caracterizado siempre por politizar todos los aspectos del quehacer nacional..
    Politizaron la economía, politizaron la justicia y también politizaron la defensa nacional. Como conclusión destrozaron todo lo que tocaron y lo adecuaron a sus intereses personales y partidarios.

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