Vivencias día a día del conflicto por las Islas Malvinas

DSV

Colaborador
Para el que quiera escuchar vivencias

 

DSV

Colaborador
La historia de 2 soldados, uno argentino y otro inglés
Se enfrentaron en Malvinas y se reencontraron 35 años después

El santotomesino Francisco Altamirano y Roy Fonseca, de Sri Lanka, combatieron a tiros durante la guerra que Argentina y Gran Bretaña libraron en 1982. Se volvieron a ver hace unos meses en las islas Seycheles, en un encuentro que fue conmovedor y sanador.


Roy y Francisco, durante el reencuentro que protagonizaron el año pasado, en las Islas Seycheles. El inglés había conservado durante 35 años la boina de combate que Francisco le obsequió al terminal la guerra. Foto: Gentileza Eduardo Rotondo

El Litoral | Agustín Vázquez
[email protected]

Los soldados argentinos que combatieron en las Islas Malvinas en 1982 ejemplifican la imagen viviente de los centinelas que ofrendaron sus cuerpos frente a un enemigo que vino a quitarles un pedazo de soberanía, de tierra y de vida. Desde el 2 de abril hasta el 14 de Junio, dos países lucharon con valiente determinación y resolución. Balas argentinas y británicas cruzaron por los aires con destinos fatales, aunque en muchos casos un azaroso destino cuestionó los tiempos de la muerte.

Hace treinta y cinco años, una mañana del 10 de junio de 1982, dos enemigos se encontraron en el campo de batalla, dando lugar a una hermandad que nació entre la pólvora y la sangre. El relato que sigue es una muestra de los caóticos momentos de un enfrentamiento que devino en un abrazo muchas décadas después. Los protagonistas son dos jóvenes soldados, uno santotomesino y otro de Sri Lanka. Francisco Altamirano y Roy Fonseca. Cuando conocí la historia, decidí intentar propiciar el reencuentro de ambos veteranos.

Primer encuentro

Esa mañana de junio, una patrulla de la Compañía de Comandos 601 se aproximaba cautelosamente por una ladera rodeada por formaciones rocosas en la zona denominada “Many Branch Point”, un puesto de observación al norte de Puerto Mitre (Port Howard) (Puerto Mitre), el mayor establecimiento de la isla Gran Malvina. Al mando del teniente primero José Duarte, un grupo de cuatro hombres retornaba de una misión de observación. Detrás le seguían el sargento primero Eusebio Moreno, el sargento ayudante Francisco Altamirano y el cabo primero Roberto Ríos. De repente oyeron voces; durante unos segundos dudaron si eran civiles Kelpers. Hasta que Altamirano observó un movimiento unos metros adelante. Un gorro de lana marrón -parecido al que usaban los marinos argentinos- se elevó por entre las piedras.

-“¡Alto!, ¿son argentinos?”, gritó Altamirano con todas sus fuerzas.

La distante cabeza volvió a perderse entre las piedras, para dar rienda suelta a una agresiva respuesta. Ráfagas de calibre 5.56 despejaron cualquier duda para los comandos argentinos, quienes se vieron envueltos en un feroz intercambio de fuego con el enemigo inglés. La intensidad del enfrentamiento fue descomunal, atroz... se entrecruzaban voces en español e inglés. “Fueron minutos donde no hubo miedo, ansiedad, nada... solo cargar y disparar”, confiesa Altamirano. La potencia de fuego confundió al enemigo, quien pensó que se trataba de un grupo mayor. Esto produjo un cambio mortal para el esquema británico; se movieron (mientras continuaban disparando) en busca de mejores posiciones o resguardo. Dos figuras fueron divisadas, corriendo hacia abajo. De repente uno de ellos cayó hacia adelante, contorsionando su cuerpo en clara evidencia de haber recibido varios disparos. Su compañero, levantó las manos en señal de rendición.

-“¡Se rinden!, no tiren más!”, gritó Altamirano a Duarte, quien a su vez alzó la voz pidiendo un alto al fuego.
Sin bajar sus fusiles, los comandos de la 601 avanzaron rápidamente hacia donde estaba el enemigo. El soldado inglés comenzó a caminar hacia los argentinos, con sus manos levantadas. Cara a cara, respirando aceleradamente, dos historias chocaron por primera vez. Altamirano lo revisó, lo desarmó y lo llevó prisionero. Era el cabo primero Roy Fonseca, de ascendencia srilanqués, quien integraba las filas del Special Air Service (SAS).

Al llegar a la compañía, Altamirano contó: -“Matamos a un soldado, tuvimos un combate y matamos a un hombre, matamos un soldado”, repitió, intentando no quebrarse.

Posteriormente, una patrulla de reconocimiento argentina volvió a la zona del combate para llevarse el cadáver del capitán John Hamilton, también del SAS (encontraron la chapa de identificación dentro de la chaqueta). Su cuerpo fue llevado en una camilla hasta Puerto Howard, donde se le asignó cristiana sepultura en una ceremonia religiosa efectuada al resguardo de una improvisada capilla. Moreno y Altamirano pasaron a rezar y darle un último adiós al hombre que enfrentaron en combate. No obstante, cuando ingresaron vieron una imagen que no esperaban: dos bultos (envueltos en sacos plásticos negros), uno grande y otro más chico, acaparaban la escena. El otro cuerpo que esperaba sepultura era de un joven soldado argentino del Regimiento de Infantería 5 (RI 5) que había muerto de inanición. La memoria golpea una vez más: -“Hasta el día de hoy recuerdo con tristeza y dolor esa imagen. Ver soldados argentinos deambulando buscando algo de comida, flacos como zombies, desesperados revolviendo la basura. Es incomprensible como los altos mandos o jefes de sección no fueron capaces de velar por sus hombres”, sentencia Francisco Altamirano, casi llorando de bronca e impotencia. “Hubo 15 casos de desnutrición severa en el hospital de Puerto Yapeyú, mientras unos galpones llenos de suministros estaban reservados y nunca fueron repartidos.”

La sepultura de Hamilton fue llevada a cabo con honores militares en el cementerio local. Una bandera del Reino Unido cubrió el féretro y una guardia argentina acompañó el proceso hasta el lugar del descanso final.


Francisco Altamirano (primero desde la izquierda) previo a una misión durante el conflicto bélico por las Islas Malvinas.Foto: Gentileza

La rendición argentina

Unos días después, el 14 de junio, fue declarada la rendición argentina en Puerto Argentino. Una valerosa pero costosa campaña había llegado a su fin.

El 15 de junio comenzó con una orden urgente para Altamirano y Moreno. Debían armar una pequeña pista para helicópteros ya que volaría hasta Puerto Howard un aparato inglés trayendo oficiales enviados para la rendición definitiva de la guarnición argentina.

El coronel Mabragaña aguardaba a la comitiva británica al lado de la pista, acompañado por Roy Fonseca a su derecha. El saludo entre el jefe del Regimiento 5 y el oficial enemigo se hizo de manera cordial, casi ceremonial, y le presentó al prisionero que había sido capturado cinco días antes.

