Notas en los medios sobre Nazismo

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Condenan al 'contable de Auschwitz' a cuatro años de cárcel


El juicio en la ciudad de Luneburgo, Alemania, ha dictado sentencia a Oskar Gröning, de 94 años de edad, comunica la agencia TASS. El alemán fue declarado culpable de complicidad en el asesinato de más de 300.000 personas encarceladas en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau y fue condenado a cuatro años en prisión.
En dicho campo de concentración, Gröning trabajó como contable. Durante el proceso legal declaró que se arrepentía de lo que había hecho y que se disculpaba. Se cree que este proceso puede ser el último juicio sobre los involucrados en el funcionamiento de Auschwitz.
http://actualidad.rt.com/ultima_hora/180149-condenar-contable-auschwitz-carcel
 

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Pagan US$ 231.000 por una máquina nazi que codificaba los mensajes
Subasta en Sotheby’s.Es una Enigma de la Segunda Guerra. Fue clave en la estrategia del ejército alemán hasta que los Aliados la descifraron.

Reliquia. Varios de estos modelos Enigma fueron muy utilizados en Europa desde inicios de los años 20.


Como si hubiese salido de la película “El túnel del tiempo”, una máquina Enigma que fue utilizada por los nazis en la Segunda Guerra Mundial, fue subastada ayer en la casa Sotheby’s de Londres por 149.000 libras, unos 231.187 dólares, más del doble de su precio máximo estimado.
La máquina, curiosamente bien conservada y que procedía de un museo europeo, superó todas las expectativas de los subastadores al rematarse muy por encima de su valor máximo estimado de 108.611 dólares. Según Sotheby’s, el ejemplar fue empleado por el ejercito alemán en la Segunda Guerra Mundial para codificar las comunicaciones y evitar el espionaje. Varios de estos modelos fueron muy utilizados en Europa desde inicios de los años veinte.
El aparato fue, como otros del mismo estilo, una pieza clave para la estrategia nazi, hasta que los aliados consiguieron descifrar el código secreto, llevando al fin de la guerra. La reciente película The Imitation Game (Código enigma, el título en nuestro país), relataba precisamente los esfuerzos que el matemático británico Alan Turing y sus colegas hicieron por descifrar el código nazi.
La pieza subastada ayer, con soporte de madera y teclas de metal, data de 1943 y pertenecía a un museo europeo del cual no se ha especificado el nombre. La mayoría de las máquinas de este tipo fueron destruidas por las fuerzas germanas, por lo que es inusual que salgan al mercado.
Sin embargo la de ayer no fue la única. En 2012 también se subastó una máquina parecida, pero en Knightsbridge, Londres. Era un modelo de tres rotores, discos planos con 26 contactos eléctricos -uno por cada letra del alfabeto- que reordenan los caracteres de un mensaje hasta hacerlo irreconocible para un lector que no cuente con un aparato similar para restablecer la secuencia original. Incluso esa máquina conservaba su caja de roble original.
Y en septiembre de 2011, Christies vendió una por 133.250 libras, aunque ese artefacto no estaba en las condiciones de la que se subastaron en los años posteriores.
Para combatir a esa máquina subastada ayer, en 1939 Turing ingresó a trabajar en las instalaciones de Bletchley Park, donde un grupo de profesionales lo acompañaron para descifrar sus códigos que servían para mantener radiocomunicaciones militares y diplomáticas antes y durante la Guerra. Era el método más avanzado de criptografía para la época. Pero él consiguió resolver el problema con una máquina electromecánica a la que llamó “Victory”.
Para la mayoría de los analistas políticos, el hecho de que los aliados fueran capaces de desentrañar los mensajes cifrados del Ejército alemán aceleró el final del conflicto que enfrentó a las grandes potencias mundiales entre 1939 y 1945.
Turing contribuyó también con otra máquina que causó una revolución ya que varios de sus trabajos fueron usados para desarrollar la primera computadora electrónica programable, que se llamó Colossus, y que se utilizó para descifrar códigos de la máquina Lorenz, que utilizaba Hitler y su Alto Mando.
clarin
 

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Las atrocidades de cinco sanguinarios soldados nazis que escaparon a la cárcel

A pesar de que Oskar Groening ha sido condenado, otros criminales como Gerhard Sommer o Vladimir Katriuk han evitado las rejas


No han pasado ni 24 horas desde que el tribunal alemán de Lueneburg declaró al «contable de Auschwitz», Oskar Groening, culpable de haber colaborado en la muerte de más de 300.000 judíos durante su estancia en ese campo de concentración. Con todo, ya son decenas los organismos (y representantes de las víctimas del Holocausto) que han declarado estar a favor de la sentencia (según la cual pasará cuatro años en la cárcel). Sin embargo, también son otros tantos los que critican que haya habido que esperar tanto para que un criminal de guerra haya sido juzgado y condenado.
No es para menos, pues hay otros tantos soldados nazis que, a pesar de estar involucrados (presuntamente, pues todavía no han sido juzgados) en matanzas, actos de odio y crueles prácticas en varios campos de concentración, permanecen en libertad. Varios han evitado pasar por el estrado debido a su edad e, incluso, han fallecido sin haberse puesto delante de un juez para pagar por sus crímenes. Un ejemplo de ellos es el exteniente de las SS Gerhard Sommer quien, a sus 93 años, podría evitar sentarse en el banquillo debido a su Alzhéimer.
Todo ello, a pesar de que –a día de hoy- personas como Kurt Schrimm (de la Oficina Central de Alemania para la investigación de los crímenes nacionalsocialistas) lucha jornada tras jornada para «cazar» a aquellos que hayan conseguido eludir la justicia junto a otras 20 personas, cinco fiscales y dos agentes de policía. «Se lo debemos a las víctimas y a sus familias. Debemos llevar a estos criminales ante la justicia. Ya no estamos sentados en pupitres, esperando hasta que los casos llegan a nosotros. Vamos a la caza de estas personas», explica el germano en declaraciones recogidas por varios medios internacionales.
Cinco asesinos nazis que no han pisado la cárcel

1-Vladimir Katriuk
Vladimir Katriuk fue un official de las SS que, el 22 de marzo de 1943, participó –presuntamente- en una de las masacres más crueles de la Segunda Guerra Mundial, la que se perpetró sobre el pueblo bielorruso de Khatyn. Aquel día, este ucraniano y su unidad sacaron a la ciudad entera de sus casas (mujeres y niños incluidos) y los metieron en un cobertizo. Posteriormente, les prendieron fuego. Aquella jornada mueron 149 inocentes.
Katriusk sobrevivió a la guerra y logró emigrar hasta Canadá con documentación falsa. Allí pasó sus últimos años. Sin embargo, este mismo año el Centro Consultivo de Relaciones Judías e Israelíes solicitó al gobierno del país que reabriese su caso y que fuese juzgado (algo que no se había logrado en un juicio durante 1999, cuando no se hallaron pruebas contra él). Sin embargo, falleció a finales de mayo sin pasar por la cárcel.
Puedes leer la historia completa de Katriusk y de la matanza de Khatyn en el siguiente enlace: Khatyn, la sangrienta masacre en la que los nazis quemaron vivos a bebés y niños.
2-Gerhard Sommer
Gerhard Sommer, exteniente de las SS, es otro de los alemanes que podría quedarse sin ser juzgado. Este germano estuvo acusado de participar, el 12 de agosto de 1944, en la masacre de la región de Sant-Anna di Stazzema (en la que los nazis asesinaron con lanzallamas y subfusiles a 560 civiles, la mayoría mujeres y niños).
A pesar de que fue declarado culpable en 2005 «in absentia» por un tribunal italiano (es decir, sin estar presente), este miembro de la 16º «Panzergrenadier-Division Reichsführer-SS» terminó siendo absuelto por falta de pruebas. En la actualidad, y a sus 93 años, vive en una residencia de ancianos y –según el diario alemán «Bild»- podría no ser juzgado de nuevo debido a que su Alzhéimer le impide declarar.
Puedes leer la historia completa de Sommer y de la matanza de Sant-Anna di Stazzema en el siguiente enlace: Cuando los nazis quemaron vivos a cientos de mujeres y niños con lanzallamas.
3-Charlotte S.
Charlotte S. es un personaje en cierta forma desconocido, pero no por ello menos controvertido. Esta alemana formó parte de las 3.700 mujeres de las SS que hacían las veces de guardianas en los campos de concentración nazis. Su caso es sumamente llamativo pues, a pesar de que durante la Segunda Guerra Mundial se hizo famosa por maltratar a los reos de formas inimaginables y educó a su gigantesco perro para que arrancara los genitales de los presos, nunca fue juzgada. Así lo desveló en exclusiva el diario «Bild» en 2014. Desde entonces, su pista se ha perdido.
Puedes leer la historia completa de Charlotte S. en el siguiente enlace: La guardiana nazi que entrenó a su perro para arrancar los genitales a los presos.
4-Hans Koenig
Hans Koenig, actualmente de 94 años, es un alemán originario de Bratislava que vive en un pequeño pueblo cerca de Stuttgart (en Alemania). Conocido como el «matón» de Auschwitz, durante su estancia en este campo de concentración disfrutaba siendo cruel con los reos. Según afirmaba, por «su propio bien».
Nunca negó las torturas contra los prisioneros, de hecho, se ha vanagloriado en varias ocasiones de la forma en la que el nazismo actuó contra ellos. «En ese momento yo estaba contento de pertenecer a la etnia alemana y de formar parte de aquello», señaló durante una entrevista.

