En el día de hoy sin duda alguna se ha dado un importante paso en cuanto a la situación de las fuerzas armadas y la estructura de defensa del país.
Las palabras del Presidente de la Nación en la ceremonia de apertura de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación pueden marcar un punto de inflexión sobre la consideración que le pone el propio estado a la defensa de su soberanía y a las propias herramientas que sirven para desarrollar esta tarea. Sin critica y aceptación sobre su estado no puede jamás haber un cambio real de la patética situación a la que las mismas llegaron luego de año de desidia e ignorancia.

Las solemnes expresiones vertidas de que los barcos no navegan, los aviones no vuelan y los radares no funcionan son un paso más en una dirección que jamás el estado debería haber abandonado, y es demostrar verdadero interés sobre un área sensible, estratégica y necesaria en el contexto de un siglo XXI vertiginoso en función de las nuevas amenazas que esta presenta.
Hablar entonces significa volver a poner en la agenda un tema de cara a la opinión pública, acercar una realidad a la ciudadanía para que esta evalúe si verdaderamente se buscan soluciones o, por el contrario, se mantiene la postura negligente de dejar a las instituciones armadas al borde del colapso operativo.

Hablar en un ámbito institucional sobre la situación de la defensa en la Argentina es también acercarse al argumento de que no solamente los aviones no vuelan, sino que la flota es cada vez menor, más antigua y menos operativa. Que las horas de vuelo de sus pilotos son reducidas, y que estos mismos luchan con la idea de continuar sirviendo en su fuerza o migrar al mercado privado.

Decir que los barcos no navegan es acercarse a la idea de que las horas de navegación anuales son consumidas en pocas salidas con viejos buques y submarinos, descontando aquellos que jamás han salido de sus gradas o que estuvieron escorados en el puerto. Es acercarse también a sostener que la aviación naval tiene más aviones en tierra que pilotos.

Mencionar que los radares funcionan pocas horas es comenzar a aceptar que el parque blindado debería actualizarse, que el parque antiaéreo es ínfimo o que el propio personal de la fuerza gasta su sueldo en adquirir pertrechos básicos.
Estamos hablando de un avance. Sin embargo la retorica institucional siempre esconde en el velo de lo posible excusas y aplazos temporales sobre cualquier cuestión que pueda ser apremiante. Hoy la situación en las Fuerzas Armadas es crítica, y necesita verdaderamente mas hechos que palabras… pero después de tanto tiempo de silencio, unas pocas palabras nos pueden acercar a la dirección correcta.

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