Los fríos números de la política de defensa argentina: Evolución presupuestaria desde los 70 hasta la actualidad

Por Mariano Gonzalez Lacroix

Se dice que utilizar números para medir políticas públicas puede ser muy frio como para reflejar todo un universo de datos. Una determinada problemática puede tener variables cualificables, o mejor dicho, atadas a valoraciones, sentimientos o incluso sensaciones, lo cual contrasta fuertemente con la utilización de variables numéricas, las cuales, siendo tan taxativas, eluden razones o matices en una investigación.

Por otro lado, son también necesarias y brindan un excelente punto de partida para generarse preguntas, buscar formular respuestas y, eventualmente, soluciones, críticas y observaciones sobre el desarrollo de una política durante un periodo determinado.

La Defensa Nacional, como política pública de largo plazo, no escapa a esta problemática y puede ser medida desde distintos indicadores para intentar brindar razones que den luz sobre la situación actual de las fuerzas, sus necesidades y sus capacidades, las cuales son llamativas si se hace una evaluación temporal sobre distintas variables.

En el presente y breve paper me enfocare puntalmente sobre cuatro cuestiones a las que considero centrales para hacer un balance temporal sobre el estado actual de las Fuerzas Armadas argentinas. Intentare ser lo más visual posible tomando como parámetro el desarrollo de la defensa desde el año 1970 hasta la actualidad intentando que sean los propios gráficos los que den al lector la idea de evolución (o involución) en cuanto a los números fríos de la Defensa Nacional.

En primer lugar, una de las variables a tomar será el share de gastos militares en relación al PBI, dato muy elocuente para demostrar el interés del estado central sobre su política de defensa, y cuyos números han acompañado cada una de las transiciones y crisis a las cuales el país todo se ha enfrentado.

Por otro lado, y muy relacionado a lo primero, la cantidad de dólares destinados a la defensa, sean estos para operaciones, adquisiciones, gastos corrientes, etc. Es importante aclarar que el dólar como moneda ha sufrido una pérdida de poder adquisitivo, como cualquier otra moneda, lo que generara la sensación de una cierta estabilidad en cuanto a erogaciones. Este dato deberá tomarse teniendo en cuenta esa devaluación histórica del billete estadounidense, la cual llega desde el año 1970 hasta el 2016 a contarse en 1/5 del valor original.

Los últimos dos datos a computar son los números aproximados de personal militar en actividad a lo largo de los últimos 40 años, y conjuntamente a esto, las adquisiciones de diversos sistemas de armas entre productos nacionales e importados.

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El porcentaje de gastos militares en relación al PBI es un buen puntapié inicial para hacer un recorrido sobre la evolución en números de la Defensa en la República Argentina. Estos dan luz sobre los diferentes contextos políticos, sociales y económicos, y como estos han potenciado o reducido el valor económico de las arcas militares dentro del producto total anual del país.

Hasta el quiebre del estado de bienestar con la explosiva crisis del petroleo durante la década del 70’, la Republica Argentina demostró una cierta estabilidad en cuanto al share militar dentro de su PBI: siempre se mantuvo oscilando entre el 1.4 y 1.5 porcentual. El contexto domestico, entre el surgimiento del conflicto armado con movimientos revolucionarios y la caída del gobierno democrático, impulsaron el indice de gastos militares por encima de los 2 puntos porcentuales, agudizados por los conflictos con la hermana República de Chile por el Canal de Beagle y posteriormente con la Guerra de Malvinas en 1982, año en donde se vio la mayor erogación.

Los años subsiguientes se vieron marcados por el retorno democrático al sistema de gobierno, el cual mantuvo el porcentaje en torno al 2 por ciento hasta finales de la década del 80, años marcados por una severa crisis económica e institucional, donde dos alzamientos militares terminaron por cambiar el paradigma político en cuanto a las Fuerzas Armadas. Tras estos, los dos puntos porcentuales irían en franco retroceso hasta la actualidad.

