La irrupción del COVID-19 desató un pandemónium que dió por tierra con las premisas liminares que regían el sistema internacional tal como lo conocíamos desde la caída del muro de Berlín, aunque la globalización resultante del Consenso de Washington -consolidada como nunca en su faceta económica de concentración de la riqueza y del poder-, ya acumulaba retos a su concepción unipolar por potencias de segundo orden como China y Rusia.

Si, como dicen los expertos, en los últimos tiempos los Estados se debatían en la incertidumbre estratégica para definir la identidad del enemigo y asumir las nuevas amenazas que decantan muchas veces en guerras asimétricas (1), la aparición de un enemigo letal e imprevisible como la pandemia del coronavirus expuso la endeblez del poder político y económico mundial.

Este enemigo invisible, que llevó a los países más poderosos de la Tierra a declarar el estado de guerra, atacó la base de sustentación de los Estados: la población. No conforme con ello, los efectos pronto se diseminaron a otro plano de la dimensión estatal: el territorio.

Así las cosas, cuando aún resta definir la verdadera naturaleza del enemigo que desató las hostilidades -o si el COVID-19 es, efectivamente, un agresor o un instrumento de agresión (2), su imprevisibilidad pone a prueba la capacidad de reacción de los Estados sin un criterio unánime que determine las posibilidades de éxito y el cuántum de sus secuelas. Nadie sabe con certeza cómo detener el avance del virus, cuál es su período de supervivencia en el ambiente, cómo se traslada, qué medidas son más efectivas para frenar o neutralizar su diseminación hasta tanto se encuentre una vacuna.

Cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró al COVID-19 como pandemia y manifestó preocupación por el alarmante nivel de inacción de los Estados (3) , la prestigiosa revista de Relaciones Internacionales norteamericana Foreign Affairs clasificó al fenómeno como una amenaza para la seguridad nacional.

En simultáneo, el Centro MRC para el Análisis Global de Enfermedades Infecciosas dependiente del Imperial College de Londres advirtió acerca de los riesgos que implicaba para la salud pública.

En ese contexto de incertidumbre y pánico, la ciudadanía se encontró inerme ante los embates de un virus que ataca por igual a ricos y pobres en cualquier lugar del mundo (población y territorio), a sociedades desarrolladas con un sistema de salud avanzado y -con mayor razón-, a las de servicios de salud precarios.

Ciertos países europeos adoptaron la filosofía holandesa (4) como reacción, consistente en la decisión de no atender al grupo etario más vulnerable (los ancianos) con excusas inverosímiles de humanidad, abandonándolos a su suerte cual si fueran objetos de descarte.

De tal determinación se infiere el reflejo ontológico de la concepción de poder que las élites sustentan con fines eugenésicos, tendientes a la consecución del control demográfico mundial. La ideología de la globalización, que había diluido hasta límites de inexistencia las atribuciones del Estado-Nación, fragmentando la representación política y construyendo un orden económico de brutal concentración de riquezas en pocas manos y alta desigualdad, resultó incapaz de brindar respuestas a esta crisis.

Las instituciones de la gobernanza global (ONU, OMS), lejos de aportar certezas se limitaron a declarar a la pandemia como una gran tragedia y a verter recomendaciones de primeros auxilios. Los Estados, con diferentes cursos de acción y en capacidad de aglutinar la voluntad común frente al
desafío de la supervivencia, comprendieron por primera vez en décadas cuán indispensable resultaba el ejercicio del poder en el territorio para salvaguardar los intereses vitales de su población.

La faceta de esta nueva amenaza, cuyo potencial de letalidad se asimila al de una guerra convencional, convirtió a la impredecibilidad en vigilia estratégica.

En Argentina, la máxima instancia del poder nacional -con el beneplácito y la colaboración de todos los sectores-, movilizó esfuerzos, asignó recursos y pospuso el dilema de la crisis financiera del país para atender el más vital de los intereses: la vida y la salud de la ciudadanía. La ponderación de elementos hasta entonces desdeñados -verbigracia las hipótesis de conflicto, las nuevas amenazas, la Inteligencia para evaluar situaciones estratégicas y el despliegue de las fuerzas armadas para ayudar a conjurar la asechanza-, recobraron una centralidad que jamás debieron perder.

La planificación de la guerra contra el enemigo invisible se redujo a la táctica y a la operatividad en el frente de batalla, estableciendo allí el cuartel y los servicios sanitarios para actuar e indagar.

