La Guerra de las Malvinas desclasificada: Documentos británicos y estadounidenses levantan el velo del secreto sobre el conflicto anglo-argentino de 1982

Por Victor Gavrilov, historiador militar ruso

En 2012, cuando vencieron los 30 años de plazo de secreto, Gran Bretaña publicó los documentos relativos a las Guerra de Malvinas, entre Gran Bretaña y Argentina. Ahora, nuevos documentos desclasificados del Gobierno británico arrojan luz sobre la estrategia, en particular, del Ministerio de Asuntos Exteriores (FCO) durante la guerra, revelando ciertas fuerzas motrices de la política en Londres, las que se encuentran en general muy bien escondidas.

Asimismo, en 2015 el Archivo Nacional de los Estados Unidos (NARA) publicó gran parte de los documentos desclasificados de la época. Estos documentos tratan algunos aspectos interesantes con respecto a las relaciones dentro de la administración Reagan, en particular, entre los diferentes participantes de su círculo íntimo de poder.

Como muestran los documentos, los analistas británicos tanto en Londres como en su Embajada de Moscú estaban monitoreando los medios de comunicación soviéticos y extranjeros, en busca de los más mínimos detalles acerca del pensamiento del gobierno soviético. Ello en un momento que Londres trataba de obtener el apoyo incondicional de Estados Unidos y, además, neutralizar la influencia soviética en el conflicto.

Los documentos del archivo de los Estados Unidos hacen que resulte absolutamente claro que la Administración Reagan desde el principio, y sin vacilar, se puso de parte del Gobierno de Thatcher y brindó toda la ayuda necesaria al mismo.

Lord Carrington: “Mantener la pelota en el aire el mayor tiempo posible…”

Después que infantes de marina argentinos repentinamente desembarcaron  y capturaron las Malvinas, el Gobierno británico el 2 de abril rompió las relaciones diplomáticas con Argentina, y en secreto, ordenó a sus fuerzas navales bajo el mando del almirante S. Woodward, las  cuales “justo a tiempo” estaban tomando parte de los ejercicios  “Springtrain – 1982” cerca de Gibraltar, desplazarse hacia la isla de Ascensión. El submarino nuclear “Spartan” ya había sido destacado delante de ellos. De acuerdo con algunos informes, también había otro submarino nuclear británico en el Atlántico Sur, preparado para lanzar un ataque de misiles sobre Buenos Aires.

Ciertamente, el reporte de TASS  del 31 de marzo culpaba a Gran Bretaña por el aumento de la tensión, al haber enviado un submarino nuclear a la zona. El Reporte Diario de Inteligencia (National Intelligence Daily) de la CIA el 1 de abril señalaba que el 30 de marzo “uno o dos submarinos británicos de ataque y de propulsión nuclear, evidentemente fueron desplegados hacia el Atlántico Sur y podría estar en el Malvinas este fin de semana “. El informe también decía que “Argentina evidentemente tiene previsto una invasión tan pronto como mañana en las disputadas Islas Malvinas, si es que la cada vez más dura postura diplomática no otorga resultados ” [1] . Estos documentos contradicen las memorias de Thatcher, publicadas en 1993, en las que afirmó que nadie podría haber predicho más que en pocas horas el ataque argentino sobre Malvinas.

La verdad resulta todo lo contrario. Es más, en su mensaje personal enviado a Reagan el 31 de marzo, escribió: “Conocerás acerca de los perturbadores informes de inteligencia tanto de tus fuentes como de las nuestras, que la Armada Argentina podría estar preparandose para invadir las Islas Malvinas dentro de las próximas 48 horas … Mantenemos sólo una pequeña guarnición de aproximadamente 75 marines  … y el único buque de la Marina Real que tenemos en la zona en el momento es un buque de patrulla antártica”. Sin embargo, el reporte de la CIA del 1° de abril, dice:” Gran Bretaña tiene conocimiento de una posible invasión y podría enviar refuerzos a las Malvinas – una pista de aterrizaje capaz de manejar grandes transportes está disponible, pero se requeriría reabastecimiento de combustible ” [2] .