Entre otras cosas, este germano afirmó que conocía la existencia de las cámaras de gas, así como de las hambrunas, las palizas y los asesinatos masivos que se cometían en Auschwitz. A pesar de que fue declarado apto para ser juzgado (no como Sommer) la justicia nunca dio un paso más y jamás pisó un tribunal. Lo mismo sucedió con la cárcel.
5-Stefan M.
Stefan M. era muy joven cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, pues apenas había abandonado la adolescencia. Sin embargo, no dudó en presentarse voluntario en las SS, donde fue admitido y ascendió hasta llegar a ser uno de los guardias que vigilaba a los presos en Auschwitz. Se tiene constancia de que participó en varias ejecuciones de prisioneros. En una de ellas, sucedida el ocho de octubre de 1942, disparó junto a otros cinco soldados contra 10 presos que trataban de escapar del centro de confinamiento (todos ellos desarmados).
A pesar de sus crímenes, sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y logró hacerse con una casa en la ciudad bávara de Bamberg. En la actualidad cuenta con 89 años y todavía no ha sido juzgado. Actualmente, y según su mujer, tiene problemas mentales que le impedirían declarar en un juicio. «Lo siento, pero mi marido sufre una grave demencia. Él no puede recordar lo que pasó en los años de la guerra», explicó su esposa. El caso ha sido archivado.
abc.es
 

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Descubren unos macabros frascos con restos de judíos masacrados por los nazis para experimentar con ellos

El hallazgo, que ha sido realizado en la universidad de Estrasburgo, forma parte de un proyecto germano para coleccionar esqueletos humanos


Desde extirpar el pene a los homosexuales para tratar de «curarles», hasta dar de beber agua salada a los prisioneros para saber si era tolerada por el cuerpo humano. Los crueles experimentos realizados por las tropas de Adolf Hitler (especialmente por las SS) se cuentan a día de hoy por cientos y guardan un triste lugar en la Historia, pues se llevaron a cabo en decenas de campos de concentración y presuntos centros de investigación. Uno de ellos, según ha podido averiguarse, fue la Universidad de Estrasburgo (ubicada al este de Francia), donde se acaban de encontrar multitud de frascos con restos humanos de judíos que fueron asesinados por los soldados nazis, desmembrados y utilizados en múltiples estudios.
Tal y como ha desvelado la Radio «Francia Internacional», los restos encontrados se corresponderían con los cuerpos de 86 prisioneros que fueron asesinados –presuntamente- como parte del proyecto del famoso anatomista August Hirt para coleccionar esqueletos humanos. Al servicio de Adolf Hitler, este profesor de la universidad de Greifswald se hizo famoso por llevar a cabo todo tipo de experimentos en humanos. «Inoculaba con una aguja hipodérmica gas mostaza líquido en el antebrazo de los prisioneros escogidos. Unas 24 horas después sus brazos se cubrían de terribles llagas y perdían la visión», explica el periodista Óscar Herradón en su libro «La Orden Negra».
Los restos
Tal y como ha desvelado la radio gala basándose en fuentes policiales, los restos fueron encontrados el pasado 9 de julio en el Instituto de Medicina Forense de Estrasburgo. No obstante, la policía ordenó esperar hasta este lunes para desvelar la noticia y, de esta forma, no entorpecer la investigación. El hallazgo incluye, entre otras cosas, varios frascos en los que se incluyen diferentes partes de hasta 86 cuerpos humanos. Entre ellas se incluyen trozos de piel. A su vez, destacan varias probetas con el intestino y el estómago de una víctima.
Además de los restos humanos, también han sido hallados en el centro de enseñas varios objetos utilizados durante la incineración de los cuerpos en el campo de Natzweiler-Struthof. Este fue uno de los pocos centros de exterminio ubicados en Francia y destacó por haber funcionado durante cuatro años. En este tiempo, y con la ayuda de otros tantos campos auxiliares ubicados en sus alrededores (una estructura similar a la de Mauthausen, en Austria), en su interior se acabó con la vida de más de 20.000 prisioneros.
La investigación
La investigación ha corrido a cargo del historiador Raphael Toledano, autor del documental «El hombre de los 86», y Jean-Sébastien Raul, director del Instituto de Medicina Forense de Estrasburgo. El primero tuvo constancia de que los restos existían en base a una carta enviada por el propio Hirt tras la Segunda Guerra Mundial. En ella, hacía referencia a que existían varias frascos con restos humanos en este centro y señalaba que provenían de reos gaseados en el campo de concentración cercano. Como los aliados ya descubrieron en 1944 varios miembros humanos conservados de forma similar cuando liberaron la zona, el experto comenzó sus pesquisas.
Los restos encontrados ahora forman parte de la colección del profesor Camille Simonin, profesor de medicina forense de la Facultad de Medicina de Estrasburgo. Este se hizo con ellos tras llevar a cabo una investigación sobre el cruel doctor de las SS. Curiosamente, y a pesar de que las labores de identificación continúan, se ha podido saber su origen gracias a que uno de los botes tenía una etiqueta en la que se podía leer el número «107969», perteneciente al prisionero Menachem Taffel.
abc.es
 

Barbanegra

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¿Por qué Estados Unidos sigue utilizando un buque escuela nazi?
Una tarde de domingo, manejando por la costa del estado de Connecticut, Tido Holtkamp, vio un fantasma.

Lo vio con la incredulidad que genera toda aparición: anclado como si siempre hubiese pertenecido a la bahía, estaba el majestuoso barco de tres largos mástiles, cubiertos con unas velas claramente familiares: las utilizadas por naves alemanas durante la Segunda Guerra Mundial.

El cuerpo estaba pintado de rojo, blanco y azul, los colores de Estados Unidos, pero sus líneas eran inconfundibles.

"Ese es mi barco", gritó Holtkamp, frenando el carro de repente en plena vía. "Ese es mi barco! El Horst Wessel. ¿Qué diablos hace aquí?", exclamó.

Ahora, a sus 89 años, los ojos de este viejo marino brillan cuando recuerda cómo fue ese reencuentro con el buque en 1959.

Secretos de hombres y barcos
Se llama El Águila y es el buque insignia de la Guardia Costera. Es único en su estilo que se encuentra en servicio dentro de la fuerza armadas estadounidenses.

Desde 1946 cada recluta que desea aprender a navegar ha pasado por El Águila.

"Puede lucir viejo, pero las lecciones que puedes aprender en este barco sobre el mar, el viento, las corrientes y sobre ti mismo y tus compañeros, no las puedes aprender en ningún otro lugar", expresa el capitán Ernst Cummings, uno de los antiguos comandantes del barco.

El buque cuenta entre sus huéspedes a personalidades como los presidentes Kennedy, Nixon y Truman, y ha navegado alrededor del mundo como una suerte de embajador flotante de los Estados Unidos cumpliendo funciones diplomáticas.

En sus cubiertas hay muchas historias ocultas y otras que se han ido revelando poco a poco. Y este es el punto donde la historia del buque se encuentra con la de Tido.

"Sí, El Águila es también un inmigrante como yo. Otro inmigrante que le ha ido bien", acota el viejo marino.

La marca Nazi
"Ves esa placa que tiene en las garras del águila en el mascarón, ese es el escudo de la Guardia Costera, pero cuando yo navegaba en ese barco era una esvástica la que lo adornaba", cuenta Tido.

El barco fue construido en 1936 en el famoso astillero de Blohm y Voss, en Hamburgo, los constructores del legendario Bismarck.

Los nazis se encontraban en pleno desarrollo de todo su poderío y su fuerza naval para la guerra crecía velozmente, y para entrenar a los marinos a dominar el mar fue comisionada la construcción de un buque escuela para toda la flota.

Adolfo Hitler estuvo presente cuando el barco fue bautizado. Se le llamó Horst Wessel, en honor al miembro de las tropas de asalto nazi que compuso el himno del partido y del Tercer Reich, y que fuera asesinado a manos de comunistas en 1930.

De ahí que el símbolo del barco fuera el águila del partido Nazi.

"El águila es un emblema de fuerza, fortaleza coraje. No me sorprende que ese fuera el símbolo escogido", comenta Holtkamp.

En batalla
Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial en 1939, el buque fue utilizado por las juventudes hitlerianas.

Pero en 1942 entró en acción en operaciones militares en el mar Báltico, para lo cual le incorporaron artillería antiaérea.

Un año después, en un pequeño pueblo cerca de la frontera entre Alemania y Holanda, un alto joven de apellido Holtkamp se preparaba para alistarse en el ejército.

"Estaba listo para ser llamado, probablemente por el ejército, y eso significaba ir al Frente Oriental", para combatir a la Unión Soviética, donde ya se conocían noticias sobre las atrocidades cometidas de parte y parte.

"No quería ir allá, así que me fui como voluntario a la marina", comentó Tido. "Todos estábamos emocionados de estar en un pequeño barco en el Mediterráneo, a lo mejor en Grecia, con palmeras y muchachas bonitas. Pero la mayoría de nosotros no tuvimos eso".

En cambio, Holtkamp se encontró en un puerto del mar Báltico, contemplando su nuevo hogar: un buque escuela.

"Cuando lo vi por primera vez, el barco era increíblemente frío. Miré al mástil mayor y pensé: ¿Dios mío, con este clima y voy a tener que ir hasta la punta de ese mástil (a 45 metros)? Estaba muy asustado".

"Me sentía decepcionado. El Horst Wessel era el único barco de la naval alemana bautizado con el nombre de un miembro del partido Nazi. Incluso en ese momento no queríamos estar asociados con algo que fuera Nazi", comentó.

Vida de marinos
La vida en el barco era estar apretujado permanentemente, incluso lo es hoy en día para los cadetes.

"Dormíamos en hamacas, uno al lado del otro. Estábamos apretados pero la camaradería era fantástica".

"Amaba ese barco, el océano y a mis amigos. Odiaba la disciplina. Teníamos un oficial que era un verdadero hijo de.. Nunca odie a nadie en toda mi vida como a ese hombre. Era un hijo de . de primera clase."

El trabajo de los reclutas era duro: izar velas, limpiar la cubierta del barco, pulir todas las piezas de bronce, tener largas guardias.

Mientras hacían todo esto, vivían mirando al cielo con miedo. Cualquier avión podía ser un bombardero ruso. "Si eso pasaba qué podíamos hacer. Teníamos armas, ¿pero serían potentes para detener un avión?".

También hubo momentos de paz. En una oportunidad se encontraban en el puerto de Danzig, donde Tido tuvo ocasión de entrar en contacto con la "música prohibida" de los estadounidenses, que a pesar de la guerra seguían sonando.

"St Louis, Stormy Weather. Me aprendí todas esas canciones que nunca había escuchado. Había una fascinación con los estadounidenses y los ingleses, sin importar sus incesantes bombardeos", recuerda Tido.

Fin de la guerra
En abril de 1945 llegaron los británicos y rodearon al Horst Wessel en la bahía de Danzig. Holtkamp fue entregado a los estadounidenses.