Los famosos años 90, años de paridad cambiaria, mostraron un equilibrio que oscilo entre el 1.30% y 1.15% comenzado el año 2000. Si bien el porcentaje comenzó a retraerse desde los efectos Tequila en el 94, y Vodka en el 98 –periodo con una fuerte presión devaluatoria en países de periferia económica- la crisis argentina del año 2001 volteo completamente el tablero de toda la estructura económica del país, hundiendo la capacidad productiva del mismo, y por consiguiente, el destino de fondos para las arcas militares. Al cabo de la crisis, los números porcentuales caerían a mínimos históricos, rompiendo la barrera del punto porcentual de PBI y cayendo a valores ínfimos como un 0.7% al año 2015, o un 0.6% proyectado para el año actual.

Argentina se encuentra hoy con el menor gasto militar sobre el PBI de toda la región.

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El presupuesto también es otro indicador sumamente elocuente. En este caso, representadas en moneda estadounidense, las erogaciones mostraron un cierto equilibrio hasta el quiebre institucional del año 76.

Los gastos militares de la década del 70’ hasta comenzada la década del 80’ -entre los procesos de modernización llevados a cabo durante la ultima presidencia de Juan Domingo Peron, hasta las compras mas impulsivas del Proceso de Reorganización Nacional- marcaron la base de capital e inversión en defensa hasta el dia de hoy. Gran parte del parque de sistemas de armas adquiridos durante este periodo sigue conformando el grueso operativo al 2016, junto a los gastos brevemenente posteriores a la Guerra de Malvinas, años de reposición de material por las perdidas generadas por las fuerzas británicas.

Los gastos corrientes, de operación y de capital promediaron los 5000 millones de dolares durante la década del 80, y descendieron a unos 4000 millones durante la década del 90 hasta entrados los años 2000.

Nuevamente, y tal como el porcentaje sobre el PBI, el indicador se derrumba con la crisis del 2001, llevando al estado de las fuerzas a un estado calamitoso durante una buena cantidad de años.

De igual forma, y pese a que nominalmente podemos trazar una similitud entre el presupuesto en dolares de los últimos años con aquellas erogaciones de décadas anteriores, hay que contemplar la perdida global del poder de compra del dólar estadounidense, lo que brinda un panorama sobre un declive real de las capacidades de operación, adquisición, y mantenimiento de unidades. Esto mismo se ha traducido en un decreciente uso de sistemas, prolongación de la vida útil de los mismos, una baja de días de operación y entrenamiento y prácticamente la imposibilidad de adquirir nuevos bienes de uso y capital para las fuerzas.

Como corolario de la situación, y en función de los bajos montos invertidos, las partidas para defensa implican al día de hoy casi un 90 por ciento para mantener gastos corrientes, y solamente el resto para operar, mantener y adquirir nuevo capital para las fuerzas.

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Otro caso paradigmático de la evolución en números de la Defensa en Argentina se centra en el personal militar activo.

Se puede trazar, al igual que con los otros indicadores mencionados, un cierto paralelismo entre los números de personal y la de gasto en función de las diferentes etapas por las que transito el aparato militar de la Nación.

El cierto equilibrio que se dio antes y durante los años 70’s se vio fuertemente afectado por la Guerra de Malvinas. La misma implico una ampliación de la base activa militar pasando de unos 150 mil a casi unos 180 mil soldados durante 1982.

La curva se mantiene hasta entrados los años del retorno a la democracia, aunque comienza a caer fuertemente tras 1987 (alzamiento carapintada) llegando a unos 95 mil militares para comienzos de los años 90, y al piso de 65 mil para 1994, año en que el entonces presidente Carlos S. Menem pone fin al Servicio Militar Obligatorio (que rigió desde el año 1904 con el programa propuesto por el Teniente General Pablo Riccieri) tras la muerte del conscripto Omar Carrasco.

La caída en números de la primera mitad de la década del 90’ implicaron una reorganización de capacidades tras el nuevo servicio voluntario. Tras este, el personal activo en la República Argentina ascendió a unos 100 mil, manteniendose estable incluso al dia de hoy.

Los desafíos actuales que se posan sobre estas ultimas cantidades operativas ser relacionan puntualmente a la cuestión salarios. Hemos hablado en numerosas entradas en el portal de Zona Militar (www.zona-militar.com), sobre la problemática que aqueja al personal activo. Magros salarios, grandes porcentajes de estos siendo no remunerativos, problemas escalafonarios, etc. Causales típicas para que el personal entrenado buque nuevos rumbos en el ámbito privado o en organismos con mejores condiciones laborales.