 

 

Lord Carrington (derecha)

 

Algunos estudiosos sugieren que  Londres diseñó una bien probada trampa a los “impredecibles” generales argentinos que gobernaban entonces Argentina. Un informe político y social sobre las Malvinas (Falklands) redactado por la Embajada de Estados Unidos en Argentina y enviado al departamento de Estado el 17 de mayo de 1979, llegó a la conclusión de que, finalmente, Argentina recuperaría la soberanía política sobre las Islas Malvinas, conservando el patrimonio y estilo de vida de los isleños, con acuerdos bilaterales para la explotación económica y científica conjunta de la zona. La oposición del nuevo gobierno conservador en Gran Bretaña podría retrasar ese resultado, pero estaba claro que el continuo declive económico y la despoblación de las Islas requeriría cambios para mantenerlas mínimamente viables. “Otro estallido de impaciencia y revanchismo argentino podría, sin embargo, tal vez destruir el delicado acercamiento gradual hoy en marcha. Tal acontecimiento probablemente endurecería la posición británica y a su opinión pública para alejarse de las Islas, y deterioraría aún más las relaciones bilaterales del Reino Unido y la Argentina ” [3] .

El liderazgo argentino temía una victoria conservadora en las próximas elecciones británicas en  1979. El partido conservador había tenido tradicionalmente mucho menos disposición que los laboristas para discutir el futuro político de las Islas.

Eso fue como si hubieran mirado en una bola de cristal. Durante las conversaciones de 1980 a 1981 hubo una clara reticencia británica sobre la cuestión.

Los días 28-29 de abril de 1980, el Reino Unido y Argentina llevaron a cabo conversaciones en Nueva York. Los diplomáticos británicos, entonces, comentaron con sus colegas de Estados Unidos en Washington (en mayo) que el lado argentino estaba mostrando más y más impaciencia por la soberanía de las islas. Lo realmente “terrible”, sin embargo fue que los argentinos parecían “cada vez más amigos” de los rusos y los cubanos, ¡y que parecían interesados en cooperar con los soviéticos respecto a asuntos de energía nuclear! [4]  No es de extrañar que los analistas del Foreign Office escribieran en un “Borrador de Ensayo sobre Malvinas” en junio de 1982 sobre el “siniestro interés soviético en América Central y del Sur” y que “cualquier relación con la Unión Soviética en sí mismo debe ser alarmante” [5] .

El 27 de febrero de 1981, Lord Carrington, canciller británico en el Gobierno de Thatcher, durante una reunión con el Secretario de Estado, Alexander Haig  dijo que “La táctica británica es mantener la pelota en el aire el mayor tiempo posible con el fin de evitar un enfrentamiento con Argentina ” [6]. Y Argentina estaba claramente molesta con ello.

Alexander Haig

Las próximas conversaciones se llevaron a cabo los días 26-27 de febrero de 1982, en Nueva York. En estas conversaciones, Argentina propuso reuniones mensuales de alto nivel, con agendas predeterminadas con el objetivo claro de lograr que el Reino Unido reconozca la soberanía argentina. Lo cual era totalmente inaceptable para el gobierno británico.

El 1 de marzo de 1982, el lado argentino emitió un duro comunicado: “El nuevo sistema era un paso positivo  hacia una pronta solución a la cuestión. En el caso que esta (solución temprana) no suceda, Argentina se reserva el derecho de poner fin a este mecanismo y de elegir libremente el procedimiento que mejor satisfaga a sus intereses ” [7] .

El 24 de marzo, el embajador de Estados Unidos en Argentina Harry Schlaudeman comentó sobre la situación: “La visión cínica aquí, sobre todo entre los políticos, es que el Gobierno de Argentina (GOA) ha llevado a esta antigua disputa hasta el centro como medio de desviar la atención de los argentinos de sus problemas económicos. No estoy tan seguro. Las conversaciones con los británicos parecen haber evolucionado de manera natural a un punto muerto, dada el tiempo transcurrido y la incapacidad de los británicos para negociar sobre soberanía. En cualquier caso, el Gobierno de Argentina se ha puesto en una posición política interna tal que tendrá que hacer algo si la propuesta de una comisión permanente no es aceptada ” [8] .