"Me convertí en un prisionero de guerra. Un prisionero del ejército estadounidense, justo lo que siempre quise", ríe.

Lo embarcaron a un campamento de prisioneros junto a otras 100.000 personas. Las condiciones eran malas y vivían a la intemperie, pero comenzaron a mejorar pronto, con letrinas, agua, comida con regularidad.

Holtkamp comenzó a enseñar inglés, y a servir como traductor, lo cual le permitió hacerse de ciertos privilegios.

"Cuando los británicos llegaron al campamento se sorprendieron de las pobres condiciones. Así que trajeron tiendas y realmente las condiciones fueron decentes. Al final ellos me enviaron a casa", relata Tido.

Botín de guerra
Durante el cautiverio de Tido, el Horst Wessel se convirtió en un botín de guerra. Se encontraba anclado cerca de Bremerhaven, un pueblo arrasado por bombardeos, mientras se decidía su futuro.

Cuando fue liberado, Tido cuenta que su padre le comentó donde estaba su barco, y fue a verlo.

"El capitán del barco -el hijo de .- estaba todavía ahí, y se acordó de mí. Me dijo: Holtkamp esta es tu oportunidad. Tenemos que llevar el barco a un puerto de los Aliados".

"Pregunté: ¿cuál puerto? Y me dijo: probablemente de los rusos. Rápidamente le dije: No gracias. Un lindo viaje a Leningrado y seguramente me van a regresar amablemente a mi casa de inmediato. No lo creo. Gracias!".

"Y esa fue la última vez que vi al Horst Wessel. Le dije adiós con la mano y bastante tristeza", expresó Tido.

Lo que nunca supo fue que el buque no viajó a la otrora Unión Soviética.

Rumbo a Estados Unidos
En 1949 Tido aprovechó que Estados Unidos abrió sus fronteras y viajo a Nueva York, para estar en contacto con la tierra que lo había fascinado desde hacía tanto tiempo.

Sin embargo, su adaptación a su nuevo país fue interrumpida sorpresivamente cuando al año siguiente recibió la boleta de alistamiento en el ejército de Estados Unidos, firmada por el presidente Harry Truman.

Holtkamp sirvió durante dos años en el ejército durante la guerra de Corea, y luego se residenció en Connecticut, donde posteriormente entraría a la universidad.

"Un domingo en la tarde, en 1959, invité a una muchacha a salir a bailar. Cuando regresábamos del lugar fuimos al Gold Star Memorial Bridge. Al pasar miré hacia la bahía y vi el barco. Supe inmediatamente que era mi barco", contó.

"Le dije a mi pareja: lo siento, no nos podemos ir todavía".

Cuando llegó al muelle donde estaba el buque se trataba de la Academia de la Guardia Costera. Ahí contó a los guardias su historia con el barco con tanto entusiasmo que lo dejaron pasar.

"Subí abordo y bajé directamente a la vieja cubierta donde yo dormía, y adivinen qué: había una máquina expendedora de Coca Cola".

¿Cómo llegó a ese puerto?

Holtkamp pasó muchos años reconstruyendo la historia, que luego relata en la biografía que hizo sobre el buque titulada "La Dama Perfecta".

El destino del Horst Wessel se definió en la mesa de negociación entre los Aliados en 1946, cuando se dividieron las ruinas de la flota alemana.

Decidieron poner en pedazos de papel los nombres de los buques que quedaban. Los metieron en una gorra y un oficial estadounidense, uno británico y uno ruso sacaron cada uno un papel.

Al oficial ruso le tocó el papel con el nombre del Horst Wessel, pero en privado acordó intercambiarlo con el oficial estadounidense, que estaba desesperado por llevárselo a Estados Unidos.

De esta forma, en junio de 1946 una tripulación estadounidense, en la que se incluyó al recordado capital alemán y parte de la tripulación original, emprendió su viaje desde Bremerhaven hasta Nueva York, exhibiendo un nuevo nombre: El Águila.

Un nuevo símbolo
El próximo año cumplirá 70 años de su épico viaje. Para celebrarlo será restaurado con una inversión de US28 millones, para darle otras siete décadas operativo, y además se planea una visita a Alemania.

Está claro que el buque ha evolucionado: de ser un símbolo de guerra a un emblema de paz y amistad entre dos naciones.

"Estoy feliz de que El Águila esté en manos de la Guardia Costera, porque nosotros fuimos entrenados para la guerra, pero aquí están entrenando a los cadetes para ayudar a las personas en peligro", concluye Tido.

La Nación
 

¿Por qué Estados Unidos sigue utilizando un buque escuela nazi?
Una tarde de domingo, manejando por la costa del estado de Connecticut, Tido Holtkamp, vio un fantasma.

Lo vio con la incredulidad que genera toda aparición: anclado como si siempre hubiese pertenecido a la bahía, estaba el majestuoso barco de tres largos mástiles, cubiertos con unas velas claramente familiares: las utilizadas por naves alemanas durante la Segunda Guerra Mundial.

El cuerpo estaba pintado de rojo, blanco y azul, los colores de Estados Unidos, pero sus líneas eran inconfundibles.

"Ese es mi barco", gritó Holtkamp, frenando el carro de repente en plena vía. "Ese es mi barco! El Horst Wessel. ¿Qué diablos hace aquí?", exclamó.

Ahora, a sus 89 años, los ojos de este viejo marino brillan cuando recuerda cómo fue ese reencuentro con el buque en 1959.

Secretos de hombres y barcos
Se llama El Águila y es el buque insignia de la Guardia Costera. Es único en su estilo que se encuentra en servicio dentro de la fuerza armadas estadounidenses.

Desde 1946 cada recluta que desea aprender a navegar ha pasado por El Águila.

"Puede lucir viejo, pero las lecciones que puedes aprender en este barco sobre el mar, el viento, las corrientes y sobre ti mismo y tus compañeros, no las puedes aprender en ningún otro lugar", expresa el capitán Ernst Cummings, uno de los antiguos comandantes del barco.

El buque cuenta entre sus huéspedes a personalidades como los presidentes Kennedy, Nixon y Truman, y ha navegado alrededor del mundo como una suerte de embajador flotante de los Estados Unidos cumpliendo funciones diplomáticas.

En sus cubiertas hay muchas historias ocultas y otras que se han ido revelando poco a poco. Y este es el punto donde la historia del buque se encuentra con la de Tido.

"Sí, El Águila es también un inmigrante como yo. Otro inmigrante que le ha ido bien", acota el viejo marino.

La marca Nazi
"Ves esa placa que tiene en las garras del águila en el mascarón, ese es el escudo de la Guardia Costera, pero cuando yo navegaba en ese barco era una esvástica la que lo adornaba", cuenta Tido.

El barco fue construido en 1936 en el famoso astillero de Blohm y Voss, en Hamburgo, los constructores del legendario Bismarck.

Los nazis se encontraban en pleno desarrollo de todo su poderío y su fuerza naval para la guerra crecía velozmente, y para entrenar a los marinos a dominar el mar fue comisionada la construcción de un buque escuela para toda la flota.

Adolfo Hitler estuvo presente cuando el barco fue bautizado. Se le llamó Horst Wessel, en honor al miembro de las tropas de asalto nazi que compuso el himno del partido y del Tercer Reich, y que fuera asesinado a manos de comunistas en 1930.

De ahí que el símbolo del barco fuera el águila del partido Nazi.

"El águila es un emblema de fuerza, fortaleza coraje. No me sorprende que ese fuera el símbolo escogido", comenta Holtkamp.

En batalla
Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial en 1939, el buque fue utilizado por las juventudes hitlerianas.

Pero en 1942 entró en acción en operaciones militares en el mar Báltico, para lo cual le incorporaron artillería antiaérea.

Un año después, en un pequeño pueblo cerca de la frontera entre Alemania y Holanda, un alto joven de apellido Holtkamp se preparaba para alistarse en el ejército.

"Estaba listo para ser llamado, probablemente por el ejército, y eso significaba ir al Frente Oriental", para combatir a la Unión Soviética, donde ya se conocían noticias sobre las atrocidades cometidas de parte y parte.

"No quería ir allá, así que me fui como voluntario a la marina", comentó Tido. "Todos estábamos emocionados de estar en un pequeño barco en el Mediterráneo, a lo mejor en Grecia, con palmeras y muchachas bonitas. Pero la mayoría de nosotros no tuvimos eso".

En cambio, Holtkamp se encontró en un puerto del mar Báltico, contemplando su nuevo hogar: un buque escuela.

"Cuando lo vi por primera vez, el barco era increíblemente frío. Miré al mástil mayor y pensé: ¿Dios mío, con este clima y voy a tener que ir hasta la punta de ese mástil (a 45 metros)? Estaba muy asustado".

"Me sentía decepcionado. El Horst Wessel era el único barco de la naval alemana bautizado con el nombre de un miembro del partido Nazi. Incluso en ese momento no queríamos estar asociados con algo que fuera Nazi", comentó.

Vida de marinos
La vida en el barco era estar apretujado permanentemente, incluso lo es hoy en día para los cadetes.

"Dormíamos en hamacas, uno al lado del otro. Estábamos apretados pero la camaradería era fantástica".

"Amaba ese barco, el océano y a mis amigos. Odiaba la disciplina. Teníamos un oficial que era un verdadero hijo de.. Nunca odie a nadie en toda mi vida como a ese hombre. Era un hijo de . de primera clase."

El trabajo de los reclutas era duro: izar velas, limpiar la cubierta del barco, pulir todas las piezas de bronce, tener largas guardias.

Mientras hacían todo esto, vivían mirando al cielo con miedo. Cualquier avión podía ser un bombardero ruso. "Si eso pasaba qué podíamos hacer. Teníamos armas, ¿pero serían potentes para detener un avión?".

También hubo momentos de paz. En una oportunidad se encontraban en el puerto de Danzig, donde Tido tuvo ocasión de entrar en contacto con la "música prohibida" de los estadounidenses, que a pesar de la guerra seguían sonando.

"St Louis, Stormy Weather. Me aprendí todas esas canciones que nunca había escuchado. Había una fascinación con los estadounidenses y los ingleses, sin importar sus incesantes bombardeos", recuerda Tido.

Fin de la guerra
En abril de 1945 llegaron los británicos y rodearon al Horst Wessel en la bahía de Danzig. Holtkamp fue entregado a los estadounidenses.

