Imagen cortesía de Sputnik

 

De acuerdo con Roblin, para llevar a cabo un ataque contra un objetivo terrestre, los portaaviones estadounidenses tienen que acercarse a la costa a una distancia relativamente corta —puesto que los aviones a bordo F-35C solo tienen una autonomía de hasta 1.100 kilómetros— lo que pone en peligro a las naves.

El experto citó como ejemplo el misil balístico antibuques chino DG-21D, que tiene un alcance de hasta 1.450 kilómetros y es capaz de maniobrar durante el vuelo, lo que garantiza la alta precisión del proyectil. Según algunos analistas militares, este misil es capaz de destruir un portaaviones con solo un disparo.

Además de esto, EEUU debe tener en cuenta la presencia en las aguas de los submarinos —que hundieron a varios portaaviones durante la época de la Segunda Guerra Mundial—. Según Roblin, en este caso, no solo se trata de los submarinos nucleares, capaces de permanecer bajo el agua durante meses, sino también de los pequeños sumergibles diésel, especialmente los equipados con los llamados sistemas de propulsión independiente de aire (PIA, por sus siglas en inglés), que les permite operar sin necesidad de emerger a la superficie o tener que usar el sistema ‘snorkel’ para acceder al oxígeno de la atmósfera. En particular, los submarinos suecos de la clase Gotland son capaces de acercarse a un portaaviones y hundirlo sin ser detectados, como lo han demostrado durante los ejercicios de la OTAN.

Otros sumergibles —como los submarinos rusos del proyecto 949— no tienen que acercarse al portaaviones y sus buques de escolta, ya que cuentan con misiles de crucero P-700 Granit, capaces de atacar a los blancos por debajo del agua desde una distancia de hasta 600 kilómetros. El experto subrayó que los misiles hipersónicos rusos Tsirkon podrían convertirse en una amenaza incluso más seria para los buques estadounidenses.

No obstante, todavía es imposible decir con firmeza si resultarán eficaces en caso de un conflicto real, observó el experto. Al mismo tiempo, precisó que la modernización de las armas de misiles y de los submarinos pone en duda la posibilidad de que los portaaviones estadounidenses conserven su seguridad en caso de un enfrentamiento militar contra un adversario que tenga un nivel tecnológico comparable al de Washington.

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