La prueba y error que caracterizan a las acciones carentes de certeza, por ciertos se desenvuelve entre paradojas: el aislamiento masivo y la interconexión global para intercambiar experiencias y tratar de establecer criterios sanitarios uniformes; la necesidad de inyectar liquidez a una economía mundial sumida en la recesión y las reticencias del sector financiero a resignar ganancias; el inesperado surgimiento del Estado como actor central frente al colapso y la retracción especulativa de los mercados; la revaluación de la política como instrumento de poder fagocitando a las ideologías que fragmentaban espectro social; la injerencia de los científicos en el proceso de toma de decisiones y la negligencia de algunos políticos a la cabeza de los gobiernos; la demanda de la sociedad al Estado para que los médicos y científicos tengan la conducción de la crisis y el minúsculo gesto de segregación de consorcios de propietarios en la metrópolis; la prioridad de la salud pública y el contraste con el derrumbe de la actividad económica, imprescindible para financiar cualquier política de Estado.

Elaborar estrategias eficientes requiere de datos y certezas. Cuando vemos que en nuestro país se desdeña el aporte de la Inteligencia por el enfoque doméstico persecutorio que se le ha asignado erróneamente, las potencias incrementan su uso para superar la incertidumbre estratégica y determinar con precisión las amenazas a la seguridad nacional.

La vigilia estratégica que, como concepto, dimana de la noción clausewitziana de vigilia defensiva en un conflicto, tiene como elemento sustancial a la Inteligencia. Ella permite rastrear con sigilo los movimientos del enemigo y encontrar datos e informaciones que contribuyan a la superación del estado de incertidumbre, indispensable en toda estrategia. La situación de vigilia, especialmente en los países afectados con posterioridad al estallido de la pandemia en Wuhan (China), permitió el accionar táctico-operacional a partir de la alerta temprana y la capacidad
de movilizar a toda la población en el cumplimiento de las medidas de aislamiento.

La Inteligencia de los Estados Unidos (5), por ejemplo, redoblaron la vigilia sobre los Estados con que tienen hipótesis de conflicto (China, Rusia e Irán) focalizándose en Internet para monitorear el flujo descomunal de información, evitando que se convierta en un arma contra sus intereses vitales al atacar a la población con contenidos falsos sobre la pandemia. El combate a los ciberataques sobre la estructura de seguridad y la economía, a la desinformación organizada, al robo de información estratégica, a la alteración de datos científicos que buscan una vacuna contra el virus COVID-19, el bloqueo de servidores o de la red internet, constituyen por estas horas la tarea de guerra de los servicios de inteligencia.

La Inteligencia militar y la doméstica trabajan con mensajería encriptada en este escenario de guerra psicológica que incrementa los riesgos a niveles que ponen en juego la supervivencia nacional. Ni China, ni Rusia, ni Gran Bretaña o Estados Unidos han cedido en sus operaciones de inteligencia
habituales, a pesar de la tregua que declaman en público.

Elaborar estrategias eficientes requiere de datos y certezas. Cuando vemos que en nuestro país se desdeña el aporte de la Inteligencia por el enfoque doméstico persecutorio que se le ha asignado erróneamente, las potencias incrementan su uso para superar la incertidumbre estratégica y determinar con precisión las amenazas a la seguridad nacional.

En el ámbito científico, las neurociencias pasan a ser parte del dispositivo de Inteligencia de los gobiernos serios del mundo (10), por su contribución al conocimiento científico de la conducta humana y del comportamiento social. Los ribetes políticos y económicos de la crisis, igualmente impredecibles, se combinan con las emociones individuales y colectivas, afectando no solamente al entorno social de un país sino a las relaciones internacionales. Prorrumpe entonces la angustia existencial que la crisis de valores del sistema postmoderno ocasiona, alentando el pánico en todas las latitudes. El hombre como ser social no encuentra las respuestas trascendentes que alguna vez la civilización halló en las religiones, de las que se distanció por la influencia materialista e individualista del sistema profano global.

La contribución de las neurociencias al sistema de Inteligencia de los Estados desarrollados finca en el aporte científico al proceso de toma de decisiones del poder político en situaciones de incertidumbre estratégica. Los hombres de ciencia anticipan la imperiosa vuelta a los valores sociales
de solidaridad, cooperación, inteligencia colaborativa, conocimiento especializado y sentido de propósito, como único atajo para abandonar la cultura individualista, algo que desde otro ángulo del científico se describe como la necesidad de pensar estratégicamente sin un enemigo designado y en un acto de revolución mental que nos obligue a abandonar ciertos hábitos y costumbres (11).