"Me convertí en un prisionero de guerra. Un prisionero del ejército estadounidense, justo lo que siempre quise", ríe.

Lo embarcaron a un campamento de prisioneros junto a otras 100.000 personas. Las condiciones eran malas y vivían a la intemperie, pero comenzaron a mejorar pronto, con letrinas, agua, comida con regularidad.

Holtkamp comenzó a enseñar inglés, y a servir como traductor, lo cual le permitió hacerse de ciertos privilegios.

"Cuando los británicos llegaron al campamento se sorprendieron de las pobres condiciones. Así que trajeron tiendas y realmente las condiciones fueron decentes. Al final ellos me enviaron a casa", relata Tido.

Botín de guerra
Durante el cautiverio de Tido, el Horst Wessel se convirtió en un botín de guerra. Se encontraba anclado cerca de Bremerhaven, un pueblo arrasado por bombardeos, mientras se decidía su futuro.

Cuando fue liberado, Tido cuenta que su padre le comentó donde estaba su barco, y fue a verlo.

"El capitán del barco -el hijo de .- estaba todavía ahí, y se acordó de mí. Me dijo: Holtkamp esta es tu oportunidad. Tenemos que llevar el barco a un puerto de los Aliados".

"Pregunté: ¿cuál puerto? Y me dijo: probablemente de los rusos. Rápidamente le dije: No gracias. Un lindo viaje a Leningrado y seguramente me van a regresar amablemente a mi casa de inmediato. No lo creo. Gracias!".

"Y esa fue la última vez que vi al Horst Wessel. Le dije adiós con la mano y bastante tristeza", expresó Tido.

Lo que nunca supo fue que el buque no viajó a la otrora Unión Soviética.

Rumbo a Estados Unidos
En 1949 Tido aprovechó que Estados Unidos abrió sus fronteras y viajo a Nueva York, para estar en contacto con la tierra que lo había fascinado desde hacía tanto tiempo.

Sin embargo, su adaptación a su nuevo país fue interrumpida sorpresivamente cuando al año siguiente recibió la boleta de alistamiento en el ejército de Estados Unidos, firmada por el presidente Harry Truman.

Holtkamp sirvió durante dos años en el ejército durante la guerra de Corea, y luego se residenció en Connecticut, donde posteriormente entraría a la universidad.

"Un domingo en la tarde, en 1959, invité a una muchacha a salir a bailar. Cuando regresábamos del lugar fuimos al Gold Star Memorial Bridge. Al pasar miré hacia la bahía y vi el barco. Supe inmediatamente que era mi barco", contó.

"Le dije a mi pareja: lo siento, no nos podemos ir todavía".

Cuando llegó al muelle donde estaba el buque se trataba de la Academia de la Guardia Costera. Ahí contó a los guardias su historia con el barco con tanto entusiasmo que lo dejaron pasar.

"Subí abordo y bajé directamente a la vieja cubierta donde yo dormía, y adivinen qué: había una máquina expendedora de Coca Cola".

¿Cómo llegó a ese puerto?

Holtkamp pasó muchos años reconstruyendo la historia, que luego relata en la biografía que hizo sobre el buque titulada "La Dama Perfecta".

El destino del Horst Wessel se definió en la mesa de negociación entre los Aliados en 1946, cuando se dividieron las ruinas de la flota alemana.

Decidieron poner en pedazos de papel los nombres de los buques que quedaban. Los metieron en una gorra y un oficial estadounidense, uno británico y uno ruso sacaron cada uno un papel.

Al oficial ruso le tocó el papel con el nombre del Horst Wessel, pero en privado acordó intercambiarlo con el oficial estadounidense, que estaba desesperado por llevárselo a Estados Unidos.

De esta forma, en junio de 1946 una tripulación estadounidense, en la que se incluyó al recordado capital alemán y parte de la tripulación original, emprendió su viaje desde Bremerhaven hasta Nueva York, exhibiendo un nuevo nombre: El Águila.

Un nuevo símbolo
El próximo año cumplirá 70 años de su épico viaje. Para celebrarlo será restaurado con una inversión de US28 millones, para darle otras siete décadas operativo, y además se planea una visita a Alemania.

Está claro que el buque ha evolucionado: de ser un símbolo de guerra a un emblema de paz y amistad entre dos naciones.

"Estoy feliz de que El Águila esté en manos de la Guardia Costera, porque nosotros fuimos entrenados para la guerra, pero aquí están entrenando a los cadetes para ayudar a las personas en peligro", concluye Tido.

La Nación

Creo, en primer lugar que es un botin de guerra (los ingleses dispusieron a su antojo de armamento y aeronaves capturadas a nuestras fuerzas luego de 1982, incluso "donandolas" a los vecinos del Oeste y nadie puso objeciones, por ej). En segundo lugar, yo preguntaria el por que los americanos y rusos utilizaron cientificos, tecnicos y tecnologia "nazi" inmediatamente finalizada la WWII y nadie puso objeciones??. El propio marino aleman no pone ninguna objecion al uso de su ex-buque. Que mas podemos agregar??. Ojala siga navegando mucho tiempo mas porque es un buque muy bonito. Saludos!!!
 

Shandor

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La gran mentira nazi para ocultar la masacre de millones de judíos

En 1941 Hitler inauguró un campo de concentración que hizo pasar por una ciudad de vacaciones. La falacia engañó incluso a la Cruz Roja, que le dio el visto bueno

Archivo ABC
El campo de concentración de Terezin fue visto durante toda la Segunda Guerra Mundial como un balneario cedido por Hitler al pueblo judío
Decía Joseph Goebbels, el ministro de propaganda del Tercer Reich, que una mentira dicha mil veces termina convirtiéndose en realidad. Lo cierto es que no andaba desencaminado el experto en comunicación del partido nazi, pues hubo multitud de ocasiones en la que su líder, Adolf Hitler, demostró esta máxima. Una de ellas fue en la prisión de Theresienstadt, un campo de concentración checoslovaco que los germanos mostraron al mundo como un paraíso en la Tierra regalado a los judíos por el mismísimo «Führer».
Una valiente falsedad, pues en él se cometían las mismas barbaridades que en el resto. No obstante, todo formaba parte de un curioso plan cuyo objetivo era demostrar al mundo que en las cárceles alemanas no obligaban a los presos a trabajar hasta la extenuación y no se llevaba a cabo la denominada «Solución final» (el asesinato de millones de judíos y personas con alguna disminución mental). Desgraciadamente, la campaña propagandística les funcionó a la perfección y, durante toda la Segunda Guerra Mundial, el campo fue considerado un balneario ideado por los germanos para proteger a los judíos de la contienda.
A día de hoy, la campaña orquestada por los nazis para mostrar este lugar como idílico puede parecer irrealizable. Sin embargo, por entonces no había Smartphones con los que fotografiar lo que verdaderamente sucedía y, en pocos minutos, mostrar la realidad al mundo. Así pues, el plan fue un rotundo éxito. No era para menos, pues los jerarcas nazis realizaron todo tipo de maniobras de comunicación para lograrlo. Entre ellas destacaron la filmación de un documental que, presuntamente, demostraba lo buena que era la vida en aquel gueto o, incluso, la divulgación constante de que la ciudad estaba regida por judíos.
Con todo, la guinda de este curioso pastel fue puesta en 1944, año en que los alemanes permitieron a la Cruz Roja Internacional entrar en el recinto para elaborar un informe sobre la vida de los presos. Aquello derivó en una increíble farsa en la cual los germanos obligaron a los reos a mostrar a la delegación lo felices que estaban por encontrarse allí. Por su parte, los seguidores de la esvástica fabricaron escuelas y cafés falsos en el gueto para que pareciese que todos los internos tenían una vida relajada y sin preocupaciones gracias a Alemania. De forma increíble, los representantes de la organización salieron convencidos de que los rumores sobre cámaras de gas eran falsos y los germanos solo querían proteger a los judíos.
La fortaleza hecha gueto
Para encontrar el origen del campo de concentración de Theresienstadt es necesario remontarse en el tiempo hasta el siglo XVIII, época en la que el emperador José II (de quien se dice que odiaba la higiene e instauró un alto impuesto a todos los productos relacionados con ella) dominaba el Sacro Imperio.
Fue el 22 de septiembre de 1784 cuando este austríaco ordenó edificar en la futura ciudad de Terezín una fortaleza de poco más de un kilómetro cuadrado que, curiosamente, tendría una forma similar a la de la estrella de David. A este coloso -el cual estaba formado por dos fuertes rodeadas, a su vez, por altas murallas, varios terraplenes y un foso- le puso el nombre de Theresienstadt en honor de su madre, María Theresa. Su situación era envidiable, pues se hallaba a poco más de 75 kilómetros de Praga y a 2 de la ciudad de Leitmeritz.
Esta plaza fuerte hizo las veces de base militar de los Habsburgo hasta la llegada de la Primera República de Checoslovaquia durante 20 años, hasta 1938. Sin embargo, después de que Hitler se asentase en la poltrona alemana y se anexionase en nombre de la esvástica los Sudetes en 1938, en la fortaleza pasó a ondear la bandera germana.

