Las debilidades nacionales en cuestiones de seguridad han vuelto a poner en discusión política el rol de las FFAA. La trágica pérdida del submarino ARA “San Juan” con sus 44 tripulantes, ha desnudado el calamitoso estado de la defensa nacional.

La ciudadanía, conmovida por ambas situaciones, empezó a interesarse en las investigaciones y debates. La prensa ha tomado nota y puesto en la agenda mediática esos temas, usualmente limitados al gabinete nacional y los estados mayores militares.

Con la divulgación, empiezan a aparecer gran cantidad de expertos y supuestos peritos, que apelan a un lenguaje críptico y confuso. Siempre se presenta un trasfondo económico, de presupuesto, que balancea importancia nacional, urgencia coyuntural, demanda cívica, idoneidad de los funcionarios, y sobre todo: ideologías.

Respecto a lo naval, deberían ser los intereses marítimos los que condicionen el diseño de una Armada eficiente, con capacidad de presencia efectiva, control real y proyección eficaz de medios aptos. Al cabo, se discute una fuerza costera, o una flota fluvial y marina. Competencias muy específicas y limitadas, o razonable autonomía para operaciones de cierta complejidad. Marina chica vs. marina grande. Brown waters, blue waters[1]. Flotillas especiales o fuerza naval integral[2].

Todo empieza con el tratamiento de los Intereses Marítimos, que muchas veces son considerados in-abstracto. Los argumentos suelen ser mayoritariamente economicistas, lo que no es poco, considerando que toda guerra y conflicto tienen generalmente una motivación económica. Tallan, consecuentemente las cuestiones de los recursos de las áreas jurisdiccionales: Zona Económica Exclusiva (ZEE), plataforma continental y fondos marinos. También el tráfico mercante y líneas de bandera, de la capacidad de escolta o protección de convoyes, rutas y puertos.

Sin embargo, no hay que olvidar que las fuerzas armadas son también instrumentos militares de toda la política nacional. No sólo son custodia de los propios territorios, sino también de sus intereses locales o lejanos. Por eso se propone una capacidad de proyección adecuada. Si pensamos en los 5000 kms de extensión de nuestras costas marítimas, la enorme amplitud de nuestro mar jurisdiccional y su plataforma, los archipiélagos e islas que componen el patrimonio bajo control o en disputa, los territorios ultramarinos y las obligaciones internacionales, podemos afirmar, sin duda, que Argentina es una nación marítima.

Evidentemente,  esto normalmente no se aprecia claramente. Basta señalar que más de la mitad de la superficie que consideramos argentina, se agrupa en una sola provincia, tal vez la menos poblada y de constitución ideal.  Ella comprende las islas de Tierra de Fuego, de los Estados, Observatorio, los archipiélagos de Malvinas, Sandwich del Sur, Georgias del Sur, Orcadas del Sur, con sus centenares de islotes y rocas adyacentes, la Península de San Martín, las Shetland y el resto del sector antártico reclamado ante el Tratado Antártico, con sus propias islas y emergentes.

No parece poco para justificar una flota de apoyo logístico, investigación, balizamiento y control.

No hay razón lógica para excluir del análisis, la enorme red de grandes cursos hídricos, que conforman las principales vías de tránsito mercantil y actividad económica: el río de la Plata, el Paraná, el Uruguay. Tampoco los pasajes limítrofes e interoceánicos, como el Estrecho de Magallanes, el Canal Beagle y el Drake.

Sobre ese vasto espectro, la Nación ejerce también obligaciones internacionales de protección de la vida humana, como la búsqueda y el salvamento SAR (Convenio Solas 1914). Los medios que implica una cobertura de esa magnitud en cuanto a naves, aeronaves, adiestramiento y equipos, da un indicio de la organización que demanda.

Asimismo, la Convención del Mar (Jamaica 1982), impone a los estados litoraleños asegurar medidas contra la piratería. Cabe destacar, que ésta es definida como una serie de acciones ilegales, juera de la jurisdicción territorial, que alcanza las 12 millas marinas. Es decir, no es una tarea policial.

