Por Mariano Gonzalez Lacroix

Introducción

Desde hace varios años, y quizá décadas, se vislumbra con curiosidad como el espacio geopolítico de Asia oriental ha sufrido cambios estructurales de gran importancia. Este espacio ha concentrado en los últimos tiempos gran atención debido principalmente a su transformación económica y, atada a esta, un significativo desarrollo geopolítico y militar que impulsa numerosos eventos críticos y pugnas entre las naciones que actúan en el.
Mucho se ha observado sobre el caso chino y como su preponderancia a escala global le ha generado affaires económicos y políticos a lo largo y ancho del concierto de estados. Por naturalidad de su gran peso actual tanto su influencia como los propios intereses en la región en donde se posiciona se han extendido de manera acometedora sobre sus estados vecinos motivando alineamientos y aceptaciones así como crisis y provocaciones. Contrarrestar el poder del gigante chino en el escenario que propone el siglo XXI en el oriente asiático implica una participación dinámica en los asuntos geopolíticos regionales así como la construcción de un tejido de competencia y contención para limitar las presiones de este. Comprende en igual medida el abandono de posturas pasivas defensivas impulsando proyecciones activas y ofensivas, el impulso del complejo militar-industrial instalado, así como también la legitimación de territorios soberanos no solamente con el factor retorico sino con la fuerza de la presencia activa. Todas estas aristas son las que se ha propuesto el Estado de Japón en los últimos años y que de manera ineludible lo sitúan en un contexto de transformación, motivando así un giro radical en cuanto a su paradigma defensivo.
En función de esto surgen varias interrogantes en cuanto a los motivantes de su nueva política exterior activa… ¿cuáles son las causas de este cambio de eje? y más importante aún ¿qué implicancias regionales surgen de un Japón defensivamente activo y proyectivo?

El Japón pacifista

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Rendicion japonesa a bordo del USS Missouri

Para entender y situarse en los cambios que ha realizado la política defensiva japonesa es importante hacer un repaso sobre los diversos acontecimientos que moldearon la geografía asiática oriental.
En primer lugar, el fin de la Segunda Guerra Mundial supuso el fin del marco imperial japonés, dejando en primer lugar a su sociedad con un fuerte rechazo sobre las cuestiones ligadas a la defensa. Este rechazo justificado por las atrocidades militares de la propia expansión japonesa pasada, ahondo en una limitación absoluta al derecho soberano de defenderse, prohibiendo la leva y la posesión de soldadesca nacional. De todas maneras, y ligada a la ocupación estadounidense posterior a la firma de rendición a bordo del USS Missouri, la defensa del archipiélago nipón recayó en la capacidad bélica estadounidense instalada en diversas bases a lo largo de su territorio.
Con el establecimiento del Consejo Aliado para Japón, Douglas MacArthur enfoco el eje de la ocupación territorial en la liberalización de su sociedad, la transformación de su estructura industrial (y militar) y como punto central, la modificación de su marco normativo lo cual se tradujo en la implementación de un sistema parlamentario y la sanción de una Constitución de tinte liberal y parlamentaria. En esta se imprimió el espíritu nacional japonés de posguerra, donde el rechazo a la guerra se articuló con el numero 9 limitando de manera permanente la posibilidad de defenderse por vías militares.
Pese a la limitación impuesta, el creciente clima beligerante que propuso la Guerra Fría junto a la caída del Kuomintang en la China continental y el conflicto en la península coreana, le dieron una nueva impronta al derecho japonés a la defensa. Para 1950 y hasta 3 años más tarde, la interpretación del Artículo 9 de la Constitucion Japonesa dio su primer pequeño giro con la formación de la Reserva de la Policia Nacional, la cual sorteo las propias limitaciones impuestas para generar 3 ramas de aplicación: una naval, una aérea y una terrestre. Este fue el nacimiento de la Japan Self Defense Forces o Fuerzas de Autodefensa Japonesas.
De todas maneras, pese a haber sorteado una gran limitación constitucional, se estableció que orgánicamente estas fuerzas actuarían solamente en caso de una invasión foránea al territorio japonés, pero dejando un marcado ímpetu diplomático a la exigencia de los territorios que habían quedado en disputa: las Islas Kuriles con la Unión Soviética, las Liancourt con Corea del Sur y las Senkaku (Diaoyu) con la República Popular China.
Con el acontecer de las décadas, y mientras la geopolítica militar japonesa se abrazaba a la capacidad estadounidense para limitar el auge comunista, el desarrollo económico exploto en bonanza en el archipiélago, impulsando un enorme crecimiento. Esta evolución económica junto al acercamiento de los EE.UU. a la China comunista, activaron al Japón a tomar una pulsión más independiente en cuanto a sus asuntos exteriores. La “Amenaza China” ya no era un asunto delegable a otra potencia, sino que debía ser analizada de manera soberana. Es de esta manera que los años 80 y 90 impulsaron en la isla un florecimiento de la capacidad industrial militar, un aumento cuantitativo de sistemas de armas y de unidades militares y una acentuación cualitativa de las rispideces diplomáticas a medida de que la importancia mundial China hacia posar los ojos del orbe en la región.
A ojos japoneses, el avance chino debía ser contrarrestado con una política defensiva y disuasiva activa y eficaz, y para eso debían volver sobre lo escrito en décadas anteriores para re analizar y reinterpretar sus propias limitaciones.

