A 20 días de haber llegado a Haití, la vicecomodoro Norma Arnoletto vivió la primera experiencia que le marcaría su estadía. Un container que hacía de oficina y dormitorio de unos militares se prendió fuego. Hubo 27 intoxicados y, para Norma, esta fue la primera vez que tuvo que demostrar por qué la Organización de las Naciones Unidas la había elegido para dirigir el Hospital Militar Reubicable. Dividió a los afectados en tres grupos, puso a los médicos a trabajar de acuerdo a sus especialidades y delegó el pedido de un helicóptero para trasladar a los pacientes que requerían internación de alta complejidad. Así empezó en 2016 la travesía de seis meses de la primera mujer en dirigir un hospital de la base de la ONU en una misión de paz.

La falta de mujeres peacekeepers, los voluntarios que trabajan en las bases de países altamente conflictivos, es casi la norma. En abril de este año, solo ocho argentinas participaron de una misión de paz, contra los 62 varones del país que ofrecieron sus servicios. A nivel global, el contraste es mayor: en ese mismo mes, de los casi 83 milpeacekeepers, solo 4 mil eran de género femenino. Norma lo sabe, ella estuvo en dos misiones de paz.

Mientras recuerda sus experiencias, Norma recorre los pasillos del Hospital Aeronáutico con la soltura habitual de los profesionales de la salud. Su ambo está impecablemente blanco, una colita prolija le recoge el pelo y unas hebillas le sostienen el flequillo. No lleva maquillaje ni accesorios: la única insignia que le importa es el brevete militar abrochado en su bolsillo que ostenta su rango. Antes de 2016 era la jefa de del Departamento de Diagnóstico por Imágenes, pero volvió de Haití con nuevo puesto y se convirtió en la subdirectora médico-técnica de la institución. Ahora cada vez que pasa por al lado de uno de sus “chicos”, los residentes que se formaron con ella, lo presenta con el orgullo de una mentora que guarda la nostalgia de sus años de aprendiz.

“El problema es que soy tímida, no me gusta que me saquen fotos, yo soy la que saco”, dice mientras posa afuera de su oficina, ante las miradas y risas cómplices de algunos de sus residentes. Si bien su fascinación por el ecógrafo apareció en su vida adulta, la medicina es su sueño desde los cinco años. Hace ya casi 30 años que dejó su ciudad natal, Pozo del Molle, e hizo su residencia en obstetricia en la Universidad Nacional de Córdoba. En el último año de facultad, mientras aprendía sobre embarazos de alto riesgo, se enamoró perdidamente del diagnóstico por imágenes.

Un nuevo rumbo

Su compromiso por la salud le abrió las puertas a una experiencia inolvidable. A meses de haber terminado la facultad, en 1993, Norma se enteró de que la Fuerza Aérea Argentina necesitaba médicos para una misión de paz en Mozambique y se alistó. El equipo salía en 10 días y en ese tiempo hizo los trámites y viajó hasta Córdoba para contarle la noticia a sus padres. Pasó seis meses en África haciendo guardias y ecografías y, una vez en la Argentina, Norma empezó el adiestramiento militar, entró a la Fuerza como médica y llegó al Hospital Aeronáutico.

La oficina de Norma está en el segundo piso del hospital, al lado de su querido departamento de diagnóstico por imágenes. Tiene un armario donde guarda su uniforme militar con todos los brevetes y condecoraciones de su carrera. En una pared colgó un tapiz que compró en Haití durante su misión. Un avión de la Fuerza decora su escritorio, junto a las fotos de diferentes misiones y el recuerdo de una ecografía que le hizo a una de sus “chicas”, hoy jefa de residentes en el hospital.

En 2007, se hizo cargo de la creación de la residencia de diagnóstico por imágenes y, años después, se convertiría en la primera subdirectora mujer. “Mis tareas son administrativas y de conducción, pero siempre vamos a seguir viendo pacientes porque somos médicos. Lo que más me gusta es estar en contacto con el paciente, es la primera vocación”, contó.

– ¿Cómo fue la experiencia de ser la primera directora mujer del Hospital Militar Reubicable?

Para nosotros en la Fuerza, es un honor que nos tengan en cuenta para representar al país, fue el hospital que estuvo en la guerra de Malvinas. De los 67 argentinos que éramos, 24 eran mujeres. Si bien las Fuerzas Armadas son órganos machistas, en mi experiencia en la Fuerza Aérea, no sentí nunca la distinción de género. Claro que esto evolucionó, hace 20 años no era así, una mujer no podía acceder a un puesto de conducción. Pero ahora es más fácil para las mujeres en la Fuerza. Sé que para otras mujeres puede ser más difícil y que tienen que hacer el doble para conseguir ciertas cosas, pero nunca me tocó vivir eso. En Haití yo era una mujer que fue a cumplir su función, y en esas misiones lo que importa es el rango, el género es algo circunstancial.

– La medicina también es una industria con muchos hombres, sin embargo fuiste pionera en dos ámbitos difíciles para las mujeres.

Sí, estoy en dos medios machistas. Siempre le digo a mis residentes mujeres más jóvenes que nunca levanten la voz, porque levantar la voz para los varones es sinónimo de fortaleza, pero a las mujeres las tildan de “histéricas”.

– ¿Cómo era la vida en la base?

Cuando me fui, me dijeron que nunca me iba a aburrir, y era cierto. En la base éramos casi 1500 personas. Teníamos consultorio a la mañana, atendíamos a los militares de Haití y al staff de ONU. Teníamos nuestra habitación y, en mi caso, estaba bueno ser directora porque no compartía el baño. Todos los viernes recibíamos la comida. La persona del menor rango trabaja tanto como la que más rango tenía, éramos todos iguales. No podías salir de la base, y si salías, tenías que seguir los protocolos de seguridad, por lo que vivíamos ahí dentro. Salíamos a correr, teníamos un gimnasio y una pileta.

– ¿Cuál fue la experiencia más memorable que tuviste en tus dos misiones?

En Mozambique, hice el primer parto que se hizo en el Hospital Reubicable fuera del país. Era la esposa de un señor que trabajaba en el lugar y no entendía por qué nos poníamos guantes y barbijo para el parto. Se asustó porque ellas tienen el bebé paradas y no sabía que le íbamos a hacer pero él quería que ella tuviera el bebé con nosotros. Cuando nació, el papá pegó un grito y dijo que se iba a llamar Argentina.

Tampoco me me voy a olvidar de un nenito haitiano de 6 años que vino vestido con una remera y sin zapatos. Me dijo ‘necesito que me vea un doctor’ y como estaba descalzo, tenía una infección en el pie. El niño estaba cubierto de sarna porque dormía con perros callejeros en una calle de tierra. Lo bañamos con un jabón desinfectante, le dimos de comer y un antibiótico para curar su pie. Fue una experiencia tremenda.

– ¿Volverías a pasar por una misión de paz?

Si me designan, tengo que hacerlo y lo haría. Lo bueno es que no importa al lugar que vayas, la experiencia personal siempre sobrepasa a la profesional.

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