Todo eso es parte de la teoría. En muchas ocasiones, como este caso, resulta difícil de visualizar un planteo tan global que parece abstracto. Para hacer los argumentos más concretos y objetivos, podemos ayudarnos con referencias históricas propias. La historia nos sirve para aprender y evolucionar.

Así, relatemos sintéticamente algunos casos. En los Ríos de la Plata, Paraná y Uruguay, desde la independencia a la fecha (apenas 200 años), ha habido combates navales con los reinos de España y Gran Bretaña, el Imperio de Brasil, las repúblicas de Francia, Paraguay y Uruguay, además de confrontaciones entre flotas de estados provinciales secesionistas y caudillos personalistas.

Nuestro mar argentino también fue escenario de intervenciones armadas, de fuerzas navales. Los reinos de Francia, España, Portugal y Gran Bretaña, se disputaron posesiones. Más tarde, luego de la independencia, hubo confrontaciones y conflictos que implicaron a nuestra nación contra los EEUU (Malvinas), el imperio de Brasil (batalla de Carmen de Patagones), el Reino Unido de Gran Bretaña (Malvinas), Chile (río Santa Cruz y Canal Beagle), la Unión Soviética (pesca).

También fueron testigo de grandes batallas navales en la Primera y Segunda Guerras Mundiales, entre el Imperio Alemán y el Reino Unido (Batalla de Malvinas del Almirante Graf Spee y Batalla del Río de la Plata del Acorazado Graff Spee). La importancia estratégica ya resultaba interesante de apreciar.

Varios submarinos alemanes incursionaron en las playas nacionales y dos de ellos  se rindieron en Mar del Plata, en 1945, al final de la IIGM (U530, U977).

Durante la guerra fría entre los bloques occidental (NATO) y pro-soviético (Pacto de Varsovia), en la década del ´60, hubo incidentes submarinos en los golfos Nuevo y San Matías, presuntamente se habría tratado de naves soviéticas.

En 1976 hubo un serio incidente protagonizado por el buque oceanográfico británico RRS Shackleton, que exploraba sin permiso, la plataforma continental, al sur de Malvinas. Fue expulsado por la acción de un destructor y una avión de exploración de la Armada, bajo órdenes del gobierno nacional. El motivo de sus investigaciones nunca fue aclarado, pero se presume vinculada a determinar la presencia de petróleo. La guerra posterior ¿fue sólo debida a una decisión de la Junta Militar? No parece casual.

La crisis de los misiles entre EEUU y Cuba, generó la respuesta militar de la Organización de Estados Americanos (OEA). La política exterior de Argentina, se alineó con la medida internacional, y destacó dos destructores para participar del bloqueo a la isla.

Entre 1977 y 1978 hubo uproblemas con la URSS y países del Pacto de Varsovia, por encontrarse sus pesqueros estatales devastando los cardúmenes de merluzas de la ZEE. La Flota de Mar entera fue destacada en preservación de la pesquería y varios barcos fueron capturados. Durante una de las acciones, con mala meteorología, la lancha de uno de los destructores intervinientes fue tumbada, causando la desaparición de varios compatriotas marinos.

En 1978 hizo eclosión el largo conflicto limítrofe con Chile por las islas al sur del Canal Beagle. Estuvimos al borde mismo de la guerra, con una amplia movilización nacional. La escalada forzó la mediación papal, que conllevó a la firma del Tratado de Paz y Amistad de 1984. Al margen de la resolución pacífica del litigio, que evitó un final seguramente muy sangriento, a nivel nacional se subestimó la importancia y valor estratégico de las tres islas mayores (Picton, Lennox y Nueva), como del resto de islotes  y aguas adyacentes. A la Armada se le asignó el despliegue en Tierra del Fuego y la cobertura del área insular.

Desde 1982, año de la guerra con el Reino Unido de Gran Bretaña por la recuperación de los otros grandes archipiélagos australes de Malvinas, Georgias y Sandwich, la nación se encuentra en disputa alternativamente más fría o caliente, pero siempre con ese territorio usurpado y ocupado. En esa batalla, se demostró la eficacia de sistemas aeronavales de exploración, integrados a aviones navales de ataque bien dotados de misiles. Los mismo que fueron eficaces otros medios y unidades navales. El tremendo daño causado a la segunda escuadra ultramarina del mundo, hizo rever todo el equipamiento y doctrina de la OTAN.