Sin embargo Schlaudeman, intencionadamente o no, revelaba solo parte de la crisis que estallaba en ese momento en la Argentina. A principios de 1982, la junta militar encabezada por el general Leopoldo Galtieri se enfrentaba a un desastre económico: la producción industrial se detuvo, la deuda externa era muy superior al presupuesto, no había más préstamos extranjeros, la tasa de inflación se disparaba hasta un 300 % anual. Galtieri esperaba ganar una guerra pequeña y por lo tanto mejorar el prestigio de los militares.  También suponía que la Administración Reagan se alinearía con él, debido a que la junta argentina ayudaba a los EE.UU. para luchar contra los sandinistas nicaragüenses. Sin embargo, el 1 de abril el Secretario de Estado Haig envió instrucciones a Schlaudeman para informar a Galtieri   que “si se producía una acción militar, por la razón que fuera, la enorme presión interna y externa nos obligaría a abandonar la nueva y prometedora relación que estamos construyendo ” [9] .

Galtieri junto al canciller Costa Méndez y Alexander Haig

La noche del 1 de abril, Reagan llamó a Galtieri y habló con él durante 40 minutos, tratando de persuadirlo de no atacar las Islas Malvinas. Le advirtió al general que la invasión podría comprometer gravemente las relaciones entre EE.UU. y Argentina, así como ofreció los buenos oficios del Gobierno de Estados Unidos, incluyendo a su voluntad de enviar el vicepresidente Bush a Buenos Aires. Galtieri respondió que apreciaba la preocupación del presidente, pero el Reino Unido se había negado a renunciar a la soberanía por 149 años y el tiempo se había agotado. Luego pasó a rechazar el ofrecimiento de buenos oficios de Reagan y dijo que la gestión de Estados Unidos había sido simplemente superada por los acontecimientos.

Galtieri le dijo que la Argentina estaba en libertad de utilizar todos los recursos a su alcance para restablecer la plena soberanía argentina sobre las islas, como tenía plena libertad para usar la fuerza en el momento que juzgara oportuno [10] .

Es interesante que Reagan tenía una visión muy especial de la historia de las Malvinas. En su diario personal, el 2 de abril y después de la conversación con Galtieri, escribió que las islas eran propiedad del Reino Unido más o menos desde 1540[11] . Eso sin hablar de  la Doctrina Monroe, articulada por el presidente James Monroe en 1823, y que debió paralizar las aspiraciones británicas por Malvinas ya en 1833.

El 1 de abril por la mañana, 500 infantes de marina argentinos estaban en camino a las islas. El 2 de abril de 1982, las tropas argentinas desembarcaron en las Islas.  Los Royal Marines en Puerto Stanley cesaron la resistencia y se entregaron por órdenes del gobernador británico, Rex Hunt. El General Mario Menéndez fue designado como nuevo gobernador. El 7 de abril hubo una ceremonia muy solemne para  su asunción del cargo.

Tropas argentinas durante la recuperación de las Islas Malvinas

El cálculo de Galtieri era que la Fuerza Aérea Argentina dominaría sobre las islas, mientras que Gran Bretaña no tenía fácil acceso a portaaviones. El Almirante Anaya, Comandante en Jefe de la Armada, a su vez, trató de vincular la acción argentina con su papel en la lucha contra la amenaza de los “soviéticos” en la región, en referencia a su recuento de un estimado de 60 barcos de pesca soviéticos en las proximidades de las islas. Anaya trató de explicar ello al Jefe de Operaciones Navales estadounidense, Almirante Hayward que estaba de visita en Argentina. Sin embargo, Hayward no respondió más que bruscamente y con un poco disimulado sarcasmo [12] .

Los analistas estratégicos británicos calcularon muy bien desde el punto de vista psicológico que la opinión mundial apoyaría en primer lugar las reclamaciones argentinas de las islas, condenando los intentos británicos de “preservar los restos de su pasado colonial”. Sin embargo después de una “explosión de impaciencia argentina” y la invasión de las islas, la opinión pública mundial, o al menos la mayor parte de ella, cambiaría y apoyaría a “los isleños que siempre han dejado claro que desean y pretenden seguir siendo británicos”.

Por su parte, la CIA llegó a la importante conclusión que las fuerzas británicas participantes en los ejercicios en Gibraltar y enviados a las Malvinas, tenían suficiente capacidad para atacar inmediatamente a la Armada Argentina, bloquear las Islas y esperar la llegada de la fuerza naval principal.

La táctica de patear el problema para adelante, y la estrategia de la “trampa” finalmente dio sus frutos.