Poco a poco, numerosos efectivos británicos coparon Puerto Howard, con pequeñas tanquetas “Scorpion” acechando desde las colinas e ingresando al asentamiento. La rendición argentina se había consumado y las armas fueron puestas sobre el terreno. Casi 1000 soldados (conscriptos, suboficiales y oficiales) marcharon al cautiverio del enemigo.

“Nos informaron que debíamos dejar el armamento en un lugar determinado, pero nosotros decidimos desactivar nuestros fusiles, retirar los percutores o partes importantes del interior de las armas. Dejar inactivo la mayor cantidad de nuestros elementos para que no sirviera a los ingleses. Creo que ahí fue cuando tomamos consciencia plena de que todo había terminado. Un manto de tristeza se posó sobre nosotros y pensé ¿de que sirvió todo esto?”, recuerda Altamirano sobre aquellas horas finales.

La labor restante de destrucción del equipo transcurrió en una escuelita cercana que obraba de alojamiento a los comandos. Metódicos y serenos, cada uno de ellos estaba a solas con sus pensamientos, con sus demonios y sus tristezas. La moral de la tropa sangraba de dolor por lo que vendría, lo que no fue y por el retorno a casa sin victorias. Altamirano miraba en los rostros de sus camaradas la desazón y la congoja de ya no poder hacer nada más.

Segundo encuentro

Un suave golpe en su hombro lo despertó del leve transe que lo había poseído. “Che Mono, te busca Roy”, le dijeron. El cabo primero Fonseca recordaba el nombre de Francisco luego de una visita que él y Moreno le habían hecho en la improvisada celda de prisión que lo retuvo desde el 10 de junio hasta el final de las hostilidades. Fonseca tampoco olvidó la generosidad de Altamirano, que le proveyó de un par de medias secas, cigarrillos y un pulover que tenía en su mochila para combatir mejor el frío. Un gran corazón, un inmenso espíritu de humanidad era palpable en las pequeñas y grandes acciones de solidaridad que su captor tuvo con el prisionero.

“¡Francis, Francis!”, oyó a sus espaldas. Altamirano volteo y miró a su antiguo enemigo. Lo que escuchó en ese momento lo guardó por mucho tiempo cerca del corazón, asimilando un antídoto para contrarrestar el virus de la derrota y el dolor.

“Very good Francis, very good. Don’t worry, war is politics, only politics. Goodbye”

Se saludaron, pero mientras Roy se alejaba a la distancia, Francisco lo llamó. Se sacó su boina de comando y se la entregó con lágrimas en sus ojos. “For you, souvenir”, alcanzó a decir Altamirano en un inglés entrecortado por la emoción.

“Nunca más supe nada de él”, dijo Francisco Altamirano al concluir la entrevista. Era el 11 de enero de 2017 y en unos meses se conmemorarían treinta y cinco años desde aquella despedida.


Uno de los protagonistas de la historia es de la ciudad de Santo Tomé. En la fotografía, Francisco Altamirano es uno de los que está parado, el segundo desde la izquierda.Foto: Gentileza

Vuelta de página

La posguerra fue un camino tortuoso para los veteranos de Malvinas. De más está decir la total y absoluta falta de contención psicológica, económica y política que sobrevoló cada día de sus vidas por muchos años. Cientos de suicidios dieron evidencia de ello.

Altamirano, Moreno, Ríos y Duarte siguieron sus carreras en el Ejército Argentino, luchando como pudieron con las visiones del pasado, las preguntas sin responder o los incontables interrogantes tras el enfrentamiento con Hamilton y Fonseca. La culpa de haber matado un hombre es una mochila que llevan a cuesta, aunque se entiendan las circunstancias de una guerra y el paso de los años.

En marzo del año 2000, el suboficial mayor Francisco “Mono” Altamirano pasó a retiro del Ejército tras treinta y cinco de servicio a la patria. Era tiempo de dar una vuelta de página en un capítulo que cerraba sus puertas, aunque una figura del pasado estaba presente de tanto en tanto, revoloteando entre dudas y misterios. ¿Qué habrá pasado con aquel soldado inglés?

Fonseca, en las Seychelles

La República de las Seychelles es un grupo de 115 islas ubicadas en el océano Índico, al noreste de Madagascar. Lejos del frío malvinense y de la dura turba de Puerto Howard, un hombre mira el atardecer desde el balcón su casa. Su pelo gris y un sendo bigote le confieren una peculiar imagen. Él también tiene recuerdos que lo absorben y le impiden cicatrizar heridas que todo combatiente posee.

Roy Fonseca se alejó del Special Air Service muchos años después de finalizada la guerra y tras haber luchado en diversos frentes de combate. Prefirió continuar su vida en el sector privado, aventurándose en diversos rubros tales como fundar una compañía de seguridad privada en 1993 y en la gestión de su restaurante familiar “Marie-Antoinette”, establecido en 1972 por su madre Kathleen. Se casó y tuvo dos hijos.

Todo ha cambiado para este viejo soldado; playas paradisíacas lo acompañan cada día y reemplazan antiguos campos de batalla por aguas cristalinas y verdes palmeras. Ha sentido la presencia de la muerte en varias oportunidades, de cerca respirándole o en camaradas que han caído en combate. Cierra los ojos y puede ver al capitán Hamilton tendido a su lado, desangrándose rápidamente y sin posibilidad de hacer nada por él. Las balas silbando alrededor y rebotando en las piedras cercanas. Roy Fonseca siente una dolorosa carga por no haber podido hacer nada por su compañero. A pesar de ello, sintió un alivio reparador cuando logró retornar, luego de varios años, al lugar donde murió Hamilton.

Tercer encuentro

Larga y extensa fue la búsqueda del veterano inglés y antiguo miembro del SAS, pero tras unos meses pude contactarme con Roy Fonseca. Lo primero que hice fue relatarle el encuentro que mantuve con Francisco Altamirano a comienzos del año pasado. Su sorpresa fue total; estaba asombrado de saber que su antiguo enemigo y captor se hallaba con vida. Las maravillas de la tecnología dieron cabida a un contacto más personal que se materializó a través del Whatsapp. El celular estalló de mensajes y, a miles de kilómetros de distancia, en la localidad de Santo Tomé (Provincia de Santa Fe) esas noticias llegaron al oído del veterano argentino dispuesto a poner en marcha una travesía que le permitiese cerrar memorias oscuras de un pasado atado a Malvinas.

La ayuda de otro gran amigo, Elio Musuruana, fue fundamental para concretar el reencuentro en las Islas del Océano Índico. Elio es instructor de buceo y, desde la Escuela de Buceo del Club Regatas de Santa Fe, habían elegido Seychelles como destino para la expedición anual. Hacia allí partió Francisco, junto a 40 buzos santafesinos que formaron parte de la delegación. Ninguno de ellos sabía la increíble historia de la que serían testigos.

El avión pisó el Aeropuerto de Mahé la noche del 10 de noviembre. Un caluroso descenso dio la bienvenida al grupo de argentinos. Entre la multitud, unas manos se alzaron a la vista de Francisco. El encuentro, postergado por tres décadas, estaba a escasos pasos de distancia.