Reinhard Heydrich, artífice de la apertura del campo de Terezin
Wikimedia
Ese año, los nazis instalaron en ella una inexpugnable base de operaciones para las temibles SS (las tropas más ideologizadas del Reich y, en la práctica, una parte más de las fuerzas armadas del país). «Los alemanes usaron la ciudad como base militar hasta fines del verano de 1941. En 1941, la base albergó a aproximadamente 3.500 soldados y 3.700 civiles. Prácticamente todos los adultos civiles empleados trabajaban para los militares», explica el «EE.UU. Holocaust Museum» en su dossier «Theresienstadt».
En esas andaban los alemanes cuando Reinhard Heydrich (segundo de Himmler al mando de las SS) se le encendió la bombilla en el verano de 1941 y decidió idear un «gueto modelo» en esta fortaleza. La razón era sencilla: ya se habían realizado los primeros asesinatos con gas en el campo de exterminio de Auschwitz y los nazis temían que esa infame nueva se acabase conociendo. ¿Qué mejor, por lo tanto, que crear un campo de concentración idílico para mostrar las bondades del «Führer» al mundo y contrarrestar la realidad? Eso sí, todo de forma figurada, pues no pensaban dar ni una comodidad real a los presos.
Theresienstadt fue edificada en honor de la madre de José II
«Heydrich había tenido la idea de construir un gueto para los judíos [de la zona] con la intención de aplacar la preocupación internacional, cada vez mayor, de que los alemanes estuvieran maltratando a los judíos. En septiembre, los alemanes habían matado a tiros a más de 36.000 judíos en Kiev. […] Aunque los alemanes mantenían estas actuaciones en secreto, era difícil controlar los rumores», explica la escritora e investigadora Wendy Holden en su obra «Nacidos en Mauthausen».
Así pues, los jerarcas nazis enviaron a 3.000 judíos (todos ellos, de entre 18 y 30 años) a la fortaleza para que la «acondicionaran» para la vida de sus nuevos ocupantes. Básicamente, sus órdenes eran construir miles de literas para los nuevos ocupantes. Estos primeros grupos fueron conocidos como los «Aufbaukommando» («grupos de construcción»). Así fue como la plaza fuerte pasó a convertirse en un campo de concentración.
Un balneario cedido por Hitler
De esta forma, entre falacias y mentiras, nació el gueto modelo de Theresienstadt, el cual se dio a conocer no como un recinto en el que se pretendía encarcelar a miles de personas, sino como una ciudad de vacaciones para los judíos más adinerados. «El nuevo gueto se vendía […] como un regalo del Führer destinado a los judíos que quisieran prepararse para la vida en Palestina», explica Holden.
«Los alemanes habían anunciado y propagado que Theresienstadt sería un campamento modelo. El “regalo de Hitler a los judíos”. No lo llamaron campo de concentración, sino que sería una especie de balneario para la gente mayor, donde podrían descansar», señala, en este caso, Eva Goldschmidt Wyman (superviviente del Holocausto) en su obra «Huyendo del infierno nazi: la inmigración judío-alemana hacia Chile en los años 30».
Lo cierto es que el entorno en el que se había edificado la fortaleza invitaba a creer esta falsedad, pues se hallaba ubicado cerca de las montañas de Bohemia y en un entorno de cuento de hadas. Para lograr que pareciese un lugar de vacaciones muy exclusivo, los nazis lo abrieron en un principio solo a aquellos judíos que cumplieran los siguientes requisitos: debían ser alemanes o austríacos, tener una buena cantidad de dinero en sus cuentas, ser mayores de 75 años, haber combatido en una guerra y contar con una posición social de importancia.

Literas del campo de concentración en la actualidad
Wikipedia
La idea no fue mal recibida. Y es que, al ser vista como una zona exclusiva a la que solo podían acceder unos pocos afortunados, muchos «Prominenten» (como se llamó a estos «pioneros» que decidieron pasar a vivir en esta residencia) se prestaron voluntarios para vivir en él. A su vez, otros tantos no se negaron a acudir cuando los nazis les informaron de que debían partir hacia su «nuevo hogar».
Por otro lado, el gabinete de propaganda nazi también presentó Theresienstadt como una residencia de ancianos a la que se podía acudir a cambio de ceder todos sus bienes al estado nazi, quien les ofrecía a cambio una estancia envidiable en Terezín hasta el final de sus días. Tal era la fama que se le dio a este campo de concentración entre la población que, cuando aquellos desdichados judíos hacían el viaje hasta la fortaleza, se vestían con sus mejores galas y se arreglaban como si fuesen a un banquete nupcial. Cundo llegaban allí, sin embargo, les quitaban todo lo que portaban (que pasaba a engrosar las arcas del Reich) y empezaba su pesadilla.
La verdad sobre Theresienstadt
Hitler presentaba esta fortaleza como el balneario idóneo para pasar unas estupendas vacaciones, una residencia en la que los judíos podían olvidarse de persecuciones y del horror de la guerra. Sin embargo, la realidad era bien distinta. Y es que, aunque no fue un campo de exterminio (en él no se asesinaba a los reos mediante gas) en Theresienstadt los presos sufrían todo tipo de aberraciones y, por descontado, vivían en unas condiciones deplorables. Este recinto era, además, un lugar de paso en el que los reos estaban tan solo unos meses antes de hacer su último viaje hacia los centros de asesinato masivos ideados por el Führer.
La vida de los presos en Theresienstadt era una auténtica pesadilla. Su calvario comenzaba cuando el tren que les llevaba a la zona se detenía cerca de la fortaleza. «La estación quedaba a dos o tres kilómetros del campo de concentración y era preciso caminarlos en columnas de tres o cuatro filas, llevando cada uno sus maletas a cuestas, y a veces, también a sus hijos. Si no se apuraban, ahí estaban los de las SS para empujarlos con las culatas de sus fusiles gritando que caminaran más rápido. […] Muchos de los ancianos se desplomaban no habiendo probado bocado en dos días y estando terriblemente agotados por el viaje. […] En la procesión iban también niños que no cesaban de llorar, con hambre y agotados», completa Wyman.
Cuando los desafortunados llegaban a la fortaleza, la situación no mejoraba. En cuanto atravesaban la puerta (en la cual se podía leer «Arbeit macht frei» -el trabajo libera-) se les enviaba a todos a las duchas, donde debían desnudarse. Si alguien se negaba, se le azotaba en repetidas ocasiones hasta que decidía cooperar. Posteriormente, los reos se lavaban, aunque sin jabón ni esponja, tan solo con un agua ennegrecida que ensuciaba más que limpiaba. Una vez que acaban esta absurda «desparasitación», los nazis les entregaban alguna de las prendas que había en un gigantesco montón. Nunca miraban tallas, por lo que la ropa podía ser muy grande (en cuyo caso no había problemas) o sumamente pequeña (lo que, en pleno invierno, condenaba a su portador a una muerte segura).

Entrada al campo de concentración
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Una vez dentro debían alojarse en unas habitaciones en las que, a pesar de que únicamente cabían unas 5 o 6 personas, se amontonaban hasta 40. Sin camas suficientes, muchos debían dormir en el suelo, en la buhardilla (donde el calor era insoportable en verano y el frío horrible en invierno) o, simplemente, arremolinarse en los viejos jergones llenos de chinches que los alemanes llamaban camas.
La higiene era nula, pues solo había un cuarto de baño para cada 150 personas –con lo que el hedor de la habitación era insoportable- y, para llegar hasta él, había que caminar por encima de decenas de cuerpos hacinados. Por descontado, todos debían trabajar durante horarios interminables en el campo y no podían escribir a sus allegados (a los que lo hacían, se les ahorcaba sin mediar palabra). La razón era sencilla: había que mantener la fama que tenía Theresienstadt de campo modélico.
El hambre, junto con la suciedad y las enfermedades, era otra de las compañeras inseparables de estos presos. Y es que, recibían una dieta de entre 600 y 700 calorías diarias mientras que, para sobrevivir, se necesitan ingerir entre 1.750 y 2.500. «La gente tenía hambre todo el tiempo, a menos que trabajaran en la cocina o tuvieran amigos que se desempeñaran allí. Su dieta consistía en un café muy débil en las mañanas, una sopa aguada hecha de polvos con una papa cocida para el almuerzo, un tercio de pan, dos onzas de margarina a la semana y algo de mermelada o miel», explica en su obra la superviviente del Holocausto.
Los presos solo tomaban café por la mañaa, sopa para comer y algo de pan
En esas precarias circunstancias tuvieron que vivir los reos durante meses. Y eso, los que tenían tanta suerte como para no ser deportados a un campo de exterminio. Poco a poco, el lugar se fue llenando de seres humanos, pues se levantaron las normas iniciales y se dio acceso a todos los judíos que quisiesen. Esto provocó que, en septiembre de 1942, el gueto alcanzase su máxima población al contar en su interior con más de 53.000 prisioneros.
Por aquel entonces el lugar estaba dominado por algunos miembros de las SS y un grueso de tropas formadas por policías checos. Las tareas cotidianas estaban a cargo de un consejo de reclusos. En principio, se ideó este organismo para dar todavía más sensación de «campo modélico». Sin embargo, el grupo tenía a su cargo tareas tan crueles como idear las listas de aquellos que se marcharían para ser asesinados.
Las críticas de la Cruz Roja
Mientras las epidemias se sucedían en el campo en 1943 debido a la falta de higiene, la suerte quiso que multitud de organizaciones como la Cruz Roja comenzaran a cuestionarse qué estaba sucediendo con los miles de judíos que desaparecían día tras día en los campos de concentración. Por entonces ya había cobrado importancia el rumor de que los germanos estaban masacrando a seres humanos en estos guetos, y muchos querían respuestas.
«Los líderes daneses, desde el rey Cristián hacia abajo, insistieron en que la Cruz Roja visitara a los deportados daneses para obtener información de primera mano sobre el trato que recibían en Theresienstadt. Los diplomáticos alemanes sintieron que la posición de su país en Dinamarca y Suecia iba a deteriorarse, al punto de perjudicar los intereses alemanes. La Wehrmacht (fuerzas armadas alemanas) querían paz y calma en Dinamarca, y en Suecia los alemanes esperaban seguir importando los armamentos necesarios para la guerra.», explica el «EE.UU. Memorial Museum».
Tras meses de rodeos y rodeos, la Oficina Principal de Seguridad del Reich (RSHA) aceptó que la Cruz Roja visitara uno de los campos para cerciorarse de que todo iba bien. Con todo, solo pusieron una condición: Alemania seleccionaría qué campo se visitaría y la fecha aproximada. Como no podía ser de otra forma, el gueto seleccionado fue el de Terezín, pues contaba con una fama impoluta. «Deseosos de acallar tanto alboroto, los alemanes consintieron que la Cruz Roja Internacional, acompañada por militares danseses, visitara Terezín», explica Holden en su obra.
La mayor pantomima jamás creada
Después de que los jerarcas nazis informaran al comandante del campo (Karl Rahm) de la visita de la Cruz Roja, este inició la denominada «labor de embellecimiento» del campo (conocida en alemán como «Verschönerungsaktion»). «Para empezar, deportaron al Este a unos cinco mil judíos en mayo de 1944, incluidos los huérfanos y la mayor parte de los enfermos, sobre todo, los que padecían tuberculosis. Los siguieron siete mil quinientos más. Los más demacrados y enclenques fueron escondidos en las peores viviendas, situadas en la zona de exclusión, para que nadie los viera», añade la anglosajona.
Posteriormente, la operación continuó con modificaciones sencillas como el cambio de denominación de las calles del gueto (las cuales pasaron a tener nombres tan pintorescos como «calle del Lago») y la limpieza general de los edificios. A su vez, se llevaron hasta el campo de concentración varios bancos de parques cercanos que se instalaron en las calles, así como flores, que fueron plantadas a su alrededor. Finalmente, los nazis pusieron en las puertas de algunos barracones falsos carteles en los que podía leerse «colegio» o «biblioteca».
Pero no fue lo único que hicieron. La cruel creatividad de los nazis llegó a ser tal que construyeron en el gueto un parque para los niños más pequeños, llevaron hasta la zona un tiovivo y levantaron edificios tan variopintos como un quiosco para músicos, un centro comunitario y varios campos en los que practicar deporte. Por último, establecieron una ruta cerrada para los delegados de la Cruz Roja y, en las calles por las que estos pasarían, pintaron los edificios con colores chillones y abrieron tiendas en las que los reos debían vender las pertenencias que los soldados les habían arrebatado al entrar.