Durante el ultimo año la alarma sonó fuerte en las altas esferas militares sobre la migración de soldados del Ejercito Argentino a filas policiales, en especial a las de la Policía Metropolitana. La Fuerza Aérea no es un caso diferente a el escenario de la otra fuerza: ya desde hace años los pilotos preparados en la institución abandonan las aeronaves de combate para buscar condiciones económicas mucho mas favorables.

Si bien en los últimos meses las circunstancias parecen haberse encaminado en algunos aspectos, la situación de la tropa continua siendo un punto determinante para que las cifras de personal activo no sufran alteraciones positivas considerables.

En virtud de esto, y ya lejos de los números de las décadas de los 70s y 80s, todavía podemos ver instalaciones al borde del abandono, brigadas incompletas, sistemas sin operación, o incluso en aquellos que son mas utilizados, tripulaciones mínimas para atender la necesidad de Defensa que posee el estado.

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Los números económicos han hecho mella en la adquisición, recambio e incorporación de medios para las fuerzas. De manera muy figurativa, todos los gráficos demuestran el franco deterioro de la inversión del Estado Nacional en la órbita de defensa, lo que se ha traducido en los resultados que podemos notar al día de hoy en cuanto a la crisis que predomina sobre el material, la infraestructura, la falta de definición estratégica o misión, y claro esta, sobre sus recursos humanos.

Sin duda alguna, la falta de inversión se puede comprobar por otra variante mas: la adquisición de material. Esta variable puede dividirse de igual forma en diversas etapas, por un lado la de las compras integrales de armamento de los años 70, las compras de necesidad y recomposición de los 80, la monopolización del mercado durante los 90, y la compra “parche” de los años 2000 en adelante.

Los años 70 marcaron un punto de inflexión en cuanto a la adquisición de sistemas de armas y marcaron de una manera categórica, la base operacional de lo que serian las fuerzas durante los próximos años. Durante esta década se pudieron dar por comenzados las tareas de radarizacion, defensa aérea, reemplazo de sistemas de generaciones anteriores, proyectos de envergadura dentro del complejo militar-industrial nacional, etc.

La Armada Argentina ya un año antes de comenzada la década, pudo hacerse con un portaaviones clase Colossus el cual fue bautizado ARA 25 de Mayo. Junto a este vector de proyección (dentro del proyecto regional de contraposición a la amenaza submarina soviética), la fuerza se desarrollo durante este periodo con un plan integral de modernización, adquisición y construcción de unidades. El mismo termino con la incorporación de aeronaves embarcadas A-4 y S-2E, helicópteros Sea King, sistemas misilisticos Exocet, 3 corbetas D’Estienne d’Orves, 2 submarinos Tipo 209, el plan de adquisición y construcción de 4 destructores Meko 360 y 6 corbetas Meko 140, 2 submarinos TR-1700, 2 destructores Tipo 42, 2 submarinos Clase Guppy, 2 destructores clase Fletcher, componentes, armamento y demás sistemas.

Los 80s implicaron previo a Malvinas, continuar con adquisiciones de sistemas, entre ellas aeronaves Super Etendard, y post conflicto, la materialización de los proyectos con la Blohm-Voss. Posteriormente a esta década, la Argentina continuo operando hasta el dia de hoy aquellos sistemas que pudieron mantenerse activos de aquellos planes de hace casi 4 décadas, a excepción de buques avisos, científicos, y aprovisionadores.

La situación para la Fuerza Aérea fue parecida, o incluso, con una pronunciación mas decadente.

Los 70s recibieron a la fuerza incoporando o con planes para incoporar hasta 19 sistemas Mirage 3, helicopteros, 39 Nesher, 8 MB-326, 2 aviones de transporte F-27 y 5 F-28, 12 bombarderos Canberra, 91 A-4, 7 C-130 Hércules, 1 Boeing 707, 16 Turbo Mentor, etc.