“Sentí una enorme emoción. Lo vi parado y acelere mis pasos para darle un abrazo que tenía guardado por 35 años. Fue inexplicable”, afirma Altamirano.

Los días que siguieron en Seychelles estuvieron cargados de momentos imborrables. El más significativo fue el 12 de noviembre durante el denominado “Remembrance Day” (Día del Recuerdo o, también, Día de la Amapola), una conmemoración por los muertos de todas las guerras (especialmente la Primera Guerra Mundial). Ese domingo en Seychelles, la solemne jornada comenzó con una misa en St Paul’s Cathedral y finalizó en el cementerio de Mont Fleuri, el más grande de Victoria. Allí se dio lugar a una ofrenda para los caídos, acompañado por significativos discursos de Roy y Francisco, ambos recordando la memoria de los veteranos, sin olvidarse del capitán John Hamilton.

Ante la vista de todos los presentes, Roy detuvo sus palabras por unos instantes, se acercó a Francisco y sacó un objeto que dejó sin aliento al suboficial argentino. Como en una máquina del tiempo, unas lágrimas cayeron por sus mejillas al ver lo que sus manos ahora sostenían: era la boina de comando que 35 años atrás le había entregado como “souvenir” tras la rendición argentina en Puerto Howard. El “Mono” intentó hablar pero no pudo, solo dio una frágil explicación para sus compañeros de buceo que lo miraban: “Esta era mi boina...”.

Algo del pasado estaba concluido; una actitud que lo ayudó a cerrar heridas y encontrar respuestas muy lejos de casa, en una isla perdida en la inmensidad del Océano Indico.

Esa fue también mi misión, desde un humilde lugar, intentan ayudar a que dos partes puedan formar un todo nuevamente. Atestiguamos una historia de superación y resiliencia, de tabúes y fantasmas, de muerte y perdón. Sin embargo, la verdad final la conocen solo ellos dos, sus protagonistas, y está bien que así sea. Un gran relato solo se ve completo si dejamos algo en el aire, en el infinito de la imaginación y la duda. Eso nos permitirá seguir buscando, como Francisco y Roy, que impulsaron sus vidas en pos de un abrazo sanador.

http://www.ellitoral.com/index.php/...entino-y-otro-ingles-informacion-general.html
 

DSV

Colaborador
El diario El Litoral no puso de quien son las fotos de Malvinas, son de Rotondo. Ya se envió en email para que corrijan la omisión.
En la primera de ellas dice:
Roy y Francisco, durante el reencuentro que protagonizaron el año pasado, en las Islas Seycheles. El inglés había conservado durante 35 años la boina de combate que Francisco le obsequió al terminal la guerra. Foto: Gentileza Eduardo Rotondo
 
Tremendo, nunca supe que el SAS habia sido derrotado en un enfrentamiento con comandos nuestros y que ensima tomamos prisioneros, tenia la info de que siempre se habia perdido en esos enfrentamientos.

Alguien tendría algún informe o articulo para recomendar sobre el desempeño de nuestros comandos durante la guerra? Ahora que lei esta historia quiero profundizar en el tema..
 
Tremendo, nunca supe que el SAS habia sido derrotado en un enfrentamiento con comandos nuestros y que ensima tomamos prisioneros, tenia la info de que siempre se habia perdido en esos enfrentamientos.

Alguien tendría algún informe o articulo para recomendar sobre el desempeño de nuestros comandos durante la guerra? Ahora que lei esta historia quiero profundizar en el tema..

Comandos en Acción el Ejercito en Malvinas es un buen libro, salvo el capitulo de Darwin. De cualquier forma, frente al SAS hubo dos enfrentamientos nomas, el de la nota, y el de Monte Kent, donde mueren Marquez y Blas...
 
Este no es el hilo apropiado.....
pero no se donde ubicarlo.

Necesito ubicar al VGM de la FAA, SC de la I brigada.
Neufellner Roberto

Aparentemente asosiado al centro de VGM de Tigre.

Alguien me puede dar una mano?

A sugerencia de BIGUA, llamé al departamento MLV del edificio cóndor, lo único que me supieron decir que perteneció a la I Brigada.



Los motivos:
Este soldado no lo tengo asociado a ninguna unidad. Lo mismo que a 70 SC más de la FAA.
Es decir hubo alguna subunidad que llevó soldados a MLV y aun no la tenemos registrada.
Como hipótesis sugiero: Organismo abastecimiento, Órgano de operaciones, Terminal de carga aérea, Escuadrón técnico, Escuadrón servicios generales

Probablemente el Órgano de operaciones y el Escuadrón técnico no incluyeron soldados. BIGUA, alguna opinión??

Si logramos identificar donde estuvo Roberto, tambien tendremos el destino de otros soldados, sus compañeros.


Quizás alguien que tenga contacto con el centro de VGM de Tigre o mejor el TE de algun VGM de Tigre.
 

DSV

Colaborador
Este no es el hilo apropiado.....
pero no se donde ubicarlo.

Necesito ubicar al VGM de la FAA, SC de la I brigada.
Neufellner Roberto

Aparentemente asosiado al centro de VGM de Tigre.

Alguien me puede dar una mano?

A sugerencia de BIGUA, llamé al departamento MLV del edificio cóndor, lo único que me supieron decir que perteneció a la I Brigada.



Los motivos:
Este soldado no lo tengo asociado a ninguna unidad. Lo mismo que a 70 SC más de la FAA.
Es decir hubo alguna subunidad que llevó soldados a MLV y aun no la tenemos registrada.
Como hipótesis sugiero: Organismo abastecimiento, Órgano de operaciones, Terminal de carga aérea, Escuadrón técnico, Escuadrón servicios generales

Probablemente el Órgano de operaciones y el Escuadrón técnico no incluyeron soldados. BIGUA, alguna opinión??

Si logramos identificar donde estuvo Roberto, tambien tendremos el destino de otros soldados, sus compañeros.


Quizás alguien que tenga contacto con el centro de VGM de Tigre o mejor el TE de algun VGM de Tigre.
UNIÓN DE EX-COMBATIENTES DE LAS ISLAS MALVINAS DEL PARTIDO DE TIGRE
San Luis 384 esq. Corrientes ó Av. de los Constituyentes 511 (1617) Gral. Pacheco - Buenos Aires
Tel. (54-11) 4736-7085 - Fax: 4736-7085
[email protected]
 

cosmiccomet74

Colaborador
Colaborador
La Asociación de Pilotos de Línea Aérea APLA viene realizando en los asados o reuniones que hacemos los asociados de LANAR en los cuales se invita a Veteranos de Guerra de Malvinas a hacer charlas.
Se hicieron dos el año pasado, la primera fue el Comodoro RE VGM Gerardo Isaac que es compañero de promoción de un Primer Oficial de la empresa.
La segunda vinieron el Pipí Sanchez y el Tuca Cervera.
En Abril de este año se hizo un agasajo y entrega de distinciones a los VGM que son asociados al Asociación y se hizo la exposición de las vivencias del Capitán RE VGM Carlos Musso y participó también el entonces Teniente Senn.