En los años 90 se generó un debate internacional por el tránsito de buques con material radioactivo de desecho, entre Francia y Japón. Se sospechaba que los residuos eran arrojados en los fondos oceánicos. Aviones de exploración de largo alcance de la Armada detectaron los transportes, todavía a gran distancia, permitiendo que corbetas escoltaran su tránsito por el litoral argentino.

El conflicto entre Irak y Kuwait de 1990, desató la Operación Escudo del Desierto, convocando una alianza internacional, para imponer el cumplimiento de resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. Como decisión geopolítica nacional, el gobierno determinó integrar la coalición e implementó la Operación Alfil, enviando dos grupos de tareas, compuestos por un destructor, dos corbetas, un transporte con la logística y dos helicópteros de ataque.

Esos antecedentes se sumaron a los de Cuba y a la experiencia previa con efectivos terrestres en las operaciones de paz de la Organización de las Naciones Unidad (ONU), desde fines de la década del ´50. Así, a partir de 1991, se tomó un rol activo con presencia de medios navales, como un escuadrón de lanchas patrulleras y una sección de sanidad naval en América Central (ONUCA), una compañía de Infantería de Marina en Chipre (UNFICYP) y otra compañía en el batallón conjunto en Haití (MINUSTAH). Esas actividades de apoyo a las relaciones internacionales del país, especialmente en acciones humanitarias y OOMMPP[3], continúan hasta la fecha.

Cabe destacar que ONUCA, con el escuadrón naval argentino, fue la primera misión de la ONU dotado de una fuerza marítima propia; honor que se le reconocido a la Argentina y le cabe a nuestra Armada. Ese grupo de tareas fue trasladado al Golfo de Fonseca, desde Ushuaia, por un buque logístico del Comando de Transportes Navales, dotado de grúas y bodegas aptas. El personal de las dotaciones era intercambiado semestralmente, por vuelos de aviones de transporte de la Escuadrilla Aeronaval de Sostén Logístico. En los demás casos, fue frecuente el empleo de aeronaves de pasajeros de la FAA.

En junio de 2002 un gran mercante oceánico alemán, el Magdalena Oldendorff, quedó atrapado por los hielos antárticos cuando reabastecía bases rusas. Se encontraba a 2100 Millas Náuticas de Buenos Aires (5100 kms), es decir 10 días de navegación. Requería un buque especialmente apto para liberarlo de la barrera de témpanos que lo encerraba, y remolcarlo o rescatar su tripulación. La Armada destacó inmediatamente el Rompehielos ARA “Almirante Irízar” y un grupo aeronaval de helicópteros de transporte embarcados con capacidad antártica, en la exitosa misión de salvamento. Ello nos recordó el épico salvataje de la corbeta “Uruguay”, a la operación del noruego Otto Nordenkjold y su dotación, en 1904.

La flota pesquera de múltiples banderas, que arrasa actualmente el caladero argentino, en captura de calamar y merluza, en el límite de las 200 millas, es compuesta también por naves estatales (aunque naciones como China lo encubran con empresas de fantasía).

Desde el temprano nacimiento de la patria como tal, la Marina ha debido emplear sus mejores medios en el esfuerzo por preservar ese valioso recurso ictícola. Recordemos que desde su descubrimiento, las Islas Malvinas fueron objeto de conflictos internacionales permanente entre los reinos europeos.  Desde la toma de posesión nacional en 1820, el primer incidente militar ocurrió con la captura argentina de barcos balleneros ilegales americanos. A ello EEUU respondió enviando al navío USS Lexington, que asaltó la guarnición y tomó prisioneros a sus habitantes, generando una ruptura de relaciones que duró once años. Ante su accionar, la corona británica reaccionó, sustrayendo las islas.

El control de la pesca con naves y aeronaves de la Armada, dada la distancia de la costa, su mayor autonomía, velocidad, medios de detección, helicópteros embarcados, dotaciones para registro, etc. ha participado desde hace décadas, en una gran cantidad de capturas. Recuerdo dos períodos en particular entre los años 1991 y 1994, y luego entre 2003 y 2006, en que los infractores apresados se contaron por docenas.