Reinterpretando el Articulo 9

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Reinterpretar un artículo de una norma fundamental es sin duda una tarea incomoda en un país con un gran sentimiento pacifista e incluso anti-militarista.
La Segunda Guerra Mundial calo hondo en el sentimiento nacional japonés y su derrota en la misma implico socavar su voluntad de guerrear escudándose en la capacidad de terceros. Sin embargo se observa que pese al factor de presión ciudadana sobre la agenda de defensa, el Estado del Japón posee actualmente una estructura militar remarcablemente desarrollada a nivel presupuestario, a nivel tecnológico y a niveles de operatividad. Este resultado se da en el marco de un proceso de interpretación del Artículo 9 de su Constitución, junto a la visión de los cambios geopolíticos que se fueron dando en Asia (y en el mundo) durante las últimas décadas.
En primer lugar, y como factor fundamental, el acontecer del plan misilistico de Corea del Norte, el cual comienza a manifestarse en el año 1999, elevaron las alarmas del archipiélago sobre su sistema defensivo para luego llegar a un punto crítico con el amanecer del plan nuclear de la republica comunista.
La amenaza, en mayor medida retórica, impulso a que para 2006, la administración japonesa elevara con rango ministerial su Oficina de Defensa. Este hito es central si se quiere vislumbrar el proceso de cambio de todo su complejo de defensa.
Esta modificación en el eje de visión de sus propias Fuerzas Armadas fue acompañado de otros cambios significativos, pero esta vez de la mano de los acontecimientos que se desarrollaron en el Golfo de Adén, puntualmente en Somalia. La amenaza que implicaba (e implica) para los buques comerciales los actos de piratería que tenían como base las costas de este estado africano, motivaron el inicio de una misión militar japonesa permanente en la región compuesta por buques militares y aviones de patrulla P-3 Orion, a la par de la construcción de una base militar en Djibouti para atender las necesidades logísticas de las tropas desplazadas.
Esta misión fue vista como el primer signo de un cambio doctrinal profundo en el seno de las fuerzas japonesas en cuanto al envío de tropas al exterior, cuestión vedada por la interpretación literal de su norma fundamental.
La iniciativa anti-piratería estuvo encolumnada también con el envío de tropas (desarmadas) a países como Haití o Malasia bajo el mandato de la ONU y en sintonía con la conducta de numerosos estados, así como de ingenieros y material logístico a Afganistán e Irak para apoyar a las tropas de la OTAN desplegadas. Todas estas medidas supusieron un cambio trascendental y marcaron un punto de inflexión en el uso eventual y futuro que podrían llegar a tener las tropas de su nación.
De igual forma y en armonía con las medidas políticas tomadas, otra forma de elastizar el Articulo 9 fue la construcción en el año 2009 del “destructor porta-helicópteros” DDH Hyuga, catalogado así para no herir susceptibilidades, pero dotando a la fuerza marítima japonesa de un medio naval de más de 13 mil toneladas de desplazamiento con una plataforma de aterrizaje y con una capacidad de proyección de fuerzas sin precedentes en las fuerzas de autodefensa. Su gemelo, el Ise, termino por asegurar lo esperado: los nombres rememoran a los viejos buques portaaeronaves construidos a partir de acorazados y que fueron participes de los diversos teatros de operaciones de la Segunda Guerra Mundial. Esta cuestión hibrida detono numerosas quejas entre los países vecinos, especialmente de China, quien acuso al Japón de acrecentar el clima beligerante en la región trayendo a la zona viejos fantasmas.
La relación con la República Popular China dejo como antecedente el avance sobre las cuestiones normativas japonesas y de manera ya no colateral sino central, la generación de numerosos episodios diplomáticos críticos.
Paralelamente a los choques diplomáticos por el archipiélago de las islas Senkaku (Diaoyu) donde unidades de ambas marinas se han entrecruzado aunque sin llegar a abrir fuego, la relación con la llamada “Amenaza China” se tensó aún más con el resultado de la apertura de un secreto a voces: la National Security Strategy o Estrategia de Seguridad Nacional. La misma marco en el año 2013 nuevos ejes en la política defensiva japonesa enfocando sus capacidades en la limitación del poder regional de la China comunista, aunando fuerzas con los países vecinos y conformando así un cerco a la influencia del gigante continental.
Con el desarrollo de los sucesos y el aumento del clima hostil debido al archipiélago en disputa, el órgano legislativo japonés estiro nuevamente la interpretación de la frontera normativa. A fines del año pasado aprobó el uso de fuerzas (ya no desarmadas) en el exterior ante casos de secuestro de ciudadanos nacionales, medida impulsada por los nefastos acontecimientos vinculados a la muerte de obreros japoneses a manos del ISIS. Por otro lado, y con mayor énfasis en el cambio doctrinal, se reglamentó el “Principio de Autodefensa Colectiva” otorgando así poderes y capacidades a las fuerzas japonesas para responder fuera de su territorio ante eventuales agresiones a países aliados y que de manera complementaria supongan una amenaza a su seguridad territorial. Los receptores de las medidas son tácitos pero claros: la República Popular China y la República Popular de Corea del Norte.
Estas medidas proyectivas implican no solamente deseos y marcos de acción, sino esencialmente recursos y medios. Recientemente la Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón puso a la mar a su buque más nuevo, uno con capacidad de proyección de fuerzas, porta-helicópteros y con el desplazamiento de un portaaviones convencional: el DDH Izumo. Este tipo de medios acompañan el cambio paradigmático de la defensa japonesa demostrando que todo impulso tiene un principal promotor: el presupuesto.