Hemos visto hasta aquí cómo los países desarrollados atribuyen un rol prioritario al instrumento militar y al aparato de inteligencia (12), combinándolos con el sistema de salud y el núcleo científico, para articular políticas de Estado que protegen sus intereses vitales, algo que la Argentina ha menospreciado en las últimas décadas.

La súbita propagación de la pandemia modifica conceptos, prejuicios y dinámicas dentro del poder político y de la opinión pública. A la par que se promueve una conciencia de valores altruistas para romper con el paradigma individualista, se torna ostensible el protagonismo de las instituciones tradicionales que la postmodernidad había declarado obsoletas.

La familia, las Iglesias de los diversos cultos cristianos, el Estado y las Fuerzas Armadas cumplen un rol indelegable e imprescindible en la mitigación de los efectos de esta guerra invisible. Y lo hacen actuando en dos de los más importantes factores geopolíticos de la nación: la población y el territorio.

La nueva amenaza reviste un cariz epidemiológico que exige respuestas inmediatas del Estado. El aporte científico y la Inteligencia con sentido estratégico coadyuvan al proceso de toma de decisiones en el máximo nivel de la conducción nacional.

No podemos darnos el lujo de prescindir de ellos para combatir en esta contienda impredecible.

Citas

  1. TELLO, Ángel. La incertidumbre estratégica. Revista Latinoamericana de temas internacionales, Vol. 4, págs. 147 a Buenos Aires, 1.998
  2. BORRELL, José Luis. Lo real es biopolítico y el falso dilema entre abrazar la peste o negar el poder. Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales. Buenos Aires, 21/03/2.020.
  3. Véase: Coronavirus: qué significa que la OMS haya clasificado al COVID-19 como pandemia. BBC, Londres
    11/03/2.020, en https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-51842708
  4. Véase: Filosofía holandesa ante el COVID-19… El Confidencial. La Haya, 27/03/2.020, en:
    https://www.elconfidencial.com/mundo/europa/2020-03-27/paises-bajos-coronavirus-colapso-culturamuerte_2517808/
  5. Véase: Espionaje y ciberataques en tiempos de pandemia, el desafío de los servicios de inteligencia. La Nación. Buenos
    Aires, 24/03/2.020, en: https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/coronavirus-servicio-inteligencia-nid2346775
  6. Véase: La inteligencia de EE.UU. acusa a China…, en: https://rpp.pe/mundo/actualidad/coronavirus-covid-19-lainteligencia-de-estados-unidos-acusa-a-china-de-ocultar-el-alcance-del-brote-en-el-pais-noticia-1255704
  7. Véase: Inteligencia advirtió a Trump… The Washington Post, 01/04/2.020, en: https://www.trt.net.tr/espanol/mundo/2020/03/22/the-washington-post-inteligencia-advirtio-a-trump-sobre-posiblepandemia-de-covid-19-en-enero-1382812
  8. Véase: Una inteligencia artificial detectó antes que nadie… La Vanguardia, 20/01/2.020, en: https://www.lavanguardia.com/tecnologia/20200129/473201406158/inteligencia-artificial-china-wham-viruscorona.html
  9. Véase: Coronavirus en Israel: espías y medidas antiterroristas… Clarín, 17/03/2.020, en: https://www.clarin.com/mundo/coronavirus-israel-espias-medidas-antiterroristas-pandemia_0_5xZDEE6P.html
  10. Véase: Facundo Manes: sobre cerebro, coronavirus y sociedad… Infobae, 04/04/2.020, en:
    https://www.infobae.com/coronavirus/2020/04/04/facundo-manes-sobre-cerebro-coronavirus-y-sociedad-vivimosun-trauma-global/
  11. Véase: TELLO, Angel. Op. Cit.
  12. Véase: SPOTA, Julio César. Atenea al servicio de Leviatán. La inteligencia como recurso estratégico del Estado nacional.

Bibliografía

BORRELL, José Luis. Lo real es biopolítico y el falso dilema entre abrazar la peste o negar el poder.
Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales. Buenos Aires, 21/03/2.020.

SPOTA, Julio César. Ateneo al servicio de Leviatán. La inteligencia como recurso estratégico del
Estado nacional.

TELLO, Ángel. La incertidumbre estratégica. Revista Latinoamericana de temas internacionales, Vol.
4, págs. 147 a 155. Buenos Aires, 1.998.

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Carlos Hermann Guttner
Abogado. Especialista en Derecho Parlamentario. Autor de publicaciones en materia de derecho constitucional, ambiental, municipal y laboral. Docente, escritor e historiador.

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