Luego destacamos la actividad soberana del Capitán Piedrabuena, tanto en sus arrojados actos de salvatajes como en sus combates contra loberos y foqueros extranjeros en toda la Patagonia. Y mencionamos las expediciones de fuerzas navales de los comodoros de marina Py y Lasserre, para reafirmar la soberanía nacional, expulsar asentamientos de intrusos foráneos y establecer guarniciones navales (o subprefecturas), en la Isla de los Estados y Ushuaia, en Tierra del Fuego.

El creciente desarrollo de la piratería mundial e incipiente avance regional, es una amenaza potencial constante al tráfico marítimo y fluvial, poniendo las dotaciones civiles, sus naves y su carga en riesgo, exigiendo medidas de seguridad adicionales, encareciendo los costos de seguro, y por tanto incrementando los fletes de importaciones y exportaciones, lo que reduciría la competitividad nacional. Ya hubo denuncias en el Caribe.

Este sintético racconto, intenta ilustrar someramente, que los conflictos marítimos son eventos de ocurrencia frecuente en nuestras propias aguas. En la breve existencia de la Argentina, su mar da un claro testimonio de todas las variables de empleo de una escuadra de mar. Hemos sido capaces de grandes logros, de enfrentar y causar graves daños a fuerzas extranjeras, de explorar lejanos continentes, de plantar banderas en extremos remotos, de efectuar célebres rescates antárticos, de participar en operaciones internacionales complejas. También hemos sufrido muchas veces el subdimensionamiento o la vetustez de nuestro brazo armado. Hay una nueva posibilidad de reamarlo.

El potencial energético, minero, pesquero y comunicacional del mar argentino y los pasajes interoceánicos , exponen claramente su valor, sólo considerando el empeño en estas regiones de las grandes naciones (EEUU, RUGB, Brasil, China, Alemania, etc.).

¡No es verdad que no tengamos conflictos!.

Tenemos un conflicto permanente e carne viva, con tres grandes archipiélagos ocupados por el invasor británico.

¡Es falso que no hay hipótesis de conflicto!

La Antártida mantiene un endeble status quo, en base a un tratado cada vez más vulnerado y difícil de sostener.

El Reino Unido, intruso en las islas del sur y con protagónico interés antártico, reaviva su flota, con los dos más grandes portaaviones de su historia y una nueva línea de submarinos de propulsión atómica. China se expande por el mundo y estrena portaaviones, decenas de fragatas, buques anfibios y plataformas misilísticas nucleares, mientras desarrolla bases de apoyo militar y espacial en África y América (inclusive en nuestro país). Brasil se ha lanzado con determinación a concretar su propio submarino nuclear y activa su aviación naval de ataque embarcada en su remozado portaaviones. Chile continúa con su carrera de fortalecimiento del poder aéreo, naval y terrestre.

Es un error frecuente considerar al país entre La Quiaca y Ushuaia, cuando su reclamo llega al Polo Sur. También es un fallo de nuestra concepción pampeana, omitir frecuentemente lejanas pero importantes superficies, cuya devolución hemos exigido con sangre, como las islas Sandwich y Shetland del Sur.

La línea costera marítima no es el límite terrestre de nuestra patria, sino apenas el comienzo de nuestro territorio y jurisdicción marítima, cuya extensión es dos veces superior. Si no tenemos con qué sostenerlo, lo perderemos.

Cuando veamos el mapa en su extensión, conozcamos nuestra historia despojados de miradas sesgadas, y entendamos cuáles son los intereses reales del país, todo planeamiento geopolítico será más sencillo y el dimensionamiento y despliegue de las fuerzas armadas se hará naturalmente.

El país tiene una nueva oportunidad.

[1] Brown waters: aguas costeras y fluviales. Blue waters: aguas oceánicas, largo alcance.

[2] Se llama así a la integrada por una flota naval de superficie, un componente de aviación naval de ataque, una fuerza de desembarco de infantería de marina y submarinos.

[3] Operaciones Militares de Paz

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