Ayer hicimos un asado los LANAR y le tocó al Brigadier RE VGM Eduardo Bianco, que fue compañero nuestro como Comandante de Airbus A320.
En la guerra fue Comandante de Learjet 35 del Escuadrón Fénix y participó en la misión del 7 de Junio siendo numeral del Comodoro PM de la Colina.
Contó su experiencia, pedimos que empiecen a filmar estas exposiciones para poder tener registro de ellas. Esta vez por lo que vi se hizo. Espero que la publiquen para si subirla al foro.
Muy interesante la exposición en particular mostró fotos de la misión de diversión de los 2 LR35 que hicieron de A-4 para lo cual le formaron a un KC-130 como si estuvieran reabasteciendo.
Una foto que nunca vi fue del LR35 civil formado a la canasta que está sacada desde el KC130.
También había una muy rara foto de la imagen de un radar de tierra de los ecos de esa formación reabasteciendose.
En las misiones de diversión el radar de Puerto Argentino los podía acercar a los SHR hasta 5 NM ya que habían establecido que si mantenían esa distancia mínima la velocidad del LR35 era superior a la de los cazas ingleses y podrían escapar.

En la misión del 7 de Junio salen 3 secciones de LR35, una sección de Comodoro Rivadavia, otra de San Julián y la última de Río Grande.
Fue la primera vez que se combinaba una misión de Diversión con otra de reconocimiento.
Querían ver si los Ingleses habían construido una pista en San Carlos ya que la autononimia de los SHR y Gr1 se había extendido.
Durante el tránsito al punto donde el radar de Malvinas se hacía cargo del control de la misión habían escuchado en una frecuencia comunicaciones en Inglés.
Así es que cuando entran en contacto con el radar Malvinas este les pide que se autentiquen como “amigos”.
Para eso ambas partes usaban un “computador” que daba un resultado que transmitido validaba ambas partes.
Nunca lo usaban por lo que no estaban duchos en la tarea por lo que tardaron más de lo debido.
Por otra parte había habido mucho viento de cola en el vuelo al punto de entrada al control, no habían podido transferir combustible del tanque que tienen en el fuselaje a los de las punteras de las alas.
Ante la demora de la autenticación, De la Colina estaba por abortar la misión pero el radar Malvinas autentica y les da el rumbo 090.
La posición estaba desfasada por el viento de cola y por la demora en la autenticación.
A los dos minutos de autenticar, el copiloto del LR35 de Bianco le avisa que estaban sobre el Estrecho de San Carlos y ve los fogonazos de los misiles.
Bianco le avisa al líder el cual empieza un viraje pero lamentablemente es alcanzado.
Lo que ve Eduardo es la explosión y un fogonazo que fue además de a carga explosiva del Sea Dart la combustión del combustible que tenían en el fuselaje del avión.
Lo escucha decir a de la Colina que no lo podía controlar y que nada se podía hacer.
Mientras tanto Bianco ascendió a 45,000 ft a esperar que le pegara el segundo misil que por suerte se auto destruyó antes de alcanzarlos.
En la planificación de la mision les habían dicho que los misiles no podían superar los 40000 ft por lo que volaron a 41000 ft pensando que no iban a poder ser alcanzados.

Al asado también vinieron representantes del Escuadrón Fénix, Pipí Sanchez y Tucu Cervera.

En Mayo va a haber otra charla, esta vez están invitados todos los sectores de la Asociación y va a exponer Gerardo Isaac y está invitado Alejandro Francisco.
 

DSV

Colaborador
Pasó la guerra pero siguen las vivencias

Después de 36 años, chubutenses encontraron su “pozo de zorro” en Malvinas

Julio Calvo y Elido “El Chino” Videla, ex combatientes de Malvinas de Puerto Madryn pisaron las islas y volvieron al pozo en el que compartieron heladas y angustiantes horas durante la guerra de Malvinas. Julieta fue quien le comunicó a su padre que su familia le regalaría el viaje a Malvinas, luego se sumaron voluntades y aportes para que Elido Videla también pudiera hacerlo.



Desde el archipiélago, Julieta describió:“estos días han sido super movidos, muchas excursiones, caminatas, charlas, lágrimas, risas e historias que vuelven a la mente de papá y el chino. Ya han ubicado la zona donde ellos estuvieron durante la guerra, pero mañana será el día dónde iremos a buscar su pozo. Si es que podemos, claro, porque esa zona aún tiene varios sectores minados”.

“Hace frío, mucho viento, tenemos un guía excepcional y muy leído sobre el tema. Conocimos ya varios campos de batallas, el cementerio argentino, el cementerio inglés, San Carlos, monte Dos Hermanas, etc. Y les aseguro que cuando lleguemos a casa, podrán ver horas y horas de filmaciones y fotos. Ellos están bien, entusiasmados, son los primeros en levantarse, se bancan las caminatas en la turba como si tuvieran 15 años”, agregó.

Y señaló que “les debo confesar, que se les cayeron algunas lágrimas cuando tuvimos la oportunidad de ver de cerca la explosión de una granada que habían encontrado los militares aún sin detonar. Estábamos a unos mil metros del lugar, pero la onda expansiva fue tremenda y ahí pude tener por primera vez una leve idea de la magnitud de lo que se vivió en ese momento.

Están viejos, están lentos, están canosos y luchan a diario con su memoria que de a poco va borrando algunos recuerdos de hace 36 años”, dijo al pedir a todos que se unan en el deseo de que puedan encontrar su pozo, y así sucedió finalmente.

http://elobservadordelsur.com/2018/...ses-encontraron-su-pozo-de-zorro-en-malvinas/
 

thunder

Veterano Guerra de Malvinas
Miembro del Staff
Moderador
El 'gaucho vasco' que hundió al buque de Thatcher
  • SERGIO RAÚL ROMANO
  • Buenos Aires