Wikimedia
Karl Rahm
«Los alemanes amenazaron de muerte a los prisioneros si no cooperaban y les asignaron un papel, les dijeron dónde situarse y cómo comportarse. Les ordenaron que se vistieran con la mejor ropa que tuvieran y se acicalaran. Además, orquestaron la entrega de verdura fresca y pan recién horneado», añade la investigadora. La visita se sucedió el 23 de junio de 1944, pocos días después del Desembarco de Normandía y cuando el régimen alemán empezaba a tambalearse. Que todo saliera a la perfección era de vital importancia para los hombres de Hitler. Y es que, si se descubría lo que pasaba realmente en aquellos lugares, el mundo cargaría sobre ellos con toda su fuerza.
La visita fue perfecta para los nazis, quienes todavía se guardaban una maniobra para convencer al mundo de que Terezín no era ningún campo de concentración, sino un lugar de retiro para los judíos.
«El Ministerio de Propaganda del Tercer Reich, dirigido por Joseph Goebbels, filmó la visita, que duró seis horas, y añadió imágenes de escenas amañadas con la intención de producir y enseñar al mundo una película titulada “El Führer regala a los judíos una ciudad”. Los fragmentos, editados con sumo cuidado y acompañados por música alegre […] ofrecían imágenes de mujeres y hombres sanos que trabajaban fuera del gueto, en herrerías, alfarerías y estudios artísticos. Aparecían fabricando bolsos, cosiendo, o realizando trabajos de carpintería y, cuando finalizaba su jornada, caminaban cogidos de la mano en dirección al gueto para disfrutar de actividades de ocio como leer o hacer punto», añade la escritora.
Los nazis crearon un falso café donde los reos bebían de tazas vacías
En esta película no faltó nada. Goebbels, haciendo alarde de todo su ingenio, ordenó que se grabara a los presos jugando al fútbol dentro del gueto, a niños comiendo pan recién hecho con chocolate (algo que no habían tomado en años), a parejas de enamorados haciéndose arrumacos en las calles e, incluso, a cientos de personas disfrutando de un concierto (el «Requiem de Verdi», concretamente) con una taza de té en la mano y vestidos de punta en blanco.
Una de las partes más curiosas de este documental fue en la que se obligó a los presos a sentarse en un supuesto restaurante para que la cámara tomase imágenes de ellos bebiendo café. Desde fuera todo parecía alegría, aunque había detalles que llamaban la atención para un ávido observador. El ver hombres y mujeres demasiado delgados bajo trajes de etiqueta o niños devorando ansiosamente su merienda (llevaban meses sin comer) eran solo algunos de ellos.
Un éxito para los nazis
Aunque los presos esperaban que la comitiva (en la que se destacaba Maurice Rossel como representante de la Cruz Roja Internacional) se percatase de aquellos imperceptibles fallos de guión, no tuvieron esa suerte. Por el contrario, el informe de la comitiva, con una extensión de 15 páginas y entregado en julio, fue totalmente favorable al campo y a su forma de actuación.
Todo ello, a pesar de que el comandante alemán se negó a hablar durante la visita de la mortalidad de los judíos en el gueto. «No forma parte de la visita», se limitó a espetar, tal y como afirma la Universidad de Vanderbilt en su informe «The greatest show on Earth: A study of the Red Cross front row seat at the stage of Theresienstadt». Lo mismo sucedió con la comitiva danesa, que habló del «paraíso judío en la Tierra» en su posterior informe sobre la ciudad.
Rossel se deshizo en elogios hacia aquel centro de reclusión, del que le sorprendió que se autoabasteciese sin necesidad del exterior. También habló positivamente de la comida que recibían los judíos, afirmando que no les faltaba de nada y podían disfrutar de manjares como queso, mantequilla y huevos. En su informé explicó a su vez que todos los presentes estaban bien vestidos, disfrutaban de buena salud y apenas trabajaban dos horas al día (por lo que podían dedicar el resto a descansar).
«En general, no deportarán a otro lugar a ninguna de las personas que han traído aquí, explicaba el representante de la Curz Roja. Por otro lado, también señaló que los alojamientos estaban «bastante bien» y eran «relativamente confortables». La conclusión fue tajante: «Nos sorprendió muchísimo descubrir que el gueto era una ciudad donde se desarrollaba prácticamente una vida normal. Esperábamos encontrar algo peor».
El anzuelo había sido mordido. Pero... ¿Qué sucedió con los reos tras la marcha de la comitiva? Tras vivir el que, según dijeron muchos supervivientes tras la contienda, fue el mejor día de sus vidas en Terezín, tuvieron que hacer frente a las consecuencias. «Después de la visita, los alemanes destruyeron, desmantelaron o se llevaron todo lo agradable y atractivo que habían dispuesto. Terezín y sus encarcelados volvieron a su anterior estado ruinoso e incluso redujeron las raciones durante dos días por la comida “adicional” y los lujos que les habían permitido», añade Holden.
Muchos de los niños y adultos que participaron en esta pantomima fueron deportados a Auschwitz en las jornadas siguientes (hasta un total de 5.000 personas) para evitar dejar rastros de lo sucedido.
ABC.es
 

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¿Han localizado por fin el famoso tren nazi cargado de oro desaparecido en 1945?


www.archives.gov
La historia del legendario tren nazi cargado de oro que supuestamente desapareció sin dejar rastro en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial parece haber dado un nuevo giro. Dos 'cazadores de tesoros' afirman haberlo localizado en Polonia.
Dos responsables de hallazgo, un polaco y un alemán, dicen haber encontrado un "tren blindado" de más de 150 metros cuyo interior alberga armas y todo un cargamento de metales preciosos, lo que podría poner fin a 70 años de rumores, mitos y búsqueda del tren nazi desaparecido en 1945. La reclamación ha sido presentada a las autoridades locales del distrito polaco de Walbrzych y en ella los buscadores de tesoros demandan el 10% del valor del contenido de su hallazgo, informa 'The Telegraph' citando a medios locales.
"Los abogados, el Ejército, la Policía y los bomberos están tratando este asunto", ha declarado Marika Tokarska, una responsable del consejo del distrito de Walbrzych, añadiendo que "la zona nunca ha sido excavada antes" y que no sabe lo que se podrían encontrar.
La leyenda local cuenta que hacia el final de la Segunda Guerra Mundial los nazis cargaron un tren con oro y otros tesoros para enviarlo dirección sudeste y ponerlo a salvo ante el avance inminente del Ejército Rojo. Tras ello, el tren desapareció misteriosamente entre la actual frontera entre Polonia y la República Checa.
"En realidad existen dos historias del tren de oro en la región", afirma Joanna Lamparska, una historiadora local, en la emisora Radio Wroclaw, indicando que una hace referencia a que el vehículo desapareció en la región montañosa de baja Silesia y otra sostiene que desapareció en los alrededores de Walbrzych. "Pero nadie ha visto las pruebas documentales que confirmen la existencia de este tipo de trenes", sentencia
http://actualidad.rt.com/actualidad/183566-tren-nazi-desaparecido-oro-polonia
 

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¿Por qué Hitler no invadió Suiza?

Este país de tradición neutral fue una de las pocas naciones que no fue invadida por el III Reich ¿Por qué sucedió esto?