¿Hubo alguna amenaza soviética en ese momento?

Después del ataque argentino, a la inteligencia británica le fue asignada la tarea de observar los movimientos soviéticos. El 2 de abril, el agregado naval británico en Buenos Aires envió un telegrama acerca que había recibido información de su colega estadounidense sobre la “presencia de submarinos soviéticos, uno o más, cerca de las islas Malvinas, … los soviéticos tienen un flota pesquera a 50 millas de las islas Malvinas y … que los submarinos soviéticos se encuentran bajo la flota pesquera”. La misma fuente también confirmó que los tres submarinos argentinos se encontraban en la zona de operaciones [13] .

El día anterior, un cable de inteligencia de la CIA señalaba: El 1 de abril, la Armada Argentina informa de dos submarinos soviéticos en el área general de Malvinas / Islas Georgias del Sur, en el Atlántico Sur [14] .

Submarino Foxtrot, en este caso perteneciente a Cuba.

Tales “noticias alarmantes” seguirían llegando a Londres. El 14 de abril, un tal Richard Martin llamó a la embajada británica en París, diciendo que era británico y corredor de bolsa, trabajando en París, añadiendo que tenía conexiones con la Embajada Argentina en esa ciudad. Un amigo argentino le había dicho “que había cuatro submarinos soviéticos en las proximidades de las Malvinas y que los rusos habían dicho que estos submarinos ayudarían a Argentina si fuese necesario ” [15] .

En realidad, las apuestas políticas en ese momento eran jugadas con números mucho más altos. En 2012, “The Guardian” y “Radio Liberty”, publicando extractos de los documentos desclasificados, afirmaban que la interferencia soviética en el conflicto era casi una “pesadilla” para Washington. Sin embargo está ello lejos de ser cierto.

Una “Evaluación Rápida de Inteligencia de Asuntos Malvinas” preparada por la CIA el 2 de abril 1982, decía que “Los soviéticos tratarán de explotar la crisis mediante el apoyo político a la Argentina; pero no intervendrán militarmente ” [16] . Una “Estimación Nacional de Inteligencia” del Director de la CIA, del 9 de abril, sobre la “Crisis en las Islas Malvinas señalaba que: “No es probable que los soviéticos se involucren militarmente en la controversia, a pesar de que probablemente en secreto proporcionen a Argentina  información sobre los despliegues militares del Reino Unido ” [17] .

Por último, el Centro Británico de Inteligencia Conjunta, el 15 de abril emitió una evaluación: “No creemos que la Unión Soviética se involucrará directamente en operaciones militares en la zona” [18] .

La posición soviética en ese momento se hizo evidente cuando el representante de la URSS en el Consejo de Seguridad de la ONU, Oleg Troyanovski, se abstuvo de forma inesperada respecto el proyecto de resolución propuesto por Gran Bretaña.

Los rusos, por supuesto, no fueron ninguna “pesadilla” para el presidente Reagan, que estaba haciendo su política, lo que se ha puesto de manifiesto recientemente, sobre la base de los libros y  películas de suspenso militares de Tom Clancy (La caza del Octubre Rojo, Red Storm Rising, etc. ). El 7 de abril durante la reunión del Grupo de Planificación de Seguridad Nacional (NSPG, por sus siglas en inglés) el Director Adjunto de la CIA, Almirante Bob Inman indicó que “no podía decir con seguridad si los soviéticos estaban preparándose para enturbiar las aguas”. Reagan reaccionó a su vez: “¿La Unión Soviética apoyando a Argentina en un invasión ilegal? ¡Yo creo que podríamos hundir toda la isla con un par de B-52! ” [19] .

Por supuesto, también las reacciones soviéticas a la crisis en las Islas Malvinas fueron materia de atención del Foreign Office. El 5 de abril, Londres requirió una evaluación urgente de la embajada británica en Moscú acerca “de la actitud soviética presente y probable (a) En general, (b) En el caso de hostilidades entre Gran Bretaña y Argentina, (c) En caso de probables movimientos de las naciones rectoras, para sanciones económicas contra Argentina ” [20] .

El mismo día, el consejero en la embajada británica, Allan Brooke Turner respondió que “si Argentina no logra obtener el apoyo abrumador del Tercer Mundo, en tanto parece que será la perdedora si se reanudan las hostilidades, los rusos tácitamente consentirán cualquier acción que tomamos para recuperar las Malvinas ” [21] . El 6 de abril los analistas del Foreign Office llegaron a la conclusión de que “puede ser tomado como un axioma que van a evitar la intervención militar” [22] .