Augusto Bedacarratz, 73 años, vive en La Pampa. CRÓNICA



Comandó una escuadrilla de aviones argentinos que hace 35 años atacó al Sheffield, el primer buque militar de Gran Bretaña hundido en combate después de la II Guerra Mundial
Hoy reparte su tiempo entre la ciudad de Buenos Aires y su campo en un pueblo de la provincia de La Pampa. Es agricultor. "Nunca pensé en ser piloto de aviación... No quiero ni pensar en las víctimas del buque", dice a 'Crónica'
Augusto Bedacarratz dice que nació hace 73 años en La Pampa argentina, entre vacas, inmigrantes vascos, campos de trigo, gauchos, cardos, más vascos, tractores y caballos. Dice que a los 12 se fue a Buenos Aires, poco después ingresó a la Aviación Naval de la Armada Argentina y, ya en la Guerra de Malvinas de 1982, fue uno de los pilotos que hundió al emblemático buque de la fuerza que comandaba Margaret Thatcher: el Sheffield. Hoy dice que es nuevamente, como sus antepasados, agricultor.
Macachín, ubicado a 500 kilómetros al oeste de Buenos Aires, es un pueblo de 5.000 habitantes de la provincia de La Pampa. Aquí, antes del aluvión de inmigrantes europeos que escapaban de las guerras, las persecuciones y el hambre, era territorio del temible jefe mapuche Calfucurá. Ahora es la tierra de la comunidad de vascos más importante del mundo, luego del País Vasco. Y es, por supuesto, la tierra de Bedacarratz.
"Yo nací en un pueblo cercano, en Villa Maza, y viví siempre en Macachín, donde fui a la escuela primaria", dice a Crónica. "Nunca pensé en ser piloto de avión. Todos en mi familia eran agricultores", sostiene.
Augusto se trasladó a los 12 años con su familia a la ciudad de Buenos Aires. Allí cursó el colegio secundario y, ya a los 16, ingresó a la Escuela Naval, de la cual egresó en 1965 con el primer puesto en su clase. "Me recibí de oficial y posteriormente, en 1967, ingresé al curso de entrenamiento de vuelo naval. Finalmente la aviación naval fue mi vida y mi pasión", cuenta.
En 1981 la dictadura militar Argentina compró a Francia aviones Super Etendard con misiles antibuques Exocet. "Fuimos enviados a la Aviación Naval Francesa, para darnos una formación básica de 50 horas en los Super Etendard", recuerda.

Bedacarratz en su etapa de piloto. CRÓNICA
El 2 de abril de 1982, la Argentina recuperó las Islas Malvinas -un territorio usurpado por Gran Bretaña en 1833, cuando desalojó a los habitantes argentinos- . "Si quieren venir, que vengan", desafió en ese momento el presidente de facto Leopoldo Galtieri desde los balcones de Casa Rosada. Las tropas británicas llegaron.
Bedacarratz fue enviado junto a otros nueve pilotos de la llamada Escuadrilla Naval de Caza y Ataque a la ciudad de Río Grande, en el extremo sur del país, a unos 550 kilómetros de Malvinas. El capitán formó tándem con Armando Mayora.
Problemas con el combustible
El primer ataque británico ocurrió el primero de mayo, con bajas en ambos lados. En ese momento, se frustró una misión de ataque de esta cuadrilla porque los aviones -de otros dos pilotos- tuvieron problemas al cargar combustible en vuelo. Así, como habían acordado, la próxima misión quedó a cargo de Bedacarratz y Mayora.
La próxima misión se lanzó el 4 de mayo. Un avión de reconocimiento, el Neptune, detectó a gran altitud a una serie de blancos.
Bedacarratz y Mayora fueron despertados a las 7 de la mañana. Estaba nublado y el viento era intenso. "La misión era sumamente riesgosa. La Armada sólo tenía cinco misiles Exocet -el resto no había llegado por el embargo impuesto por Francia a raíz del conflicto bélico- y se desconocía la verdadera efectividad de este tipo de misil. Es que esta versión del Exocet, aire mar para ser lanzados desde aviones de ataque, no había sido utilizada en ningún lugar del mundo. La Aviación Naval Francesa tampoco lo tenía en funcionamiento. Los probamos en Malvinas", relata.
-¿Cómo se prepararon ese día?
-Nuestro objetivo era atacar y no ser detectado por la flota británicahasta después de ser disparados los misiles. Eso implicaba una serie de medidas. En primer lugar, no utilizar prácticamente el radar; en segundo lugar no hablar por radio y sólo comunicarnos, de avión a avión, por señas; y finalmente volar casi rozando el mar para no ser detectado por los radares enemigos. El día 4, en la madrugada, un avión Neptune encontró e identificó a buques enemigos. Nos pasó las coordenadas y comenzamos a preparar el plan de vuelo.
-¿Cómo fue el ataque?
-Despegamos a las 9.45 horas y volamos muy bajo y con suma discreción. A las 11.45, cuando estábamos a unos 15 minutos del lanzamiento, recibimos la última actualización, por parte del Neptune, de la ubicación de los buques. En ese momento, colocamos las posiciones en nuestro sistema de navegación. Introdujimos 20 dígitos y tuvimos que interrumpir el silencio de radio para cotejar entre los dos la información.
A 30 Kilómetros del blanco
Bedacarratz dio la orden de atacar cuando los aviones se encontraban a 30 kilómetros del blanco. Inmediatamente apretó el botón de disparo. El misil, de 650 kilos, tardó unos eternos tres segundos en salir y el avión, al perder peso de una de sus alas, se movió bruscamente. Mayora, que no había escuchado la orden, se sorprendió y también lanzó el misil. Segundos después, los Super Etendard giraron y se perdieron nuevamente en la bruma. "Se hizo la operación como la habíamos planificado, a pesar de que enfrente teníamos a la tercera flota más importante del mundo que estaba armada con avanzados misiles antiaéreos", dice el capitán.
Poco después, regresaron a la base, sin saber si los misiles habían dado o no en el blanco. "En la base hubo alegría por el logro técnico de poder haber lanzado los Exocet", cuenta. Por la tarde, la BBC informó que el Sheffield había sido mortalmente herido por un misil.

Se estima que el ataque dejó 20 marinos muertos y otros 24 heridos. El Sheffield terminó de hundirse seis días después en las aguas del Atlántico sur.
-¿Qué le diría hoy a las familias de las víctimas del Sheffield?

El Sheffield. Se hundió en aguas del Atlántico. Se estima que dejó 20 marines muertos.
-Realmente no quiero ni pensar en cuántas personas murieron... Sé que ha habido ingleses que han muerto y otros que han sufrido heridas. Por eso lamento el dolor de sus familias, que debe ser muy grande. Indudablemente esa gente murió con todo el honor, defendiendo sus valores, así como nosotros defendimos los nuestros. En toda guerra ocurren estos hechos lamentables. Ojalá se hubiera hundido sin que se perdieran vidas.
Bedacarratz, quien hoy tiene tres hijos y nietos, se retiró en 1991 con la condecoración Medalla La Nación Argentina al Valor en Combate.
"Nunca pensé que iba a ser piloto. Todos mis antepasados eran agricultores", dice. Su bisabuelo, un vasco francés, llegó a la Argentina en 1858 desde el pueblo de Ibarolle, de la región de Aquitania, en Francia. "Mi bisabuelo tenía 20 años. Eran cuatro hermanos y quedaron huérfanos. Eran muy humildes labradores y se vinieron a buscar un horizonte mejor a La Pampa. Aquí conoció a otra vasca que había inmigrado y conformaron una gran familia", sostiene.
En Macachín, los pobladores bautizaron como "Capitán Bedacarratz" al aeródromo y la Armada conmemora todos los 4 de mayo el Día de la Aviación Naval Argentina, en recuerdo del hundimiento del buque inglés. "No soy ningún héroe, sólo cumplí una misión", dice desde Macachín, la tierra de sus abuelos. A lo lejos, se escuchan los relinchos de una tropilla de caballos.