Mas yenes para la defensa

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Avión de patrulla Kawasaki P-1

No existe desarrollo, cambio y transformación sin un presupuesto acorde al plan proyectado, así como no puede haber competencia y equilibrio militar con un gigante vecino sin recursos abundantes. Esta noción ha servido como estandarte para la política de defensa japonesa durante los últimos años, marcándose con mayor énfasis durante los últimos años a razón del desafío que implica el escenario chino.
Tradicionalmente, y de manera constante, el porcentaje presupuestario destinado a su política de defensa no ha sobrepasado el punto porcentual, pero pese a eso, las fuerzas armadas japonesas se han mantenido entre las diez primeras con más fondos a disposición.
Si bien es cierto que el cambio a nivel presupuestario comienza en 1987 cuando el Estado de Japón se suma a la política militarista liderada por el entonces presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan, rompiendo así el tradicional punto porcentual impuesto por el Parlamento en 1976, los mayores cambios se pueden vislumbrar con los aumentos de los últimos años, y con los montos destinados en dólares a valor constante.
Es importante tener en cuenta que hasta el año 2002, los montos destinados rozaban los 50 mil millones de dólares, pero luego de ese año y de manera ininterrumpida el total de inversión fue decayendo llegando a un punto culmine en el año 2012.
Desde ese mismo año, y en función de la crispada relación con China, el presupuesto para la defensa ha ido en aumento a razón de entre 1 y 2 por ciento anual recuperando el espacio presupuestario perdido de la década anterior, achicando la diferencia con abultada con el país vecino y dando un impulso significativo a los proyectos de rearme y de desarrollo tecnológico.
Como punto central, es importante remarcar que el presupuesto de defensa chino ha ido en avance continuo llegando a unos 131 mil millones de dólares.
Recientemente la Diet (Parlamento japonés) y tras negociaciones arduas entre los dos partidos mayoritarios, autorizaron un presupuesto de unos 49 mil millones de dólares, lo que representa un aumento de casi un 3% en relación al año anterior. De todas maneras, se estima que la suma total superara ampliamente este número a sabiendas de los diversos proyectos en los que se ha embarcado el Ministerio de Defensa de Japón.
El “Programa de Defensa 2015” demuestra los planes ambiciosos para sus fuerzas armadas, enfocando esfuerzos en las tres ramas del sistema de autodefensa. Entre los mismos se pueden destacar los siguientes:

Adquisición de 20 unidades de patrulla P-1 2.943.500.000,00 USD
Mejora de los P-3C Orion y extensión de su vida útil 16.820.000,00 USD
Adquisición de 2 SH-60K 116.058.000,00 USD
Extensión de vida de los SH-60J 8.410.000,00 USD
Desarrollo de nuevos helicópteros de patrulla antisubmarinos 58.870.000,00 USD
Adquisición de un E-2D 195.112.000,00 USD
Mejora de sus sistemas AWACS 131.196.000,00 USD
Adquisición de sistemas Global Hawk 129.514.000,00 USD
Construcción de un Destructor AEGIS 1.412.880.000,00 USD
Extensión de vida de 7 Destructores (Clases Hatsuyuki, Asagiri, Abukuma, Hatakaze y Kongo) 54.665.000,00 USD
Desarrollo de un nuevo tipo de casco para destructores 2.523.000,00 USD
Desarrollo de nuevos sistemas de radares para destructores 27.753.000,00 USD
Estudio de UAV embarcados 4.205.000,00 USD
Construcción de un submarino clase Soryu 540.763.000,00 USD
Extensión de vida de 5 submarinos 28.594.000,00 USD
Construcción de una base de vigilancia costera en la isla Yonaguni 1.682.000,00 USD
Adquisición de 6 F-35A 867.912.000,00 USD
Modernizaciones de los sistemas F-15 y F-2 92.510.000,00 USD
Adquisición de un helicóptero UH-60J 41.209.000,00 USD
Modernización de un C-130H 5.046.000,00 USD
Adquisición de 3 sistemas antiaéreos 232.957.000,00 USD
Adquisición de 5 V-22 Osprey 513.851.000,00 USD
Adquisición de 30 AAV7 170.723.000,00 USD
Mejora del MSDF Clase Osumi (LST) 5.046.000,00 USD
Instalación de sistemas AEGIS en 2 destructores clase Atago 141.288.000,00 USD
Cooperación en el desarrollo del sistema SM-3 Block IIA 79.054.000,00 USD
Desarrollo de helicóptero utilitario 8.410.000,00 USD
Desarrollo de un caza de 5ta generación 287.622.000,00 USD
Adquisición de 10 tanques Type-10 857.820.000,00 USD (junto a los 13 del periodo 2013)

Fuente: Defense Programs and Budget of Japan Overview of FY2015 Budget Bill. Ministery of Defense.

Entre la resumida pero aun llamativa lista, se puede apreciar uno de los resultados de la National Security Strategy (NSS): la contribución al desarrollo y a las mejoras a los sistemas de guerra. La estrategia, además de poner nuevos lineamientos sobre la política de defensa, plasmo la necesidad de modificar la matriz productiva de la industria militar japonesa, pasando de ser un mero proveedor del complejo militar-industrial norteamericano, a ser socio y participe del mismo. Colateralmente los beneficios tecnológicos recaen en su propia industria, dotándola de procesos con mejor tecnificación y de una cierta independencia productiva necesaria para enfrentar los desafíos de su propia seguridad nacional.

El impulso presupuestario es entonces otro signo de la nueva visión japonesa sobre la geopolítica de la región, estimulando su propia industria de defensa y generando de esta forma sistemas más que aptos para atender a su nueva política, tentando a distintos rincones del mundo sobre los mismos, y así, tentándose a ellos mismos sobre las limitaciones de sus propias normas impuestas.

El 1 de abril del 2014 Japón desecho una limitación auto impuesta sobre la exportación de armamento. Considero que su capacidad militar-industrial era capaz de competir en los mercados externos, suministrando sistemas avanzados y desarrollados localmente a estados aliados y engrosando de esta manera su propia capacidad financiera.

Este giro radical influyo en las consiguientes ofertas a países como India por 6 submarinos clase Soryu a construirse allí bajo licencia y la venta de aviones US-2 de patrulla. De igual forma avanzo en un acuerdo con Australia de unos 60 mil millones de dólares por el suministro del mismo tipo de submarinos el cual al día de hoy se mantiene en discusión. Además, se puso en contacto con autoridades del Reino Unido para ofrecer el sistema aéreo de patrulla P-1 (competidor del P-8 Poseidon) y el desarrollo conjunto del sistema PAC-3.