El 8 de abril, Thatcher en la reunión mantenida con Haig dijo claramente: “Estamos haciendo retroceder la marea del socialismo … estamos en un punto que no se negocia más”. Opinaba la Dama de Hierro que los soviéticos tenían miedo de que los EE.UU. se involucraran, pero no creía los soviéticos hicieran lo mismo. Haig, a su vez, observó que los soviéticos estaban comenzando a posicionarse para eventualmente generar problemas [23]

Margaret Tatcher junto a Alexander Haig
  • – FIN PRIMERA PARTE –

[1] Relaciones Exteriores de los Estados Unidos, 1981-1988Volumen XIII. El conflicto en el Atlántico Sur, 1981-1984. Ed. Adam M. Howard, Alexander R. Wieland. Oficina de Publicaciones del Gobierno de Estados Unidos. Washington , 2015 . ( FRUS ) . P. 59-60.

[2] FRUS. P. 60.

[3] FRUS. P. 6.

[4] FRUS. P. 12

[5] FCO 7/4528. Reacciones soviéticas a la crisis de las Islas Malvinas. Expediente No . ALQ 50/303/1. P.104.

[6] FRUS. P. 13.

[7] FRUS. P. 25.

[8] FRUS. P. 34.

[9] FRUS. P. 58.

[10] FRUS. P. 73

[11] Reagan, Diarios, vol. I, p. 121. – FRUS. P. 73.

[12] FRUS. P. 76.

[13] FCO 7/4507. Nº de expediente ALQ 050/12. Presencia soviética en la zona de las islas Malvinas. P. 1.

[14] FRUS. P. 61.

[15] FCO 7/4507. Nº de expediente ALQ 050/12. Presencia soviética en la zona de las islas Malvinas. P. 2.

[dieciséis] FRUS. P. 94.

[17] FRUS. P. 180.

[18] FCO 7/4528. Reacciones soviéticas a la crisis de las Islas Malvinas. Nº de expediente ALQ 50/303/1. P. 41.

[19] FRUS. P. 149.

[20] FCO 7/4528. Reacciones soviéticas a la crisis de las Islas Malvinas. Nº de expediente ALQ 50/303/1. P. 1.

[21] Ibídem. P. 2.

[22] Ibídem. P. 17.

[23] FRUS. P. 162, 163.

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2 COMENTARIOS

  1. Toda guerra tiene una parte gloriosa y una parte oscura; lo glorioso está representado por quienes ofrendan su vida en defensa de sus semejantes o en el cumplimiento del deber, lo oscuro está en el interés político-económico, al que no le interesará cuantos caigan en el frente, ni cuantas víctimas inocentes paguen por sus ambiciones de poder. Toda guerra puede contarse desde dos ángulos: los que ganaron y los que perdieron, pero sólo el que sufrió la guerra en primera persona sabe y conoce la realidad en un mundo donde se esconden las verdaderas intenciones.

  2. Objeto la idea del historiador militar ruso acerca de la existencia de una “trampa” estratégica en el cual burdamente caería el gobierno de facto. Primero, porque creo que tomando las cosas desde ese lugar el historiador aludido subestima al argentino promedio por cuanto casi todos, desde los militares a los civiles, apoyaron la invasión acontecida. Y no es que yo no admita que nosotros no tengamos a veces más pasión que seso pero creo que la presuposición de que el escalamiento bélico partió desde una trampa urdida por los británicos en vez de entender que la invasión obedecida a objetivos políticos internos nos pone en un lugar de amentales con mera capacidad de estímulo-respuesta.
    Segundo, porque UK le vendía de continuo armas de primer orden a la Argentina; armas que no tenían parangón entre sus países vecinos. Un país que está en camino a una confrontación bélica con otro no le vende armas estratégicas que, además de constituirse en amenazas de peso, facilita la comprensión de las mismas en pos de anular los sistemas semejantes que el mismo estado enemigo -y proveedor- utiliza. Como ejemplo de apoyo a mi argumento, los destructores escolta Tipo 42 y sus misiles antiaéreos de zona asociados.

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