Fuente: elmundo.es
 
Querido fogón:
Hace unos días algunos Foristas hemos recibido la triste noticia del fallecimiento del Amigo Néstor Antón.
Dios quiso que ahora lo tuviese a su lado luego de presentar una dura batalla, junto a los médicos, contra un complicado tema de salud.
El recuerdo que seguramente compartiremos quienes tuvimos la dicha de conocerlo será la de un gran tipo con una excelente predisposición, dispuesto a recibirte con una inmensa sonrisa y por supuesto el infaltable mate.
Atento de sus amigos, buscando saber más sobre la Noble Gesta y alentándonos a que se supiera la verdad. Siempre acompañado por su entrañable Familia por la cual ruego que Dios le brinde su consuelo y fortaleza para superar su partida.
Hasta siempre Chamigo.

DESPEDIDA
Si un día caes en cuenta de que el silencio está en silencio,
que las flores del jardín escondieron sus aromas y colores.
Si ves desvaído el cielo, átono el viento, incoloro el día,
y que las horas caen marchitas y amarillas,
como amarillas hojas de un otoño sin memorias.
Si un día caes en cuenta que hace tiempo que las olas del mar
no traen en murmullos historias de tormentas;
que vuelan silenciosas las gaviotas, como ausentes,
y la tarde se desmaya, deshilachándose en sombras.
Si un día sube a tu pecho un suspiro anacrónico, inesperado,
y miras a tus lados para saber que fue lo que lo indujo...y no lo encuentras.
No busques más, ni preguntes nada. Cierra los ojos un segundo, y una pequeña oración di en mi nombre...
Mi navío, buscando nuevos mares, ha zarpado....

Homenaje del VGM Don Aníbal J. Herrera (Naval).

 

cosmiccomet74

Colaborador
Colaborador
Video de la exposición de sus vivencias del Brigadier RE VGM Eduardo Bianco en la guerra de Malvinas. Fue el numeral del Comodoro PM De la Colina el 7 de Junio de 1982.
El evento fue en la sede social de la Asociación de Pilotos de Línea Aérea, a la cual Eduardo es asociado por haberse retirado de Comandante de A320 de LANAR.
Como verán esta en silla de ruedas, sufrió un ACV en Lima durante un entrenamiento en simulador. Por suerte de a poco se va recuperando y es un asistente asiduo a nuestras reuniones.
Una persona muy amable y además muy querida entre nosotros.

 

DSV

Colaborador
Explosiones, desesperación y un naufragio espeluznante: cómo fue el hundimiento del buque tripulado por civiles en la Guerra de Malvinas
El 10 de mayo de 1982 la fragata británica "Alacrity" atacó al buque mercante "Isla de los Estados". Hubo 25 muertos y dos sobrevivientes: un marinero español y un capitán de corbeta. El relato de una noche larga en aguas heladas y seis días en una isla
Por Marcelo Larraquy 7 de mayo de 2018
Periodista e historiador (UBA)


Buque Isla de los Estados
Una bengala luminosa lanzada a doscientos metros de altura rompió la oscuridad del estrecho San Carlos en la noche del 10 de mayo de 1982. El barco, de 80 metros de eslora, con veinticinco tripulantes a bordo, quedó al descubierto.
El capitán de corbeta Alois Esteban Payarola se contactó por radio con el carguero "Forrest", amarrado en Puerto Howard, a 16 millas. Quiso verificar el origen de la bengala. Temió que fuera el preanuncio del "fuego amigo".
La respuesta no despejó su duda: ellos no la habían lanzado.
Dos minutos después el buque «Isla de los Estados» comenzó a recibir impactos de mortero sobre estribor. Una llamarada de fuego se levantó sobre la nave. Desde la posición enemiga supusieron que era un barco petrolero.

Desde el puente de mando, Payarola volvió a comunicarse con el Forrest. Pidió "alto el fuego" y que avisaran a las baterías costeras que dejaran de tirar.
Payarola vio que casi todo lo que estaba alrededor suyo había desaparecido. Decidió salir del puente y caminar hacia babor. Vio al capitán Tulio Panigadi, comandante de ultramar, tirado en el suelo. Escuchó gritos de dolor, voces que emergían desde el agua. Otra explosión abrió una lengua de fuego sobre los tambores de combustibles. La nave se mecía hacia un costado. Payarola tenía puesto un pullover, un buzo, y unas botas de campaña. Sintió ruido de helicópteros que se acercaban.

Alfredo López (izquierda) y Alois Payarola (derecha)
En ese momento entendió que había sido impactado por fuerzas enemigas. Se lanzó al agua helada del estrecho.
Pocos minutos después el buque Isla de los Estados desaparecía de la pantalla del radar de la fragata HSM Alacrity.
La Operación Rosario

El Isla de los Estados había sido armado en España en 1975. Cinco años después fue incorporado a la Armada como buque de transporte. Era un buque de la marina mercante, que navegaba con tripulación civil. Era útil para el transporte de ganado ovino, mercaderías y de personas entre el territorio y las islas, en cumplimiento con los acuerdos de cooperación entre Argentina e Inglaterra firmados a inicios de la década del setenta.
El 28 de marzo de 1982, en Puerto Deseado, Santa Cruz, el Isla de los Estados comenzó a cargar armas, vehículos. Había militares de uniforme en el muelle. Los civiles de la marina mercante se sorprendieron. Alois Payarola asumió la conducción militar del barco. En alta mar informó de la misión. El Isla de los Estados se uniría a la "Operación Rosario" como parte de la Fuerza de Tareas que tomaría las islas Malvinas.
La novedad sorprendió a la tripulación civil. Algunos de ellos eran extranjeros.
El Isla de los Estados fue el primer buque de la marina mercante que llegó a Puerto Argentino. El Ejército lo utilizó para el transbordo de cargas de otros buques mercantes que por su tonelaje no podían amarrar en el pequeño muelle de madera de la capital de la isla. También transportó víveres, combustible, armas y municiones y efectivos a distintas posiciones de las tropas argentinas.
El barco no tenía defensa antiaérea. Navegaba por la noche, en la niebla, e intentaba ocultarse en accidentes geográficos para que no quedara al descubierto su posición.
Desde el Isla de los Estados, a través de una grúa, fueron colocadas 25 minas de 400 kilos de explosivos frente a las aguas de Puerto Argentino.
El 1º de mayo de 1982, después del bombardeo aéreo y naval inglés sobre la capital de las islas, se decidió trasladar el barco al estrecho San Carlos, que separa la isla Soledad de la Gran Malvina.
En esa nueva posición, el Isla de los Estados continuó con los trabajos de carga y descarga con otras naves. Una de ellas fue el "Monsunen", un barco de pequeño porte confiscado a las Malvinas Islands Company (FIC), que solía usarse para el traslado de ovejas.
El Monsunen navegó desde Puerto Argentino hacia el estrecho San Carlos en busca de combustible y municiones. A su cargo estaba el entonces mayor Jorge Monge, oficial de Operaciones del Grupo de Artillería de Defensa Aérea 101 (GADA 101).