ABC
Hitler en Paris ante el vagón donde se firmó la caída de Francia en 1940
Adolf Hitler anunció en febrero de 1937 al canciller Edmund Schulthess que en cualquier situación «respetaría la inviolabilidad y neutralidad de Suiza». Esta declaración, que recoge Christian Leitz en su libro sobre los estados neutrales en la II Guerra Mundial, se mantuvo incluso poco antes de la invasión a Polonia, donde volvió a afirmar que «Suiza no tendría nada que temer». La pregunta, entonces, queda clara ¿Por qué Hitler respetó a un país ubicado en el corazón de Europa? No era una potencia periférica, como Turquía o España, y suponía una de las joyas del capitalismo mundial a través de sus banqueros. Más aún, las medidas de los años 30 en Alemania llevaron a perseguir a las fortunas judías en Suiza, tal como estudió Richard Z. Chesnoff en su vehemente obra.
Ahora bien, a lo largo de la II Guerra Mundial las opiniones de Hitler variaron, y se llegaron a establecer planes de invasión muy precisos para borrar «esa espinilla en Europa», según definición tardía del propio Führer, que también la consideraba una «aberración» en el volk alemán. Todo empezó poco después de la caída de Francia
Talar el árbol de navidad
Leitz recoge una conversación para 1941 entre Hitler con Mussolini y Ciano donde cuenta su verdadera opinión sobre el estado suizo. Para el Führer:
«Suiza posee el sistema político y la gente más desagradable y miserable. Los Suizos son enemigos mortales de la nueva Alemania (...) Ante la pregunta del Duce sobre si Suiza es un anacronismo de verdad, si tendría algún futuro, el ministro de exteriores del Reich -Ribbentrop- sonrió y le dijo al Duce que tendría que discutir de esto con el Führer»
La fecha no es casual: los planes de invasión de Suiza databan de un año antes. Es la llamada «Operation Tannenbaum» (Operación árbol de navidad), que fue iniciada el 25 de junio de 1940. La conquista y anexión de Francia, derrotada con gran facilidad, dejó al país helvético totalmente rodeado. Y, como pasó con la invasión de Napoleón, el control del Rin equivalía a dejar el lado oeste, el más frágil físicamente, a merced de una invasión externa. Un ataque simultáneo en el oeste y en el sur habría provocado el «pánico» de los suizos. El alto mando nazi llegó a planificar 21 divisiones alemanas frente apenas 13 suizas. Muy pronto las divisiones bajaron de 21 a 11, pero la planificación fue minuciosa. El dirigente suizo Henri Guisan aumentó la defensa como consecuencia, especialmente por el sur, entre San Mauricio y el paso de San Gotardo.
Para Hitler el ejército suizo no suponía ningún rival, y llama a sus soldados «de juguete» en el controvertido y disputado libro de conversaciones con H. R. Trevor-Roper. A pesar de esto, el ejército suizo preparó varias divisiones en el llamado «Réduit national», un sistema defensivo ideado a lo largo del siglo XIX con el objeto de evitar la repetición de la invasión napoleónica. Se buscaría, también, ubicar a la población al norte, donde las fronteras físicas montañosas eran prácticamente infranqueables.
La circunstancias se adelantaron a esta operación: el 11 de noviembre de 1940 una llamada de teléfono del Capitán Worgtzky acabó con esta operación. En palabras de este «esta operación ya no es relevante dado que ha sido sobrepasada por los eventos». La invasión de Rusia aguardaba para la primavera próxima y los recursos alemanes, según Stephen Halbrook, «no eran infinitos». Otro plan posterior, presentado en octubre de ese año, buscaba también aprovechar el flanco abierto por la frontera francesa, pero quedó en el olvido. El pánico del país helvético llevó a que, según un documento del historiador Willi Gautschi, se buscara la protección aérea de la RAF británica. A lo largo del año 41 la situación se enfrió y devino simplemente en una guerra comercial. Los suizos proporcionaron equipos ópticos y maquinaria de guerra a los nazis, a la vez que mantenían intacto su comercio con los aliados. Esto provocó una tensión diplomática, pero la necesidad de estos productos impidió cualquier acción punitiva de los dos lados.
Será en el año 43 cuando Hitler busque otra vez reactivar los planes de invasión. Al final de este año Herman Böhme planificó una invasión con doce divisiones y tres de montaña. Se buscaba esta vez una invasión por el norte y capturar las industrias intactas. La invasión aliada de Italia, a finales de este año, hizo imposible cualquier acción contra Suiza, que sobrevivió como uno de los pocos países en los cuales los nazis no pusieron sus botas.
La Alemania del este y el banco de Europa
Suiza fue vista siempre por los jerarcas nazis como parte del tronco alemán, a pesar de su composición multiétnica. Se concretaba en un concepto de anexión especial del país, Zusammenwachsen («amalgamiento»), con el III Reich alemán. De hecho, en 1942 Heinrich Himmler intentó crear una sucursal de las SS bajo este precepto y siguiendo las divisiones flamencas o valonas: «SS Schweiz». El propio Himmler nunca concibió un estado títere, sino más bien una provincia más del III Reich, en el estilo de la planificación de los jerarcas nazis con parte de la Polonia dominada por colonos alemanes. Esto traería, también, problema con los estados cuyas comunidades lingüísticas se contenían en el país helvético. Este era el caso de Italia o la Francia de Pétain. De ahí el interés de Mussolini en el cantón de Tesino, parte del irredentismo italiano y que llevaría a la citada discusión con Hitler en el año 41.
En ese sentido, todos estaban interesados en Suiza, pero todavía estaban más interesados en su poder económico. Según Klaus Umer, cualquier intervención en Suiza habría blindado el Banco de Pagos Internacionales en Basilea. Para Walker Funk, ministro económico del III Reich, «este debe ser especialmente protegido y resguardado». Este interés económico, innegable, se une al industrial que hemos citado. Leitz es totalmente preciso y cita una ampliación de 66 millones de francos suizos en 1938 a nada menos que 375 millones para 1942 en exportaciones de productos bélicos. Los aliados en su comercio con Suiza nunca pasaron de los 20 millones.
La industria helvética era una aportación fundamental, en definitiva, que permitía mantener la guerra, y también gran parte de la electricidad del sur de Alemania. El propio Führer, en una conversación que recoge Leitz, dijo claramente que «en caso de conflicto con Suiza no debemos llevarlo al extremo, y sería mejor una solución de compromiso».
Un país entre dos mundos
Suiza jamás dejó de comerciar con los dos bandos y a pesar de la tensión en el año 41 su posición quedó bien resguardada. Tanto su sistema de defensas como la necesidad de todos los países de sus industrias la resguardaron. Irónicamente, los soldados de la Wehrmacht cantaban esta canción en los años de la guerra donde hablaban de una conquista próxima de Suiza:
«Die Schweiz, die ist ein Stachelschwein
Die nehmen wir zum Dessert ein
Dann geh'n wir in die weite Welt
Und holen uns den Roosevelt»
«Suiza es un puercoespín
Que tomamos de postre
Entonces iremos a por el mundo entero
Y traednos a Roosevelt»
Y esa imagen de un puercoespín, con sus púas como metáfora de las montañas, bien vale para el papel que jugó en una guerra donde sus banqueros e industriales fueron acreedores de todos. Ellos fueron su verdadero Guillermo Tell.
ABC.ES
 

Barbanegra

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Funcionario polaco convencido que tren nazi existe
Un alto funcionario del ámbito cultural polaco dijo el jueves que está "convencido" de la existencia de un tren nazi cargado de tesoros que desapareció hace 70 años y dos hombres dicen haber encontrado.

El viceministro de Cultura Piotr Zuchowski advirtió a los cazadores de tesoros que dejen de buscar "el llamado 'tren del oro'" porque podría estar minado.

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, se dice localmente que un tren alemán cargo de oro, joyas y armas desapareció en cercanías de la ciudad de Walbrzych cuando los nazis huían del Ejército Rojo soviético en 1945. Los cazadores de tesoros lo buscan desde entonces, y durante la época comunista el ejército y los servicios de seguridad trataron de encontrarlo, aparentemente en vano.

Este mes, un polaco y un alemán anunciaron el hallazgo de un tren con objetos de valor y armas que podría ser el misterioso tren desaparecido.

Hasta el momento no se han ofrecido públicamente pruebas de la existencia del tren. Pero Zuchowski insinuó que hay elementos de veracidad en la historia de los dos hombres, y el ministerio de Cultura anunció una conferencia de prensa para el viernes por la tarde.

"En relación con la información publicada sobre el hallazgo del llamado 'tren del oro' en la región de Walbrzych, se ha observado un incremento en la actividad de los buscadores de tesoros", dijo Zuchowski. "Exhorto a todos que desistan de esas búsquedas hasta que terminen las tareas oficiales que aseguren el hallazgo. Dentro del tren oculto —de cuya existencia estoy convencido— podría haber materiales peligrosos de la época de la Segunda Guerra Mundial. Existe una gran probabilidad de que el tren esté minado".

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Los túneles secretos del nazismo
Historia.Son galerías y búnkeres subterráneos construídos por los prisioneros de campos de concentración. Mirá para qué los usaban.


Los nazis contruyeron túneles. Eso es real. Eran pasadizos y galerías que habrían construido prisioneros de los campos de concentración. Habrían servido para fabricar y esconder armamento lejos del alcance de los bombardeos aliados, y como refugio también.
La red de túneles es real y algunos están abiertos al público desde hace años, pero siempre han corrido las leyendas que dicen que los túneles conocidos son sólo una pequeña parte del entramado total y que en una de esas cavidades todavía por descubrir los nazis habrían escondido al final de la Segunda Guerra Mundial el ya célebre tren blindado entero y cargado de armas, joyas y toneladas de lingotes de oro cuando vieron que las tropas soviéticas se acercaban a la región.
La noticia del descubrimiento del tren desenterró la historia de los túneles nazis.
Impactantes imágenes de estos túneles han aparecido recientemente en la web.
FOTOGALERIA
Esta vasta red de túneles y búnkeres subterráneos se encuentra en las montañas Góry Sowie, en la región de Baja Silesia, Polonia, y forma parte del así llamado proyecto 'Riese' ('Gigante' en alemán), una operación secreta cuyo objetivo sigue envuelto por la bruma de la historia, escribe 'Daily Mail'.
Miles de prisioneros de guerra, incluidos niños de unos 10 años, trabajaron en estos túneles hasta la muerte, ya que los oficiales nazis los obligaban a trabajar las 24 horas del día, siete días a la semana.
Algunos creen que los túneles fueron diseñados como parte de un búnker de Adolf Hitler para las comunicaciones con sus generales, mientras que otros dicen que fueron destinados a mover secretamente tropas y equipos militares o hasta para crear una bomba atómica.
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Polonia se acerca a la solución del enigma del tren nazi cargado de oro

Las autoridades están "casi seguras" de que el radar muestra un convoy oculto bajo tierra


Enrique Müller Berlín 29 AGO 2015 - 20:24 CEST


Un hombre camina por un túnel en el área donde se busca el tren nazi. . / afp

Hace 10 días, un abogado de la ciudad polaca de Wroclaw en Baja Silesia, provocó una histeria colectiva en la región, cuando señaló a la prensa local que dos personas, un ciudadano polaco y otro alemán, cuyas identidades aún no han sido reveladas, le contaron que habían descubierto un tren alemán nazi repleto de oro, que había desaparecido cerca del final de la II Guerra Mundial en un laberinto de túneles que el Ejército alemán construyó en la región.

“Solo daremos a conocer el sitio donde se encuentra el tren, si recibimos como recompensa el 10% del tesoro”, le dijeron al abogado. Desde entonces, una avalancha de cazatesoros provenientes de todos los rincones de Europa llegó a la zona para intentar descubrir el túnel secreto, donde supuestamente se encuentra el tren nazi.