Posteriormente a la Guerra de Malvinas, la Fuerza Aérea Argentina comenzó tareas de reemplazo de sistemas perdidos, llegando a incorporar 34 sistemas Mirage tanto de Francia como de Israel y Perú. Tras el conflicto, y descartando la compra mencionada y la compra de 1994de 36 aviones caza-bombarderos A-4AR, la Argentina dejo en manos de su complejo militar-industrial la mayor parte de incorporación de sistemas aéreos. Desde ese lado, los resultados numéricos no han sido para nada contundentes.

Por otro lado, el año 83 con limitadas adquisiciones de recomposición post-Malvinas, fue el ultimo año en que la Argentina planifico y realizo un plan sobre su ala de intercepción. Esto es, 33 años, y que al día de hoy por acción u omisión ha dejado como resultado que la capacidad desaparezca.

De manera similar, el Ejercito Argentino ha transitado un camino similar a sus fuerzas hermanas.

Los números de las décadas de los 70 y 80 posan una enorme sombra sobre las adquisiciones realizadas con posterioridad en cualquier aspecto.

El parque blindado resalta una de las grandes diferencias. Mientras que durante las primeras décadas donde recae este análisis la fuerza se hizo con mas de un centenar de tanques ligeros Sk-105, 180 AMX-VCI, 60 AMX-13, 5 decenas de AML-60/90, 250 vehículos TAM entre VC y VCTP, 20 VCA, un centenar de vehículos Roland, y mas de 200 M-113, las décadas subsiguientes trajeron unos 120 sistemas TAM, 4 sistemas Patagon, 4 WZ-551 chinos, y un centenar de vehículos M-113 en diversas variantes.

La curva de adquisiciones recae a lo largo de las diversas décadas y se traslada a cualquier sistema de armas (equipos individuales y elementos de apoyo). En el caso del parque de artillería, el mismo todavía se mantiene gracias a las compras adquiridas durante los años 70, años en que se adquirieron los Oto Melara M56, los M101, y fueron construidos los L.33 de 155 milímetros en instalaciones argentinas. Similar situación ocurre con el parque automotor: la mayor parte corresponde a vehículos adquiridos y/o fabricados durante la década de los 70 y 80, tal como los MB 230G y U416, con pequeños puñados de partidas mas modernas como los camionetas Isuzu Trooper, Amarok o Ford F-4000.

En el caso de la Aviación del Ejercito la capacidad de ataque y transporte pesado con helicópteros (A-109 y CH-43) adquirida durante la década del 70 se perdería décadas mas tarde, y dejando a la fuerza con sistemas similares a los utilizados para el conflicto de Malvinas, pese a partidas eventuales o adquisiciones pequeñas. La actual Dirección de Aviación cuenta con una gran parte de su parque que data con décadas de uso, descontando las modernizaciones realizadas a varios sistemas UH-1H, la adquisición de Super Puma y de Bell 206, y los Diamond DA-42.

La situación de las 3 armas en cuanto a adquisiciones marca una desinversión de por lo menos 25 años, generando que una gran proporción de su parque de sistemas se encuentre superado generacionalmente, al borde de su vida útil o directamente inoperativo. Este mismo parque de sistemas actualmente en uso, pero planificado y adquirido 4 décadas atrás genera un desafío importante para los mandos y el propio poder político a sabiendas de que es el propio tiempo el que amplifica el futuro costo de recambio de unidades en función de los sistemas vetustos. A medida de que el tiempo continúe machacando a los viejos (y nuevos) sistemas, mayor deberá ser la inversión para hacer que las fuerzas sean útiles y considerables para misiones del siglo XXI.

Los números pueden ser insensatos para mostrar una realidad, pero a su vez brindan un llamado de atención para cuando las políticas publicas sobre un determinado sector no se están realizando de manera correcta. El tiempo dirá si los gráficos toman un camino de inversión, o si por el contrario, mantienen el mismo rumbo desalentador que se viene dando desde hace por lo menos 3 décadas.

dmiwpiy

Fuentes:

-Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigacion de la Paz (SIPRI)

-Herrera-Laso: Growt and Military Expenditures in Latin America.

-Oficina Nacional de Presupuesto (www.mecon.gov.ar)

-Banco Mundial. (www.data.worldbank.org)

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