Monsunen en el muelle
"Nuestro material de guerra estaba en el buque Río Carcarañá, que también habían movido al estrecho San Carlos –afirma Monge en entrevista con el autor de este artículo-. El 2 de mayo comenzamos a bordear la isla Soledad hacia el sur. Entonces me llega un "alerta submarino". Habían hundido el crucero Manuel Belgrano, y me avisan que también podíamos ser atacados. Para mantener la moral de la tropa, no lo comenté. Lo primero que pensé fue en las bajas. Me recomendaron que tuviera cuidado. ¿Pero qué alerta podía tomar yo si tenía un fusil automático, dos ametralladoras, una balsa y dos o tres salvavidas. El Monsunem era un barquito endeble.
—¿Cómo fue el contacto con el Isla de los Estados?
—Habrá sido el 4 ó 5 de mayo. Ahí me encontré con el capitán Marcelo Novoa. Lo conocía por cursos en el Colegio Militar; también estuvimos en Jujuy, cuando se movilizaron las tropas por el conflicto con Chile. Él era de artillería, yo montañista. En el estrecho San Carlos descargamos el material para mi unidad: cañones, parte de los 16 mil tiros de municiones y también me dieron la orden de retirar combustible para radares y helicópteros. Eran barriles de 200 litros que acomodamos en la cubierta. Si nos impactaban explotaba todo.
—¿Sospechaba que les podían disparar?
—Después de lo del Belgrano la posibilidad de un submarino estaba latente, pero por las profundidades de la cartografía naval no podía meterse en el estrecho un submarino de porte. Pero sí una fragata. Y había fragatas por todos lados. La isla es una defensa aeronaval. Requiere superioridad aérea y de barcos. Y nosotros en la isla no teníamos ni barcos ni aviones. Los aviones argentinos solo podían estar un minuto por el aire y tenían que volver porque sino los tiraban al mar. La Fuerza Aérea salía de Río Gallegos o Comodoro Rivadavia; en las islas no había aviones de combate. Por eso las fragatas se acercaban y tiraban todas las noches. Teníamos unos cañones de 155mm que tenían alcance, pero eran muy pocos y no contaban con un observador que las localizara bien. Era difícil impactarlas.
—¿Cuál era el clima interno de la tripulación en el Isla de los Estados?
—Era un buque de la Marina mercante compuesto por civiles y algunos marinos. Novoa me planteó que los civiles no habían estado convencidos de ir hacia Malvinas, y me decía que ellos -los militares- estaban en minoría.

Monsunen en Malvinas
El Monsumen partió hacia el norte del estrecho para hacer otro transbordo con el Río Carcaraña.
El 9 de mayo el pesquero Narwal, que hacía inteligencia para Argentina, fue interceptado, ametrallado y hundido por dos aviones Sea Harrier. Hubo un muerto y doce heridos. Tras desesperadas señales de socorro -"tenemos heridos graves", "abandonamos el buque 25 hombres", "hemos lanzado al agua un bote color naranja con los heridos graves"-, un helicóptero Puma voló desde Puerto Argentino hacia el sur para rescatarlos.
Fueron impactados por un misil. Tres pilotos murieron.
Los heridos del Narwal que fueron tomados prisioneros por la Marina británica.
El ataque británico
A primera hora de la mañana siguiente, en un trabajoso transbordo, el Río Carcaraña entregó una cohetera de veinticinco toneladas al Isla de los Estados. Ya era casi de noche cuando finalizaron las tareas.
El capitán Panigadi decidió continuar por el estrecho San Carlos hasta Puerto Howard. Esperaba llegar al amanecer. Allí esperaría nuevas instrucciones.
A las nueve de la noche, levó las anclas y comenzó a navegar con las luces apagadas. Llovía.
Una hora después, a las diez y veinte de la noche, el operador de radar de la fragata inglesa HMS "Alacrity", que navegaba en dirección sur-norte, percibió un eco que alertó sobre la presencia de un posible buque.
Desde la fragata lanzaron una bengala luminosa, que reveló su posición, casi a la altura de la isla Cisne (Swan Islands).

Isla Cisne – Estrecho de San Carlos
Era el Isla de los Estados. En ese momento contaba con veintisiete tripulantes, y transportaba 300.000 litros de combustible, municiones, bombas, que almacenaba en la bodega, y la cohetera.
El capitán Alois Payarola, desde el puente de mando, se comunicó por radio con el buque mercante "Forrest", amarrado en Puerto Howard. Preguntó si ellos habían lanzado la bengala. Respondieron que no.
Pocos segundos después, los proyectiles comenzaron a impactar sobre la banda de estribor de Isla de los Estados. Parte de la tripulación, que descansaba en los camarotes, subió al puente de mando, para saber qué pasaba. El capitán se mantenía con la radio Motorola en la mano.
Había cuerpos tendidos entre chapas retorcidas. Una lengua de fuego se erguía sobre los tambores de nafta​
Desesperado, pidió al Forrest que avisara a las baterías costeras que dejaran de disparar. Seguía pensando que había sido atacado por "fuego amigo".
El Alacrity continuó su rumbo por el estrecho, sin detenerse ante la nave enemiga, que se incendiaba.
Payarola bajó del puente de mando entre las llamas y el humo. Un último impacto de cañón lo había destruido. Pero él se tocaba y sentía que no le había pasado nada. Había cuerpos tendidos entre chapas retorcidas. Una lengua de fuego se erguía sobre los tambores de nafta. La nave se inclinaba por estribor. Lloviznaba.
Encontró al marinero Alfonso López, español, y al camarero Héctor Sandoval, de 52 años, intentando lanzar una balsa inflable al agua helada.
Los impulsó a salvarse.
López, que no sabía nadar, cayó en el centro.
En su salto, Sandoval golpeó con una estructura metálica y no volvió a salir a la superficie.
Los marineros gritaron: “Viva la Patria”, “Viva la Patria”. Y se perdieron en la oscuridad de las aguas​
Sin querer, Payarola resbaló y cayó al agua. Tenía una pequeña linterna de mano con la que intentaba pedir auxilio. Nadó hacia otra balsa que ocupaban dos marineros, Manuel Oliveira y Antonio Cayo. Se estaban hundiendo. Pero le cedieron un lugar de privilegio para que su jefe se mantuviera a flote. Payarola se negó y prefirió alejarse a nado.
Los marineros gritaron: "Viva la Patria", "Viva la Patria". Y se perdieron en la oscuridad de las aguas.
El buque Isla de los Estados ya estaba hundido.
Payarola escuchó el zumbido de las aspas de un helicóptero en la oscuridad de la noche, que los sobrevolaba. Un Sea King se había acercado a verificar la zona del desastre.