La histeria colectiva que vivió en los ultimos 10 días la ciudad de Walbrych, se convirtió en delirio cuando el viceministro de Cultura polaco, Piotr Zuchowski, confirmó la existencia del tren después de examinar una serie de imágenes tomadas en la zona por un radar especial que se utiliza para el sondeo terrestre. “Personalmente estoy seguro al 99% de la existencia del tren, pero por el momento no se puede verificar su contenido”, dijo Zuchowski. “Tiene unos 100 metros de largo y se trata de un descubrimiento excepcional”.

Según el viceministro de Cultura polaco, los dos cazatesoros que afirman conocer el lugar exacto donde se encuentra el tren, descubrieron su ubicación gracias a un mapa que dibujó una persona antes de morir. “Esta persona dijo en una declaración en el lecho de muerte que el tren estaba minado”, dijo Zuchowski.

Los rumores que han circulado durante décadas en la región señalan que un tren nazi blindado y cargado de armas pero también posiblemente de joyas, oro, obras de arte y documentos de archivo, desapareció entre el kilómetro 61 y 65 de la ruta ferroviaria que une a Wroclaw con Waldbryzich, en Baja Silesia, una región que era territorio alemán y que después del fin de la II Guerra Mundial fue anexionada por Polonia.

En los alrededores de la ciudad de Waldbryzich, ubicada en una zona montañosa, los nazis construyeron una red de túneles que fueron utilizados bajo el nombre en clave riese (gigante en español) para seguir produciendo material bélico y protegerla de los ataques aéreos de los aliados. Según informaciones oficiales de las autoridades polacas, cerca de un tercio de la red de túneles ha sido investigado y una pequeña parte ha sido abierta al público.

Si se confirma la existencia del tren nazi y el supuesto tesoro que se encuentra en su interior —se cree que hay más de 300 toneladas de oro—, el Estado polaco se convertiría en el dueño de tesoro. Pero la supuesta existencia del tren alertó al Congreso Judío Mundial, que advirtió que cualquier pieza de oro, piedras preciosas u otros objetos de valor que se hallen en el tren fueron robados por los nazis a judíos polacos durante la guerra.

“Es esencial que se adopten todas las medidas para restituir esa propiedad a sus legítimos dueños o acsus herederos”, dijo en un comunicado el director general de la organización, Robert Singer.
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/08/29/actualidad/1440848181_935235.html
 

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En la vía muerta de la Historia

La noticia de la posible localización de un tren nazi en Polonia es digna de un 'thriller'


Jacinto Antón 29 AGO 2015 - 19:59 CEST


Un hombre camina por un túnel en el área donde se busca el tren nazi. . / afp

La noticia de que un tren militar alemán de la II Guerra Mundial haya podido quedar preservado oculto a lo largo de todos estos años, en la vía muerta de la Historia por así decirlo, es sensacional y digna del thriller más imaginativo. La asociación de trenes y nazis es siempre escalofriante. Deportados y tropas —incluso divisiones acorazadas enteras con sus tanques— eran desplazados en tren.

De momento solo podemos especular con las circunstancias del supuesto hallazgo y lo que habría provocado y permitido que todo un convoy ferroviario fuera abandonado y permaneciera al amparo de las miradas durante 70 años. Por no hablar del contenido del tren: se habla de material de guerra pero también de tesoros. ¿Se tratará del tren personal de alguno de los líderes nazis? Hitler, Himmler y Goering —estos últimos como jefe de las SS y de la Luftwaffe respectivamente— los poseían. Eran espléndidas plataformas móviles para desplazarse con comodidad y seguridad por el frente.

Esos trenes de los jerarcas del III Reich iban poderosamente armados, incluso con artillería aérea, y servían de cuarteles generales y puestos de mando. Podían estar equipados con gran lujo. En la última etapa de la guerra permitían viajar con ciertas garantías ante la absoluta superioridad aérea de los Aliados. Era habitual, precisamente, meter el tren en un túnel para ocultarse de los temibles cazas y bombarderos enemigos.

La presencia de tesoros en forma de obras de arte, joyas o lingotes de oro no sería rara en un tren de Himmler o Goering, conocidos depredadores. Aunque hay otras posibilidades incluso más inquietantes. Que el tren esté en Silesia podría apuntar a un convoy procedente del este de Polonia cargado con el rico botín arrancado a las víctimas de los campos de la muerte.

Sea como sea, abrir esa verdadera cápsula del tiempo —¿qué habrá sido de sus ocupantes?— llena de emoción, viejos recuerdos terribles y oscuros presagios este fin de verano.
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/08/29/actualidad/1440870011_581298.html
 

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El tren de oro nazi: una familia ejecutada, un investigador y un pueblo repleto de secretos
Tadeusz Slowikowski
, el hombre que más conoce sobre la formación alemana, cuenta las historias detrás de la leyenda. Muertes, amenazas y un poblado donde todos se conocen


La familia que fue ejecutada y cuya casa estaba justo por donde pasaban las vías ferroviarias que conducían al tren nazi a su destino final.



  • Slowikowski escuchó por primera vez hablar de la misteriosa formación en 1950. Residente de Walbrzych, Polonia, se convirtió en un experto y en el máximo conocedor de las historias que estuvieron detrás de este emblemático tren, cuya existencia fue confirmada por el gobierno de Polonia una semana atrás.
    Buscador del tren de oro nazi Tadeusz Slowikowski 1583 (16).jpg

    La leyenda en Walbrzych habla de la presencia de trenes nazis militarizados, los cuales habrían custodiado el otro tren repleto de oro.
    Sin embargo, Slowikowski nunca pudo hallar el túnel secreto en el cual se adentró y en el cual quedó sepultado hasta ahora, luego de que dos personas -cuya identidad se mantiene reservada- revelaran a las autoridades el lugar exacto en el cual se encontraba la formación. El tren nazi cargado de oro había dejado de ser un mito, una leyenda.
    "Supe del túnel después de salvar a un alemán llamado Schulz, quien era atacado por otros dos hombres. Como gratitud por salvarlo, me contó acerca del túnel", señaló Slowikowski al diario británico DailyMail. El corredor había sido descubierto por otro alemán que trabajaba en las vías y que vivía en ese pueblo polaco después de la Segunda Guerra Mundial. "El vio dos rieles camino al túnel. El túnel estaba bloqueado poco después", agregó el buscador del tren.
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    Slowikowski muestra los mapas y fotografías del lugar. Investigó durante 70 años el misterio del tren nazi cargado con oro.
    Ed Wight
    Ese antiguo trabajador de ferrocarril alemán tuvo miedo y prefirió guardar para sí el secreto, sin saber qué se ocultaba dentro de ese hueco oscuro e intrigante. Su instinto de supervivencia fue mayor y se quedó callado durante años. No quería que le ocurriera lo mismo que a una familia, encontrada muerta. Su casa era clave y ellos podrían saber demasiado.
    "Desde la ventana más alta podías ver todo llegando y saliendo por la línea de vías. El 5 de mayo de 1945 la familia que vivía allí fue ejecutada y la casa demolida. Fue tres días antes de que los soviéticos tomaran el pueblo", recordó Slowikowski. "Quien los haya matado no quería que ellos hablaran de algo que hubieran visto. No hay nada allí ahora. Sólo un lugar vacío donde solía estar la casa. Nada fue construido allí desde entonces".
    La leyenda local habla además del paso de vagones de trenes absolutamente armados con cañones y ametralladoras. Nunca fue confirmado, pero ese mito alimentó la idea de que algo más sucedió allí, en ese pequeño pueblo polaco, que vivió la muerte de la Segunda Guerra Mundial muy de cerca. Esa creencia tenía además un ingrediente muy sabroso para completar la leyenda: el tren oculto sobre una colina estaba llena de oro, producto de lo robado a las víctimas del Holocausto.
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    Después de décadas y de presentar múltiples pruebas que sustentaban la historia del tren nazi, recién en 2003 se le permitió a Slowikowski explorar el área para determinar si efectivamente existía esa formación fantasma. Pero el peligro continuó una vez reiniciada la búsqueda.
    "Tan pronto como empezamos, tres hombres de civil y con armas de fuego se acercaron a nosotros y nos amenazaron, diciéndonos que nos detuviéramos. No supe quiénes eran, pero tuve sospechas", recordó el hombre. "Poco tiempo después, mi perro fue envenenado. Luego rompieron mi puerta de casa y mi teléfono fue intervenido. Eran tácticas clásicas de la policía secreta cuando buscaban intimidar a la gente".
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    Slowikowski "recreó" con Photoshop el desvío de vías que conduciría al túnel secreto donde quedó sepultado el tren nazi.
    Slowikowski muestra un mapa y una maqueta, en los cuales "recrea" lo que considera que sucedió en mayo de 1945. Dos líneas de vías corren paralelas entre dos colinas. De una de ellas se desprende otra camino al túnel secreto. Esas vías ya no existen. El Gobierno polaco tomó nota y ahora militarizará la zona para evitar que se pierdan pruebas del hallazgo, "confirmado", pero aún no rescatado. Roman Szelemej, alcalde de Walbrzych, expresó: "Walbrzych y Silesia Baja están llenas de secretos". Informó además que el área será custodiada por presencia militar.
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    Uno de los artefactos explosivos que podría estar en la entrada del túnel oculto por lo nazis. Este fue encontrado por Slowikowski en la entrada de otra mina oculta.
    Pero el hallazgo aún está lejos de terminar de concretarse. Según Slowikowski el tren habría sido oculto en una de las tantas minas que figuran en los mapas de la época y que guardan en su interior cientos de secretos, pero también algo que podría ser mortal para quienes se involucren en la búsqueda: trampas de explosivos.
    Esa teoría coincide con otra expuesta por Magdalena Woch, directora del castillo donde funcionaron los cuarteles generales de los nazis en esa zona polaca. "Es posible que haya más trenes en Walbrzych", señaló la experta al diario inglés The Telegraph. "Quizás el oro no esté en el tren que se ha encontrado, pero tal vez sí en alguno de los otros trenes militarizados", expuso la mujer.
    Además de oro, el o los trenes podría tener también valiosísimas obras de arte de las cuales no se tienen noticias desde 1945. E incluso planes secretos de los nazis, lo cual podría arrojar más luz sobre una de las etapas más oscuras de la historia de la humanidad.
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    Así sería el túnel que quedó sepultado debajo de una colina y donde estaría el tren nazi repleto de oro robado a las víctimas del Holocausto.
    AFP
 
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