Este flamante avance sobre el mercado militar puede interpretarse bajo dos aristas: en primer lugar, en el aspecto domestico implica cosechar de manera económica las oportunidades que se generan con la construcción de sistemas de muy avanzada tecnología y fortaleciendo los músculos de complejos como Mitsubishi y Kawasaki. En segundo lugar, y quizá el más importante, el suministro de armamento a aliados que pueden contrarrestar la influencia china en la región. En ambos casos, el cambio de visión sobre la defensa está asegurado.

La contención de China 

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Japón, como estado archipielágico, forma una cuña natural sobre el extremo oriental del continente asiático. Es un estado con relativa cercanía física de dos estados que actualmente poseen una atención mundial sustancial: uno de ellos con una importancia política y económica prácticamente inigualable, la República Popular China, y el otro, un estado crítico, aislado, agresivo y con tecnología misilistica y nuclear, la República Popular de Corea del Norte. Ambos estados, con viejos resquemores sobre el país que otrora los había ocupado, son indudablemente hipótesis de conflicto principal de los Estados Unidos de América, aliado fundamental del Estado de Japón.

Al día de hoy, cada uno de estos estados que envuelven un eventual conflicto, tienen una punta de lanza: Corea del Sur, para hacer frente al embate paranoico de su vecino al norte, y Japón, para limitar a un gigante económico y militar hacia el pacifico.

Con los últimos desarrollos en las políticas defensivas japonesas, especialmente luego de avanzar en la National Security Strategy y luego en el Principio de Autodefensa Colectiva, el estado nipón subrayo la necesidad de tejer relaciones más activas con las naciones del pacifico a efectos de blindar la región de la influencia china, y de posicionarse como estado equilibrador.

Pese a ser hoy un estado aliado extra-OTAN y de depender en mayoría de la seguridad que le brinda el apoyo estadounidense, el compromiso económico (e incluso cierta dependencia) de este último con China, ha incomodado al Japón a sabiendas del conflicto latente que se encuentra en el Mar de la China Meridional, especialmente en el conjunto de islas que ambos estados se disputan. Esta región marítima también incluye áreas de disputa entre diversos estados con la propia China, las Islas Spratly con Filipinas, Malasia y Vietnam y las Islas Paracelso con Vietnam.

Estas islas, cuyas áreas se creen ricas en hidrocarburos, fueron objeto de diversas escaramuzas entre tropas de los distintos países, y continúan siendo un espacio de tensión entre las marinas que patrullan la zona.

Compartiendo entonces intereses y deseos similares, Japón se ha abocado en los últimos años a tejer relaciones con sus vecinos, provocando enojos diplomáticos chinos, pero contribuyendo a equilibrar su poder sobre la región.

El “Principio de Autodefensa Colectiva” es el resultado de una visión geopolítica ingeniosa, contemplando el esfuerzo de un conjunto como más efectivo, y generando un peso disuasorio real sobre un estado con un enorme poder y que se mantiene en crecimiento. La posibilidad del envío de tropas a estados aliados agredidos mitigaría la efectividad de cualquier aventura militar china en la región, logrando así que la sola intención de su cambio de visión estratégica logre una consolidación diplomática con sus aliados.

Así, el estado japonés ha vislumbrado como la necesidad de una seguridad perdurable frente a potencias militares con disputas activas contrae el hecho de tener la capacidad de proyección de fuerzas y un hábil dinamismo con los vecinos, al igual que el desarrollo de su propia capacidad productiva militar con mayor autonomía. Pero primero debieron rever lo escrito en décadas pasadas cuando la coyuntura mundial era completamente diferente a la actual y adaptarse a los desafíos de una región con muchos focos críticos y conflictivos.

La aceptación de esta nueva realidad ha motivado a que durante los últimos años Japón tenga un comportamiento más activo y un cierto impulso independiente para medir sus asuntos geopolíticos. Los cambios por los que ha transitado lo sitúan como actor principal, blindando a la región con un contrapeso local y necesario para contribuir a la estabilidad y seguridad en el Pacifico. De igual forma, se puede pensar que un Japón más activo puede generar alarmas en función de viejas disputas, llevando a la región a un conflicto inimaginable.

De todas maneras, con el lento acontecer de los hechos, se puede observar que Japón se encuentra ante un nuevo paradigma defensivo, lo cual estimula mayor debate, y por encima de todo, un análisis de sus eventuales resultados.

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