Intentaba nadar como podía, pero la corriente lo arrastraba. Ya no escuchaba voces de otros náufragos. Sentía que los pies y las manos se le congelaban.
Con su linterna, a lo lejos, iluminó un bulto negro. Nadó hacia esa dirección. El bulto negro era la balsa del marinero López. Se habían incorporado también el capitán Panigadi y el primer oficial Jorge Bottaro, que escaparon de la explosión del puente de mando. Lo ayudaron a subir.
Remaron.
El Alacrity, mientras tanto, continuó su navegación por el estrecho. Era la primera fragata británica que lo atravesaba de sur a norte, en misión de reconocimiento.
“Se ahoga Bottaro, se ahoga Bottaro”. López no sabía nadar. Sólo podía dar aviso​
A esa altura de la guerra, Inglaterra ya había bloqueado las islas con la imposición de una zona de exclusión total. El Río Carcarañá había sido el último barco argentino en llegar a las islas.
Inglaterra también había decidido que el estrecho San Carlos sería la cabecera de playa, pero el almirante John Woodward quiso asegurarse que las aguas no estuviesen minadas y no hubiese defensas costeras que pusiesen a riesgo el próximo desembarco de la infantería británica.
La misión del Alacrity, sin embargo, estuvo bajo riesgo extremo esa misma madrugada, después de haber hundido el Isla de los Estados.
El submarino San Luis, acomodado en la boca del estrecho, lo ubicó en su radar y preparó la información para el lanzamiento de torpedos SST-4.
Decidió impactarlo con dos. Era la una y media del 11 de mayo. El primer torpedo no logró salir del tubo, y al segundo se le cortó el cable de guiado minutos después del lanzamiento.
Dos días después el submarino regresaría a Mar del Plata y no volvería a combatir.
Esa madrugada, con la balsa inflable, Panigadi, López, Bottaro y Payarola continuaron remando hacia una de las costas del estrecho.
Eran los únicos cuatro sobrevivientes de la tripulación. Pero la balsa estaba averiada.
Panigadi decidió volver al agua para reducir el peso. Iba aferrado a la cuerda salvavida que la rodeaba. Pasaron varias horas remando hasta que divisaron una costa. Pero la corriente les impedía aproximarse. Temían que los empujara mar adentro.
Panigadi decidió lanzarse a nado. Confió que podría llegar a la costa, pero las aguas lo fueron desviando, se alejaba cada vez más. Levantó las manos, pidió auxilio. "Se va Panigadi", "se va Panigadi", gritó López, hasta que lo perdieron de vista.
No lo volvieron a ver.
Quedaron tres.
Payarola ya había perdido las energías.
Los remos no lograban romper el curso de la corriente. No avanzaban. Decidió aferrar una soga larga, de cincuenta metros, a la balsa, la tomó de la otra punta y comenzó a nadar, para arrastrarla hacia la costa.
Ya estaba a pocos metros cuando escuchó otra vez los gritos de López, que lo alertaba.
—"Se ahoga Bottaro", "se ahoga Bottaro".
López no sabía nadar. Solo podía dar aviso. Payarola volteó hacia atrás y fue al rescate de Bottaro, que estaba inmóvil sobre las aguas. Logró tomarlo del chaleco y retenerlo; lo fue trasladando hacia la costa.
López seguía en la balsa. Corría riesgo de que la correntada lo llevara. No sabía qué hacer. Hasta que, impulsado por su capitán, decidió lanzarse al agua y nadar. En un esfuerzo supremo, llegó a hacer pie entre el pedregullo y la arena de la costa.

HMS Alacrity
Payarola calculó que serían las tres de la madrugada.
La lluvia, que los había hostigado en forma constante desde el naufragio, ahora se intensificaba.
Pero ya estaban a salvo los tres.
Bottaro estaba helado, recostado sobre el suelo. No hablaba. Lo pusieron a reparo, en un lugar más protegido. Enseguida empezó a tener espasmos y contracciones. Tuvo un paro cardíaco. Intentaron reanimarlo. Murió bajo la lluvia.
Todavía no sabía dónde estaban.
Con los remos cavaron un pozo y se quedaron quietos, tratando de descansar, pero el frío y la lluvia arreciaba. Payarola y López tenían las ropas mojadas, los dos habían perdido un botín y tenían un pie descalzo. Después de un rato, decidieron salir a buscar ayuda. Caminaron cerca de una hora entre las piedras. Todavía no había amanecido.
A lo lejos, en una colina, observaron una vivienda y al lado, un galpón.
Entraron. Estaba vacío. Se quitaron las ropas y se cubrieron con una bolsa de arpillera y lana de oveja. En los fardos Payarola encontró la inscripción "Swan Island", que le permitió ubicarse. Se echaron sobre dos camastros y se quedaron dormidos.
La casa tenía alimentos y empezaron a separarlo por raciones. También encontraron agua potable dentro de un tanque. Ese mismo día salieron a recorrer la isla pero no encontraron nada.
Con los pies protegidos con cuero de oveja, cada amanecer tomaron la costumbre de acercarse a los peñascos donde habían desembarcado, junto al cuerpo de Bottaro, y permanecían sentados a la espera de que alguna nave o helicóptero los interceptara. Por momentos agitaban una tela naranja que había tomado de la balsa, pero no obtenían ningún resultado.
Después de cinco días, el 16 de mayo, el Forrest, un pequeño carguero que había sido incautado en el muelle de la Gobernador de Malvinas, apareció por las aguas del estrecho. Le hicieron señas. El carguero se acercó pero no los reconocieron. Estaban cubiertos con tela de arpillera y parecían desfigurados. Les pidieron que se identificaran.
-Capitán de corbeta Alois Esteban Payarola
-Marinero Alfonso López.
Subieron el cadáver de Bottaro. Al día siguiente fue enterrado en un improvisado cajón de madera en un cementerio local, con honores militares.
El 16 de mayo el Río Carcarañá sería ametrallado por aviones Sea Harrier, pero no les produjo bajas.
Sus tripulantes, que nadaron hacia la costa, también fueron recogidos por el Forrest.
Solo algunos cuerpos del Isla de los Estados pudieron ser identificados y enterrados en el cementerio Darwin de las islas Malvinas.
El coronel (re) Jorge Monge intenta iniciar un proceso de búsqueda e identificación de los restos del capitán Marcelo Novoa y del cabo Roberto Busto, de 18 años, oriundo de Villa María, Córdoba, quienes murieron en el ataque al buque mercante.
Uno de sus sobrevivientes, Alfonso Alfredo López, oriundo de Finisterre, La Coruña, falleció en septiembre de 2005.
Alois Esteban Payarola vive en Bahía Blanca.


https://www.infobae.com/historia/20...ipulado-por-civiles-en-la-guerra-de-malvinas/
 

Naval

Veterano Guerra de Malvinas
Buenas noches, querido Fogón...aquí estamos, aún, y tratando de volver a recuperar el fuego que nos alumbra y da calor, sentados unos junto a otros...un jarro de matecocido, un pedazo de pan y carne fría...el Chicho acostado (tranquilo) mordisqueando un hueso...Todos en silencio, elevando una oración por nuestro querido "camarada de Gesta" Dn. Néstor Anton, con quién mantuve una relación epistolar de mucho afecto. Personas como él, como Caésar y tantos otros, civiles, pero tan imbuídos del espíritu de la "Banda de Hermanos" son, para todos nosotros, los VGM, muy necesarios también. Son nuestros "puentes" con la sociedad civil...a través de ellos, muchas veces, llegamos adonde, solos, quizás no podríamos llegar. A todos ellos, Honro, entonces, en el nombre de Dn. Néstor Antón...descansa en paz, camarada, el Fogón te vela...Saludo 1...
 
Arriba